En mi molesta opinión 

La Ley de amnistía "te da alas", pero sólo a los independentistas

La Ley de amnistía “te da alas”, pero sólo a los independentistas
La Ley de amnistía "te da alas", pero sólo a los independentistas
Europa Press

Demasiado Pedro Sánchez por todas partes y en todos los digitales. Tengo miedo de que salga hasta en la sopa. Dos entrevistas televisivas en una semana; unas declaraciones contra la Oposición en una radio afín; una presentación estelar con 14 ministros uniformados y aplaudiendo a rabiar el último libro de su jefe para mayor gloria de su persona… que no es poca. No sé si a ustedes les sucede lo mismo o, en cambio, prefieren darle rienda suelta a su activismo/masoquismo político. En España hay demasiada preocupación y demasiada ocupación en los medios informativos por los políticos en general y por Sánchez en particular. Por otra parte, es cierto que a este presidente del Gobierno no le puedes quitar el ojo de encima porque te monta o te desmonta cualquier ley que se le antoje sin explicar claramente los motivos y con la excusa de que es necesaria -por ejemplo, la amnistía-, y que es imprescindible hacer “de la necesidad virtud”.

A pesar de su elevada exposición mediática, Sánchez no es el hombre de moda que él desearía, más bien es el odiado de moda, porque todo lo que toca de algún modo lo destroza y lo polemiza. Presume falsamente de concordia pero crea muros y reparte estopa que da gusto. Tiene aciertos, hasta un reloj estropeado los tiene, pero su empeño en falsearlos y exagerarlos lo desacreditan. A Sánchez le va más deslumbrar al personal con su retórica hueca que alumbrar a la sociedad española que le pide transparencia y una explicación lógica y cabal acerca de sus manejos jurídicos para conseguir aprobar una amnistía que era ilegal hace unos meses y ahora es necesaria para la convivencia. Una convivencia que, sin embargo, huele más a desigualdad y a discriminación entre Comunidades Autónomas que a otra cosa.

En cambio, ayer, el día de la dura verdad, Sánchez prefirió ocultarse y no dar la cara; hacer un mutis total en el Congreso y no comparecer para no hablar en el debate de la Ley de amnistía. Será el portavoz, Patxi López, quien defienda la norma que afectará a unas 300 personas vinculadas al “procés”. Esa doble gallardía de presentar ante un público cautivo su libro “Tierra firme” -no escrito por él-, y al día siguiente esconderse en su despacho para no tener que responder por la Ley que tramita ese perdón que él tanto implora para Puigdemont y compañía, huele a cobardía o a estrategia política reprobable. Hay que saber responder a las duras y a las maduras, y más si vas de líder mundial por la vida.

También se especula, ya que la ocasión la pintan calva, que Sánchez permitirá que a esta ley se acojan otros “personajes” de la política catalana afectados por asuntos distintos, menos independentistas y más de índole crematística, como los casos de corrupción de Jordi Pujol y familia. La excusa o tapadera del asunto pasa porque Junts aproveche las nuevas Comisiones en el Congreso para profundizar en la amnistía y a su vez también sirvan para forzar y “demostrar" el supuesto “lawfare” o “guerra judicial” y así revisar otras causas aunque no tengan nada que ver, que afectan a correligionarios como los Pujol o el abogado de Puigdemont, Gonzalo Boye, pendiente de juicio por un posible delito de blanqueo de capitales por temas de narcotráfico.

Como se puede ver, la actitud nada edificante del Gobierno y del presidente ante esta ley no explicada con claridad prosigue junto a la actitud nada transparente de las extrañas negociaciones del PSOE con Junts en Suiza. Dicen que las reuniones son del partido y todos sabemos que son del Gobierno que es quien manda y decide. Aunque de paso podrían aclararnos quién paga los gastos y viajes de estas anómalas conversaciones en territorio “neutral” con el prófugo Puigdemont como cabeza de lista. ¿El dinero sale de la cartera de Ferraz o sale de Moncloa? En ambos casos sale de la billetera de los españoles que siguen alucinando por todo lo que ven, o mejor dicho, por todo lo que no ven pero intuyen se está cociendo más allá del territorio español y del Congreso de los Diputados que es donde debería producirse cualquier negociación entre partidos políticos nacionales.

Confieso que, en un momento dado, puedo llegar a entender el sentido de una amnistía como esta. Lo que no puedo llegar a comprender es el cómo se está perpetrando este perdón que actúa y procede de un modo encubierto o disimulado por la vergüenza que les supone a esos políticos afrontar la realidad de esa misma Ley. Si la norma fuera tan transparente y útil para todos, o las explicaciones de Sánchez fueran tan claras y firmes como debieran, no habría tanta oposición a la misma y más de la mitad de los españoles no votarían en contra de ella en las encuestas.

El problema de estas Leyes convertidas en cuestiones vitales es que las consecuencias que provocan no se ven de manera inmediata, sino que se notan a medio o largo plazo. Al día siguiente de aprobarse la ley de amnistía no se romperá nada, ni España tampoco, pero sí se deteriorará la esencia y la consistencia del Estado de derecho y de la democracia parlamentaria. Sobre todo, por no haber pactado junto a la amnistía un acuerdo fundamental que facilite la concordia entre ciudadanos de un color o de otro, no sólo para ciudadanos independentistas. Veremos cómo procede y actúa en el sentir catalán la presencia de esta probable amnistía que ayer inició su tramitación. Mucho me temo que a la postre tendrá un efecto muy parecido al Red-Bull, ese que dice que “te da alas”. Pero las alas que dé no serán para todos, sólo las verán y sentirán los agitadores y provocadores del soberanismo que además encontrarán en su camino una inmensa barra libre y una gran pista para el despegue. Próximo destino: el referéndum

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