OPINION

Taxi, por favor, lléveme a la calle Libertad

Fotografía huelga taxi
Fotografía huelga taxi
EFE

Prepárense porque se avecina un mes de septiembre caliente y cargado, tanto como el café espresso, pero en algunos aspectos incluso más amargo. Taxi, por favor, lléveme a la calle Libertad. -Allí quería llegar yo. -¿A la libertad? –No, al mundo del taxi. Y es que en este peculiar sector del transporte público, vamos a vivir a partir de septiembre unas auténticas batallas campales, algunas ya las sufrimos a modo de aperitivo el pasado mes de julio, cuando cientos de taxistas demostraron su poderío bloqueando las principales calles de Madrid y Barcelona.

Más allá del caos circulatorio que provocaron en la Castellana o en el Paseo de Gracia, también hubo importantes altercados contra coches y conductores del servicio VTC, los enemigos y presuntos causantes de todo este gran lío de intereses económicos y legales. Los taxistas amenazan que van a muerte para mantener vivas dos cifras que para ellos son sagradas: 1/30… es decir, por cada licencia VTC (Uber, Cabify, etc.) debe haber 30 de taxi.

Este ratio lo marcó hace años una sentencia del Supremo, pero no dijo que fuera inamovible. Y cuando Rodríguez Zapatero dio el visto bueno allá por el 2009 para que se dieran más licencias de VTC empezó a fraguarse el conflicto que ahora ha estallado. En España hay 65.456 licencias de taxi frente a las 10.713 de VTC, lo que implica un ratio mucho menor, de 1/6, aunque esta cifra no es del todo exacta por dos razones: una, están pendientes aún por concederse en vía judicial 8.000 licencias más de VTC; y dos, la proporción cambia mucho si se trata de grandes capitales (Barcelona, Madrid, Valencia, Sevilla y alguna más) o de pequeñas donde la ratio puede estar cerca del ansiado 1/30.

Lo peor de este gran embrollo que puede explotar en septiembre, es que el Gobierno no tiene nada claro qué debe hacer y lo único que ha propuesto hasta la fecha es despejar a córner, es decir, traspasar el conflicto a las Comunidades Autónomas y que sean ellas las que se las vean las caras con los taxistas. Pero las CC.AA. dicen que no, que ese marrón sólo se lo podrían comer si hay mucho dinero a cambio. Dinero para unos y para otros, una buena parte para la Comunidad y otra abundante para recomprar licencias VTC que harían variar el diferencial actual.

Pero claro, luego cómo le explicas a la opinión pública que licencias que vendiste por unos 40 euros cada una, ahora las vas a recomprar por 50.000 o hasta 100.000 euros, según los casos y las variables de rentabilidad, para hacerles el favor a otros conductores públicos, los del taxi, que también tienen licencias especulativas –por las que pueden pagar más de 250.000 €- y que este es uno de los motivos por los que no quieren que se aumente el número de sus licencias: en los últimos 10 años sólo se han concedido una docena en toda España. Sería una vergüenza monumental para todos, empezando por el Gobierno y acabando por los taxistas, descubrir que la Administración gasta cientos de millones de euros de dinero público para calmar los ánimos de un sector que muchos consideran que actúa en “monopolio”.

Una nueva posibilidad es permitir que los Ayuntamientos puedan exigir otra licencia más a las VTC para operar, lo que dificultaría su implantación. Sin embargo, este truco legalista encierra muchos quebraderos judiciales, por lo que de momento se descarta. La amenaza de los taxistas sigue viva y ya la hemos sufrido este verano: miles de coches cortando las principales calles provocan sin duda un gran caos que perjudica a toda la ciudad. El derecho de huelga frente al derecho de los usuarios a no utilizar un servicio.

Muchos piensan que todas las partes afectadas deberían sentarse a hablar para reinventar un sector que se está transformando a marchas forzadas y que puede cambiar mucho más aún en un futuro no tan lejano, cuando lleguen los coches sin conductor, por ejemplo. De ahí que ponerse de acuerdo hablando sea muy deseable pero parezca casi imposible, dados los múltiples intereses económicos que hay en el sector, y que como ha sucedido en otros países están causando verdaderos estragos.

Las críticas contra las VTC vienen por su vampirismo profesional, por sus abusos salariales, por engañar con tarifas bajas que luego se hinchan, etc. También hay mucha estopa para los taxistas, a los que se les acusa de querer ponerle puertas al progreso y a la libertad, exigiendo proteccionismo en vez de competir. La existencia de las VTC ha hecho que muchos taxistas, inteligentes y buenos profesionales, mejoren su servicio, pero por desgracia no son la mayoría; y el ratio 1/30 que ellos exigen de licencias podría aplicarse también a la calidad, y por cada taxi en malas condiciones o con un mal servicio, debería haber otros 30 que ofrecieran un servicio excelente.

Lo peor para algunos taxistas es que las VTC han convertido el viaje en coche público con chofer en una experiencia agradable: vehículos limpios por fuera y por dentro, aire acondicionado, música agradable, botella de agua, y precio garantizado. En frente de este buen servicio está la lotería del taxi, si es tu día de suerte te tocará uno tan bueno o más que una VTC, pero si no lo es… y es en ese aspecto de la calidad de servicio, aunque también exijan que se cumplan sus derechos legales, donde los taxis deben luchar para imponerse a la competencia.

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