En mi molesta opinión

¿Se extinguirán los humanos por ser cada vez menos inteligentes?

Tatuaje con la cara de Fernando Simón
Imagen del valenciano que se ha hecho un tatuaje con la cara de Fernando Simón.
EFE

No quiero amargarles el recién estrenado verano, que ya viene bastante cojo por culpa de la Covid-19, pero según un libro de reciente publicación -'The Precipice'-, escrito por el filósofo de la Universidad de Oxford, Toby Ord, que además es asesor de la OMS y el Banco Mundial: "Hay una posibilidad entre seis de que los humanos nos extingamos en este mismo siglo". Este vaticinio apocalíptico nos podría quitar el sueño si nos tomáramos realmente en serio el futuro, algo que no suele suceder, salvo cuando los políticos tienen a la vista una campaña electoral.

A pesar de esta desalentadora profecía, Toby Ord tiene dos noticias, una mala y otra buena. La mala noticia es que nunca ha sido tan fácil como ahora que nos extingamos: "La inteligencia artificial es más peligrosa que las pandemias". No olvidemos tampoco que los dinosaurios ya lo hicieron, lo de extinguirse. Dicen los entendidos en la materia que fue porque evolucionaron erróneamente, que su fuerza progresó portentosamente mientras su inteligencia se anquilosó. Y la potencia sin sabiduría acaba siempre en desastre. La buena noticia de Ord es que está convencido de que el fin del mundo puede evitarse. Sobre todo depende de las decisiones que tomemos los ciudadanos y los gobiernos, y de que haya más cooperación global.

En el libro hay más recetas para frenar la angustiosa deriva hacia el precipicio de la extinción, pero hay una que destaca especialmente, o al menos a mí me llama más la atención: "No elegir políticos que actúen como adolescentes sería un buen comienzo para garantizar el futuro de la humanidad. En otras épocas daba igual cómo de malos fueran los gobernantes, antes no tenían el poder de destruirlo todo. Y no podremos sobrevivir muchos siglos con el nivel de poder que estamos acumulando si no aumenta también la toma de conciencia del peligro. Estamos en un nivel insostenible de riesgo en manos de un grupo de adolescentes. Y los adolescentes no son buenos pensando en el largo plazo".

¿Ha dicho políticos adolescentes? ¿Sigue de cerca Ord la política española? ¿Sufrimos, además del coronavirus, una pandemia mundial de políticos adolescentes? Quizá esto último también sea cierto, pero fijémonos en la primera frase de la recomendación: "No elegir políticos que actúen como adolescentes". La responsabilidad última está en los mandatarios, pero la primera en los ciudadanos, en realizar una correcta elección de los representantes políticos. Y teniendo en cuenta cómo está la sociedad española, y la del mundo en general, ¿es eso posible?

Echemos un vistazo rápido al ágora pública, incluyendo las calenturientas y estrafalarias redes sociales. Dos campañas en Change.org recogen firmas para que se retiren del mercado los 'Conguitos', una golosina de chocolate rellena de cacahuete. El motivo no es que tenga mucho colesterol, que lo ignoro, o que sea perjudicial para la salud dental, el motivo es que es un producto que fomenta la imagen racista, que es una marca que estigmatiza a la población negra. El problema no es que haya un par de chalados o chaladas que se aburren y montan una absurda campaña para entretenerse, el problema es que ya llevan más de mil firmas. A ello hay que sumarle la "moda" de derribar estatuas de personajes históricos a los que se les atribuyen todo tipo de barbaridades que, primero no han cometido, y segundo, fuera del contexto histórico todo resulta desfasado y dañino. No tanto como derribar estatuas o prohibir los Conguitos.

Más allá del conflicto de moda sobre el racismo, que sigue siendo realmente un gran problema en muchos lugares del planeta, de los cuales casi nadie habla ni se ocupa, también tenemos un claro ejemplo de sandez nacional: un joven valenciano se tatúa en su muslo izquierdo la cara de Fernando Simón. No, no es ningún familiar del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias, ni una antigua novia suya, es un ciudadano español que considera que el rostro de Simón merece lucir en su muslamen.

Sí, lo sé, cada uno hace con sus carnes lo que considera mejor para su vida, pero el simbolismo de estos casos nos indica, junto a otros muchos ejemplos que todos conocemos, cómo está el nivel de inteligencia del español medio. Por no hablar del comportamiento social de muchos ciudadanos que ponen en riesgo sus vidas y las de otros pasándose por el arco de triunfo todas las recomendaciones de la distancia física, el uso de mascarillas, etc. Si ni siquiera todo lo que hemos sufrido con el Covid-19 -incluidos los miles de muertos- nos hace reflexionar y mejorar, qué debemos esperar para conseguir regenerarnos y ser un poco, sólo un poco, mejores para la sociedad y para nosotros mismos.

La profecía de Toby Ord de que podemos extinguirnos en unas pocas décadas, de que el siglo XXI sea el último, suena muy alarmista. Pero si te pones a analizar los comportamientos sociales y políticos de los hombres y mujeres que -supuestamente- han de salvar a la Humanidad, e indagas cuál es su sentido de la vida y del mundo, la teoría espeluznante de que esto se puede acabar en breve ya no te parece tan disparatada. Confiemos que nosotros, a diferencia de los dinosaurios, no acabemos siendo una especie fallida: muy fuerte tecnológicamente pero muy débil mentalmente. 

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