OPINION

Ponga usted un dictador en su campaña y verá cómo se calienta la masa

Sánchez se marcha a honrar a las Trece Rosas horas después de sacar a Franco
Sánchez se marcha a honrar a las Trece Rosas horas después de sacar a Franco
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En España, como te descuides un poco, te encasquetan cada semana dos o tres días históricos. Lo escribo yo pero lo dice en televisión un catedrático de Historia, harto de que los políticos y los periodistas llamemos a cualquier acontecimiento “hecho histórico". Bueno, pues sólo serán hechos relevantes, pero no deja de ser memorable y de tener su agobio ver al dictador por los aires camino de otra residencia póstuma menos vistosa y menos honorífica que la de Cuelgamuros. Aunque póstuma quizá no lo sea tanto, ya que en 2063 concluye la titularidad pública del panteón de Mingorrubio y podría formarse una nueva “movida” con sus restos.

Pero para el 63 faltan aún muchas campañas electorales, y lo que importa ahora es entender qué sucedió el pasado jueves 24, y lo que puede suceder el próximo domingo 10-N. Es cierto que al dictador como tal no lo vimos; verle, aunque fuera de refilón, sí que hubiera sido un hecho histórico -e histérico-. Lo que vimos fue su féretro envuelto con una tela a juego con el color de la caja, para que ésta no se rompiera con el traslado. Un funeral sin mucha pompa pero sí con mucha circunstancia, que entretuvo al pueblo, cabreó a los descendientes y a los pocos franquistas que aún pululan como fantasmas del pasado, e hizo las delicias propagandistas de Pedro Sánchez.

Tanto fue así, que el presidente en funciones no pudo esperarse a que terminaran los actos fúnebres para salir a vendernos su proeza democrática, según él. Y lo hizo con todo descaro a las tres de la tarde para que los Telediarios le enfocaran bien y pudiera apuntarse el tanto de un acto que, sin embargo, pertenece a todos los españoles y debiera haber sido gestionado como un acto de Estado, y no de partido o de Gobierno en funciones. Que Franco abandonara el Valle de los Caídos era una necesidad histórica. Que el franquismo sigue muy presente en las estrategias políticas y en la opinión pública, es una evidencia. Como lo es también que los partidos políticos no saben (o no quieren) cerrar las heridas de una Guerra Civil y una dictadura que han entrado en bucle.

Y aunque “hay gente pa’tó”, como dijo con finura torera “Guerrita”, buena parte de la sociedad española mantiene cierto trauma con este pasado, y no termina de digerirlo ni asimilarlo. Quizá debiéramos tumbarnos en el diván y hacer algún psicoanálisis colectivo y mediático para ahuyentar los fantasmas del ayer y cerrar las viejas heridas. La mayoría de las sociedades europeas, que también han apechugado con sus traumas históricos, lo han logrado, ¿por qué no deberíamos conseguirlo nosotros, tantos años después?

Sánchez, por su parte, sin ser torero aunque le guste torear a Torra con el teléfono, ha descubierto también que “hay un Franco pa’tó". Que la campaña renquea, ahí tienes la exhumación, para qué vas a dejarla para después de las elecciones, como te pide Pablo Iglesias y la oposición; si la pusiste en marcha fue para sacarle partido, o mejor dicho, partidismo puro y duro, que es el que lleva practicando el Gobierno desde hace seis meses.

Qué los datos del paro son más que malos, pues para qué tienes a Franco, lo exhumas el mismo día que salen las cifras de la Encuesta de Población Activa (EPA), y aquí no pasa nada, a quién le importa que el Gobierno oculte y maquille la realidad. Y todo ello el mismo día que Sánchez presumía de democracia. También se ha intentado ocultar que este escaso empleo generado, la mitad del mismo se creó con empleo público. De los 69.400 nuevos puestos de trabajo creados en este trimestre, 34.200 se formularon en alguna Administración Pública. Pero lo importante y urgente era mover a Franco.

Veremos cómo evoluciona la campaña electoral, pero no será fácil que el tema de Franco siga vigente y condicionando el debate. El escenario político volverá a estar copado por el independentismo catalán y los datos económicos que no acaban de ser positivos. Salvo que entre en juego en los próximos días lo que la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann definió como “La espiral del silencio”. Una teoría política y de comunicación que afecta de lleno al papel que juega la opinión pública, y que actúa como una forma de control social frente a las opiniones minoritarias.

A su vez son los medios de comunicación los que no sólo reflejan esas tendencias de la opinión pública, sino que las crean y las anticipan. De ahí que Pedro Sánchez haya jugado muy bien sus cartas mediáticas con la exhumación de Franco. Todas las teles y medios —públicos y privados- se han visto abocados a una misma información y sin posibilidad de grandes discrepancias. Toda disidencia en esta cuestión quedaba señalada. O estabas de acuerdo con la exhumación, y entonces reconocías los méritos de Sánchez; o discrepabas de ella y quedabas situado en el lado de los franquistas.

El Gobierno seguirá intentado aprovechar este viento a favor de la opinión pública y publicada sobre la exhumación, marcando su espiral de silencio sobre las cuestiones que no le interesan tanto, como son Cataluña y la economía. De ahí que ahora ya se esté hablando de lo qué hay que hacer con el Valle de los Caídos y con algunas de las posesiones de los nietos de Franco. Al PSOE le viene bien molestar y alterar a la extrema derecha de Vox, y que ésta suba en las encuestas (algunas les sitúan como tercera fuerza), para que así el PP no crezca tanto (ronda ya los 100 escaños), y Sánchez pueda sacar de nuevo como en las anteriores elecciones el espantajo de que viene el “facherío” a quitarnos las libertades. Veremos si esta vez la estrategia funciona tan bien como el 28 de abril.

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