OPINION

Las empresas de la eterna juventud: los jefes del Ibex se resisten al retiro

Patio de la Bolsa de Madrid.
Patio de la Bolsa de Madrid.
EFE

El presidente de Repsol, Antonio Brufau (Mollerusa, 1948), cumplirá en octubre 14 años al frente de la petrolera. En 2004, con 56 años, sustituyó en la presidencia a Alfonso Cortina, que entonces tenía 60. Hace cuatro años, siguiendo las recomendaciones de buen gobierno internacionales, se repartió el poder en la compañía con Josu Jon Imaz (Zumárraga, 1963). Imaz había doblado justo el cabo del medio siglo. El reparto parecía el acto obligado antes de la jubilación. Pero no.

Brufau, según ha publicado El Confidencial, no descarta seguir en la cúpula de la compañía cuatro años más. No es un caso excepcional. El presidente de Iberdrola, Ignacio Galán, de 68 años y cuyo mandato finaliza en 2019 piensa en abandonar el cargo, pero a partir de 2022, cuando haya adquirido la perspectiva que proporcionan siete décadas de vida intensa. "Todos deseamos llegar a viejos, y todos negamos que hayamos llegado", dejó escrito Francisco Quevedo.

Brufau y Galán, dos de los grandes del Ibex 35, compensan en negativo el proceso de renovación generacional registrado en las grandes empresas en los últimos años, de Telefónica a OHL, pasando por el Banco Santander, Inditex o Iberia. El argumento para mantener el cargo no es muy original. Tiene que ver con el aura de imprescindible que acompaña siempre a quien llega a la cima y se hace con los controles del aparato, sea empresarial o político.

El caso de Zoido

Los anuncios de permanencia de Brufau y Galán se confirmarán o no en los próximos meses, pero no son excepcionales. En marzo del pasado año, Antonio Zoido (73) el presidente Bolsas y Mercados (BME)-el operador de todos los mercados de valores y sistemas financieros-, renovó por cuatro años más al frente de la compañía que controla el grupo March. Zoido, como otros en su misma situación antes, había prometido echarse a un lado en la última renovación.

Patio de la Bolsa de Madrid.
Patio de la Bolsa de Madrid. / EFE

Remover los tapones que impiden o retrasan la llegada de savia nueva a las organizaciones cuesta mucho. Y eso es muy negativo. A menudo, en las grandes empresas, la tentación de los directivos de atarse al timón es insuperable. A veces hasta se apropian de la empresa, lo que es la antesala de sonadas batallas y, a menudo, de un desastre empresarial. En los medios de comunicación hay casos recientes.

La edad media de casi el 50% de los presidentes del Ibex supera los 60 años. En sí mismo no es un dato ni bueno ni malo. Los 60  es una buena edad para trabajar. Lo que no es positivo es que se extienda el propósito de resistencia entre empresarios y banqueros que superan con mucho la edad de retiro. Ejemplos notables son el presidente de Red Eléctrica de España (REE), José Folgado (74 años); el presidente del BBVA, Francisco González (74 años y 22 ejerciendo como banquero); el presidente de Inmobiliaria Colonial, Juan José Brugera (71), o Florentino Pérez, presidente de ACS y del Real Madrid, de 71 años.

Nuevas ideas, nuevos ejecutivos

Si la economía española aspira a entrar en la era digital y apostar por un nuevo modelo productivo necesita nuevas ideas y también nuevos ejecutivos que las impulsen. Los hay. España ha mejorado mucho en este sentido. Pero quedan muchas resistencias. En 2009, la Academia Sueca concedió el Nóbel de Economía a dos economistas -Elinor Ostrom y Oliver E. Williamson- por sus trabajos para promover la responsabilidad de las empresas ante la sociedad y no solo ante sus accionistas. En España esas ideas no han calado. O al menos, no han calado todavía.

Los empresarios más veteranos, aunque no solo ellos, tienen dificultades para entender que el verdadero capital de una empresa no son las acciones sino la suma del factor trabajo con la red de proveedores, los socios y quienes están dispuestos a compartir tecnología, ideas y estrategias. Todavía prima la búsqueda de equilibrios, el reparto de beneficios y, al fin, asegurar el puesto en la cima. En muchos casos, se huye del riesgo y solo se invierte cuando hay una red que internaliza los beneficios cuando hay negocio y socializa las pérdidas si se fracasa.

España envejece. En 2000, la edad media de los españoles -sin contar la población extranjera- se situaba en los 40 años. La progresión se acelera y la edad promedio se acerca ya a los 44 años. Precisamente por eso, para no perder el tren de progreso, las empresas tienen que apostar por la renovación. Envejecer no es nada; lo terrible es seguir sintiéndose joven (Oscar Wilde).

Mostrar comentarios