OPINION

Tintín, Fernán Gómez y el viaje de Puigdemont a ninguna parte

Resulta tan tentador ligar el viaje de Puigdemont al Cómic belga universal que ya sus admiradores de la obra de Hergé lo han denunciado. Dicen en los mail que Tintín siempre resolvía los problemas, mientras Puigdemont los crea. Por eso, según ellos no hay posible comparación. Pero la tentación es tan grande que no me resisto a hacerla.

Hergé regó sus aventuras con personajes estrambóticos como la pareja de detectives Hernandez y Fernandez de nombre español que, en un nuevo número del cómic, sustituirían a los Mossos d'esquadra como guardaespaldas del expresident. Su exjefe Sr. Trapero sería suplantado por el Capitán Haddoc, con su barba y todo. El Profesor Tornasol, despistado y sordo, sería al exconseller Romeva que, calvo como él, no oyó las opiniones de todos los líderes internacionales avisando de la locura que suponía intentar dividir el territorio de una nación soberana, democrática y moderna. También tendría un personaje femenino. La cantante y diva Bianca Castiafore podría ser sustituida por la ex presidenta del Parlament, Carme Forcadell, que “cantó” como ninguna la canción independentista.

Pero ni Tintín es Puigdemont, ni este tiene a Milú. Como dicen los defensores del personaje de ficción, el primero resuelve temas, el segundo los complica. Por eso el viaje de Puigdemont se parece más a una tragicomedia, el tipo literario más de acorde con lo español. Pues Puigdemont, a fuer de insensato, representa a una de las personalidades más típicas de lo español. La mezcla en una misma persona de D. Quijote y Sancho Panza que describió Cervantes. Arrastrado por una utopía irreal e irrealizable, pero temiendo sus consecuencias terrenas.

En ese sentido el viaje del expresidense asemeja más a la obra del dramaturgo y actor español Fernando Fernán Gómez. En 1984 estrenó la película “Viaje a Ninguna Parte”. En ella Carlos Galán, el personaje interpretado por José Sacristán, dirige una compañía de cómicos que van de pueblo en pueblo representando obras de teatro durante la postguerra española. La tragicomedia, de sabor agridulce, muestra cómo el cine va desplazando al teatro en su itinerarios y la compañía mengua por el abandono de sus actores y la precariedad de su economía. Al final Don Carlos solo y arruinado acaba buscando trabajo en la Ciudad que siempre despreció.

Toda una parábola de la peripecia del expresident. Un triste final. Por eso le aconsejo que regrese a su Ciudad, la Cataluña de España, pida la paga de expresident, a la que supongo tiene derecho, y se retire para representar un nuevo papel: el de la búsqueda de la concordia de todos los catalanes. Al fin y al cabo Tarradellas, desde su origen republicano, lo hizo y triunfó.

Por cierto, la película ganó como mejor película, mejor director y mejor guión en la primera edición de los Premios Goya y el Premio San Jaume en 1987. ¿Casualidad?

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