En mi molesta opinión

Para ser ministro hay que ser un poco listo, o no 

Alberto Garzón
Para ser ministro hay que ser un poco listo, o no Socialistas y comunistas se pelean por un ministro.
Europa Press

Cuando mi amigo mata a un viejo, yo siempre me pregunto qué le habrá hecho el viejo a mi amigo. Incluso, tiendo a estar seguro de que sí hace algo inoportuno o, incluso poco sensato, mi amigo tendrá motivos suficientes para justificarlo con gran sentido común. Dicho esto, lo único que le faltaba a la ganadería española en estos malos tiempos de crisis y pandemia, era un ministro -Alberto Garzón- aburrido de su inactividad e inoperancia, lustroso por fuera con corbata nueva -fue el primero de I.U. que se la puso para entrar en el Consejo de Ministros-, y gran avisador, que no solucionador, de los múltiples problemas que desborda el Ejecutivo de Pedro Sánchez, al que él pertenece, incluida la electricidad que no deja de subir y otros enormes agujeros que están destrozando el poder adquisitivo de los españoles.

El susodicho ministro, reconocido ya mundialmente por sus meteduras de pata, ha demostrado tener unas ganas bobas de fanfarronear fuera de nuestra patria para demostrar ante la prensa británica, por ejemplo “The Guardian”, que los ministros del progresismo nacional son los más listos y ejemplares del barrio, y que no sólo insultan y faltan a sus propios ganaderos, en lugar de advertirles o sancionarles, sino que van raudos a decírselo, no a los supuestos matarifes, sino a los periodistas cándidos de la prensa británica que lo único que hacen siempre que pueden es ayudar a los empresarios españoles a triunfar en el Reino Unido. Esto último, dicho con lamentable ironía, tenía un sencillo remedio si el mencionado ministro tuviera un mencionado nivel intelectual. Bastaba con utilizar la realidad del problema de las “macrogranjas” con la referencia global de la Unión Europea, y no sólo reducirlo a la situación de España, como si fuéramos los grandes apestados de la carne mundial. Para ser ministro hay que ser también un poco más listo, señor ministro.

Ahora, no sólo tenemos que tragarnos los rifirrafe políticos del socialismo versus comunismo. Ahora, hay que desmontar ante la opinión pública -principalmente la de Castilla y León- que el joven que ejerce de ministro de Consumo (y nada más) no está roto, que sólo está algo averiado, pero que las cosas se arreglaran pronto y volverán a florecer como si nada. Lo malo es que a Sánchez en su última visita a la SER, la única cadena de radio a la que acude, -¿por qué será tan poca pluralidad?-, se le hincharon los ánimos y no pudo evitar que se le escapara también un ligero suspiro español: “lamento muchísimo la declaración del ministro”, a la sazón líder de Izquierda Unida, a la sazón compadre de Yolanda Díaz, la futura líder y cuñada absoluta del Podemismo Unido. Malestar entre primos hermanos que acabarán siendo sobre todo muy primos de Sánchez, una vez este decida aparcarles.

¿Pero cuál es el verdadero problema de esta disimulada lucha fratricida? Sencillamente, que ambas formaciones han empezado a partir sus respectivos piñones, que sus aventuras son medio opuestas, que el PSOE de Pedro Sánchez intenta recuperar el viejo socialismo antes que insistir en su propio sanchismo. Todo llegará en su momento debido, pero ahora hay que apagar el lío de Castilla y León. Unos y otros juegan a no entenderse mientras falsean la realidad que no controlan, al final deberán pactar un desenlace que les permita seguir barajando alguna oportunidad. Unidas Podemos acusa a Sánchez de ser desleal, gruesas palabras, pero Sánchez se hace el loco, total qué más da decir una cosa que otra. Le fastidia que Garzón diga tonterías en mala hora, la de las elecciones de Castilla y León, pero tampoco le preocupa demasiado si puede seguir gobernando según su antojo. Aunque no pueda echarlos ni despedirlos, sí puede quejarse de ellos. Mejor así, la culpa es de los demás, no mía, dirá con falso dolor Sánchez. Yo soy responsable y bueno pero ya saben que siempre hay algún ministro rebelde y sin pausa al que no puedes controlar sus impulsos gramaticales. Quizá el problema es que Garzón no sabe inglés, como la mayoría de españoles.

Lo que vivimos ahora con los líos del PSOE y UP es una versión P22 -esto sí que es progresismo no teórico, sino verdadero-, que anuncia en primicia lo que un día veremos pasar con la derecha -PP y Vox-, y con sus líos y cábalas, si son capaces de llegar a un acuerdo. Pongan en remojo los mismos dimes y diretes entre Casado y Abascal, y tendrán la misma picadura cuando tengan que salir ambos a defender sus intereses. De momento, vivimos el toreo de Sánchez, y la cogobernanza “non plus ultra” se juega según las meteduras de pata de cada partido, que intenta apurar su dignidad. Lo malo, es que mientras seguimos mareando la barbacoa de Garzón, nos están birlando a precio de oro los antígenos de las narices: 20 millones de muestras pagadas a gran precio por los ciudadanos, y Sánchez tan tranquilo esperando resolver el problema. Quizá no sea Garzón el único problema, ni el único ministro poco listo.

Mostrar comentarios