OPINION

Autosuficiencia energética y participación ciudadana

Paneles solares en una vivienda. / EFE
Paneles solares en una vivienda. / EFE

El desarrollo de los sistemas fotovoltaicos de autoconsumo y la digitalización van a producir, entre otras consecuencias, un cambio en el papel de la ciudadanía en el sistema energético. No sólo porque podemos producir, mediante sistemas sencillos y relativamente económicos, parte de la energía que consumimos sino, también, porque nos van a permitir interactuar con otros usuarios de distintas formas. En este sentido, la Comisión Europea reconoce de manera explícita “el derecho de los ciudadanos a generar, almacenar, consumir y vender su propia energía renovable en condiciones justas”.

La participación de los usuarios cambia los paradigmas y las "reglas del juego" en aquellos ámbitos en los que se produce. Buen ejemplo de ello es lo que sucedió a partir de la aparición de la denominada Web 2.0. Repasemos un poco la historia de Internet desde el punto de vista de la participación, sobre todo para comprender los grandes cambios que se producen cuando los usuarios tienen la posibilidad de interactuar.

Hace 28 años, Tim Berners-Lee publicó la primera página web. Sí, para los más jóvenes, puede parecer que Internet siempre estuvo ahí, que siempre se ha podido interactuar con otros en la red a través de múltiples canales (Instagram, Facebook, Twitter, etc.). Sin embargo, el aspecto de las primeras páginas web distaba mucho de las que hoy estamos acostumbrados a ver, eran páginas estáticas en las que podíamos leer y de las que obtener información, pero siempre como usuarios "pasivos"; además, para poder publicar en la web era necesario contar con cierta infraestructura.

Sólo 12 años después aparecieron los primeros sitios web que permitían compartir información de manera más dinámica, sitios web en los que el usuario podía interactuar, al menos en cierta forma, y que dieron lugar al nacimiento de la conocida como Web 2.0. Ejemplo de estos sitios web son los blogs. Según la definición que hizo Dale Dougherty en 2004 forman parte de la Web 2.0 los sitios web en los que hay una participación colaborativa de los usuarios. Así, los usuarios pasaron de ser "consumidores" de información a incorporar también la función de "productores" de información.

En inglés, se acuñó el término prosumer, que en castellano se ha traducido por prosumidor (término no aceptado, todavía, por la RAE), como unión de pro(ductor)+(con)sumidor. Además de estas funciones es importante también el hecho de que se puede compartir (de distintas formas) la información a la que se tiene acceso. Si pensamos en nuestras rutinas diarias, la forma de obtener información y de comunicarnos ha cambiado radicalmente en los últimos 15 años. Y gran parte de ese cambio se debe, sin duda, a la posibilidad que tenemos que generar, modificar y compartir información de manera sencilla gracias a la utilización de tecnologías digitales asequibles.

En el ámbito energético, la participación de los usuarios en la generación de electricidad y la posibilidad de intercambiar, comprar, vender o compartir va a suponer un cambio radical en el modelo energético que tenemos. A este cambio va a contribuir de manera fundamental la digitalización y la penetración de los sistemas fotovoltaicos de autoconsumo, tanto por la importante bajada de precios de los módulos fotovoltaicos que se ha producido en los últimos años como por la escalabilidad de los mismos que permite hacer desde grandes plantas hasta instalaciones domésticas. Como ejemplo de la bajada de precios, señalar que el precio de cierre de la primera subasta de solar fotovoltaica en Portugal ha sido de 20 euros por MWh, cuando el precio actual del Mercado Ibérico de Electricidad es algo inferior a 50 euros por MWh; o la reducción de un 74% del coste de las instalaciones fotovoltaicas (en promedio global para distintos tamaños), según el informe IRENA (2019) "Renewable Power Generation Costs in 2018".

En los últimos años se empieza a utilizar cada vez más el concepto de edificios de energía casi nula, nZEB (del inglés near Zero Energy Buildings). Este concepto se está empezando también a utilizar para viviendas, barrios o ciudades. Una vivienda de este tipo es aquella que tiene algún sistema de generación de energía (electricidad, en este caso) que le permite producir tanta energía como consume la vivienda a lo largo de un periodo de tiempo, normalmente un año. Podemos considerar a estas viviendas como autosuficientes energéticamente. Los sistemas fotovoltaicos de autoconsumo son un pilar fundamental para conseguir viviendas nZEB. Es cierto que, para lograr la autosuficiencia energética con este tipo de instalaciones, la vivienda intercambiará energía con la red, vertiendo los excedentes de producción a determinadas horas y consumiendo de la red cuando no haya producción fotovoltaica. En el caso de sistemas de autoconsumo con sistema de almacenamiento (normalmente baterías o incluso la posibilidad de usar vehículos eléctricos) esos intercambios con la red se pueden minimizar de manera significativa, especialmente si el usuario hace algún tipo de gestión de la demanda (automática o manual). De nuevo, y por analogía, estamos hablando de sistemas (viviendas) en los que el usuario participa, comparte, interactúa y decide; sistemas en los que el usuario tiene una clara conciencia de su papel y de las consecuencias de su comportamiento.

Lo que parece importante es que cuando se pone el foco en el concepto de autosuficiencia energética y en lograr viviendas de “energía cercana a cero”, pensamos en el usuario como productor, consumidor y gestor de la energía, con un papel activo, de una manera más clara que cuando hablamos del concepto de autoconsumo, en el que el foco se sitúa en el consumo y en el usuario como consumidor (ya que este concepto se refiere a la parte de la energía producida que es consumida en la propia vivienda). Así, la autosuficiencia energética y el rol de prosumidor ayudan a comprender mejor la importancia de conocer cómo, cuándo y cuánta energía consumimos en relación a la que somos capaces de generar y tiene como consecuencia lograr una mayor concienciación de nuestra responsabilidad en el uso (consumo) eficiente de la energía. A esto contribuirá, sin duda, el hecho de tener información de los datos de producción y consumo de energía mediante sistemas de fácil acceso y uso. Ahora mismo, si cualquier usuario quiere conocer esta información en tiempo real tiene que ir a dónde está su contador y mirar esos valores (ir físicamente) o, bien, necesita instalar en su vivienda algún sistema de medida adicional; eso a pesar de que toda esa información está almacenada en los contadores inteligentes que ya existen en nuestras viviendas. Señalar aquí que estaría bien analizar el "abuso" que hacemos al utilizar, en este caso, la palabra "inteligente", uso al que estamos empezando a acostumbrarnos sin plantearnos ni siquiera dónde está esa inteligencia y para qué se emplea.

En este sentido, hay que recordar que para conseguir una participación activa de la ciudadanía en la conocida Web 2.0 fue necesario no sólo que existiera la posibilidad de interactuar, sino que además fue imprescindible que se desarrollaran sistemas de bajo coste y fácil uso y acceso como fueron, en sus inicios, los ordenadores portátiles y, hoy en día, los teléfonos inteligentes, que han permitido esa interacción y, por supuesto, fue necesario que la legislación lo permitiera.

En el caso de la energía, no es suficiente con que hayan bajado los precios de sistemas de autoconsumo, con que esté la información en nuestros contadores, con que exista la tecnología para conocer esa información, con que haya voluntad de participación, de compartir, de ahorrar, ya que nos falta algo fundamental: que exista una legislación que nos permita acceder de manera sencilla a toda esa información, imprescindible para poder ser más autosuficientes y, sobre todo, para hacer partícipe y responsable a la ciudadanía en la urgente y necesaria transición energética.

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