En mi molesta opinión

Miedo al futuro o miedo a papá Estado

Pedro Sánchez
Miedo al futuro o miedo a papá Estado
EFE

Hay mucha gente que le tiene miedo a la vida -incluso más que a la muerte- y prefiere entregar su libertad a cambio de una ración de pan y agua, una tele con plasma que le permita ver el fútbol y viajar lejos sin moverse de casa. Es decir, a cambio de un rancho caliente y unos telediarios fríos que ocultan la realidad para que no descubramos la verdad. Todo ello unido a una falsa protección y a estar controlados y bien atados por papá Estado que es el que te garantiza no la vida, que eso es mucho, sino la supervivencia para que puedas seguir pagando impuestos. Y que nadie proteste. Que nadie haga más que el otro. Que nadie demuestre sus habilidades en público, no sea que parezca que los demás nos esforzamos poco o no somos capaces de ofrecer tanto.

El miedo al futuro se cauteriza aniquilando la creatividad y entregando tu libertad al Estado para que él te diga lo que tienes que hacer y cómo debes hacerlo. Es el viejo cuento de siempre, el que te ofrece el pretendido Comunismo solidario, ahora convertido en neo-comunismo vertical o marxismo seudo humanista: todos iguales y con el objetivo de equipararnos pero sólo por abajo, ya que por arriba es imposible acceder o crecer en riqueza o bienestar. Sólo suben y prosperan los que están en lo alto o los que se arriman al partido o al gobierno. ¿Cómo conseguir sin motivación alguna que el personal trabaje mejor o se esfuerce más por el mismo precio y el mismo rancho que los demás?

Digo esto, porque el viernes pasado comí con un buen amigo, honesto y cabal como el que más, pero en esa ocasión tenía un mal día y me quiso vender las excelencias de una España estatista en la que el Gobierno se empodera -palabra horrible- más de la cuenta para asegurar no la libertad de los ciudadanos sino para ampliar el poder del Estado y así garantizar que todos tendrán acceso a sus falsos sueños y comerán perdices. A veces el término estatismo hace referencia al capitalismo de Estado o a economías de mercado sumamente reguladas con una importante intervención del aparato estatal, o en referencia al socialismo de Estado, el cual utiliza la estatización como medio para gestionar la industria.

Mi amigo me dijo que sus ideas no respondían tanto a cuestiones filo-políticas sino más bien a razones existenciales: “Tengo mucho miedo por el futuro de mis hijos”, me confesó. Entendí ese agobio pero por ese camino la solución es peor que la enfermedad. Si uno quiere lo mejor para sus hijos que les dé la oportunidad de crecer y prosperar por sus propios medios y no según lo que indique y desee el Estado, que utilizará a las personas como moneda de cambio para controlarlas y limitarlas, y no para fortalecerlas y favorecerlas.

No pretendo hacer una defensa del ‘minarquismo', filosofía política que propone que el tamaño e influencia del Estado en una sociedad libre debe ser mínimo, como anhela el excesivo Javier Milei para Argentina; yo sólo aspiro a tener un Estado razonable y respetuoso con todos los residentes del país, y que permita la libertad de pensamiento, la económica y la de acción, sin olvidar el imprescindible derecho a la propiedad privada; para ello, cuanta menos intervención estatal exista y menos actúe, las cosas saldrán y serán más favorables para todos los ciudadanos y para el propio Gobierno.

En España la influencia y control del Estado es cada vez mayor, sobre todo desde el punto de vista legislativo. Últimamente, el Gobierno de Sánchez también ha decidido participar cada vez más en empresas privadas -Telefónica, último caso- pero siempre con el dinero de los españoles, que son los únicos que aportan su capital, y lo arriesgan a diferencia de esos políticos que tanto se ufanan de sus “ desacertadas” medidas. El Ejecutivo de Aznar en su última legislatura privatizó gran número de empresas públicas, a la inversa de lo que está haciendo ahora Sánchez. Pero no olvidemos, que el Estado -aparato controlador y represor de seres humanos y que se visualiza en un Gobierno- siempre decide meterse en las vidas ajenas, sobre todo en sus bolsillos de usted, en los míos también, y recaudar todo lo que pueda para poder gastar todo cuanto desee. Tampoco podemos ignorar la excesiva burocracia que debemos afrontar y que hay que calcular en miles de leyes nacionales y comunitarias, u otras normas que estamos obligados a cumplir para no ser unos villanos a ojos del legislador. Pleitos tengas y los ganes.

Que conste que no me quejo por la 'sana' obligación de contribuir a los servicios que presta el Estado: educación, sanidad, vivienda pública, etcétera; sino por la afición desmedida que tiene papá Estado a dilapidar sumas ingentes de dinero en necesidades caprichosas o falsas o en “Koldos” jugosos y codiciosos o lo que ustedes quieran, y que nadie supervisa ni aclara de manera transparente. Por qué el Gobierno, al igual que hacemos todos los ciudadanos cada año, no presenta también sus cuentas del Estado, y nos informa con detalle de lo recaudado y de todo lo invertido, euro por euro, para que nosotros, los “paganos” habituales, sepamos al detalle en qué se invierte y cómo se gasta todo nuestro dinero. No creo que sea mucho exigir.

No basta que me digan que busque la información y los datos en el BOE. Allí tampoco están todos los millones que son, ni tampoco quedan registrados todos los millones que se malgastan o derrochan en un año. Cada mes de junio, al entregar nuestra declaración anual de la Renta deberíamos recibir como 'regalo' equitativo, para que pudiéramos contribuir con más alegría, la completa declaración anual de los ingresos y gastos del Gobierno español, ergo Estado, con sus excesos imprevistos, sus extras inesperados o incluso sus ahorros, si eso fuera posible.

Ya sé que, en teoría, todos somos iguales, al menos ante Dios. Pero que quede claro que todos somos iguales menos Sánchez, Vinicius y Puigdemont, y otros independentistas que van por la vida como seres privilegiados. No digamos, si el resto de mortales nos comparamos con ellos, saldremos perdiendo por mucha diferencia; bueno, Sánchez sale ganando… por siete votos de más, que son los que ha comprado a cambio de una amnistía que casi nadie entiende ni acepta. No me extraña que mi amigo tenga miedo al futuro, al de sus hijos y al suyo; con la que está cayendo en el mundo y la que se avecina en España más que miedo uno tiene pánico.

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