OPINION

Un mundo mejor a pesar de Davos

Una reunión de 1.900 empresarios y directivos, 350 representantes políticos y 70 jefes de Estado es, sin duda, un gran acontecimiento. Si además se reúnen bajo el lema "Crear un futuro compartido en un mundo fracturado (Creating a Shared Future in a Fractures World)" el encuentro apunta a lo más alto. En la localidad suiza de Davos, al pie de la montaña que inspiró a Thomas Mann, los poderosos del mundo dan cada año un repaso -van 48- a la situación de la economía mundial; analizan sus problemas y adelantan recetas para mejorar la situación que casi nunca funcionan

Así es el juego. Los amos del mundo, los "Davos Men" and "Davos Women", se suben al escaparate suizo -es en rigor la Asamblea Anual del Foro Económico Mundial- para certificar su pertenencia a la élite económica y opinar sobre la marcha de un mundo que mejora....a su pesar. La humanidad avanza, pero no por las fórmulas que proponen. Tampoco por sus acciones.

No sería justo decir que los encuentros anuales de notables, que comenzaron allá por 1971, han sido completamente inútiles. Los analistas de El Orden Mundial del SXXI resaltaban esta semana algunos de los acontecimientos más trascendentales de los que Davos ha sido protagonista: acercamiento entre Grecia y Turquía en 1988, el encuentro de Nelson Mandela con el entonces presidente de Sudáfrica, Frederik de Klerk, en 1992, y la reunión entre el expresidente de Israel, Simon Peres, y Yasser Arafat, antiguo líder de la Organización para la Liberación de Palestina, en 1994. En Davos también se han fraguado iniciativas que tienen como objetivo el trabajo conjunto en materia de salud, educación, cambio climático, recursos básicos y corrupción. Chispazos.

Un mundo mejor

Es cierto que el mundo ha mejorado. En los dos últimos siglos, mucho y de forma acelerada. El índice de pobreza extrema, la educación básica, las libertades democráticas, las tasas de vacunación y los índices de mortalidad infantil, entre otros indicadores, muestran un mundo mejor. Pero no gracias a los "Davos Man".

Muy al contrario, la mayoría de los asistentes al encuentro son responsables de que un mundo globalmente más rico, sea cada vez más desigual. Muchos de ellos, sino la mayor parte, participaron en el juego que acabó en el gran estallido financiero del año 2007. Una explosión que dejó al mundo desarrollado atónito ante la fragilidad de las estructuras económicas y sociales desarrolladas desde la Segunda Guerra Mundial.

El informe de la ONG Oxfam que la organización publica cada año coincidiendo con el gran encuentro económico en Suiza también forma parte del juego. Es el negativo –exagerado sostienen sus críticos- de los logros que cada año intentan vender en Davos. El informe de este año -Premiar el trabajo, no la riqueza- es demoledor.

Según el estudio, el año pasado la riqueza de la élite aumentó en 762.000 millones de dólares. Un incremento que podría haber terminado con la pobreza extrema en el mundo hasta siete veces. El problema es que el 82% de esa riqueza fue a parar a manos del 1% más rico. El 50% más pobre no se enteró de la mejoría general y la brecha entre ricos y pobres viene aumentando sin descanso durante las últimas tres décadas.

Desigualdad y populismo

La desigualdad se acelera y al mismo tiempo se hincha el populismo. Es la pesadilla de la élite de Davos, devotos de la globalización y del liberalismo que, aunque ya no consideran a la crisis económica como un factor de desestabilización, sí abogan por una reforma del capitalismo para evitar riesgos. En realidad no es algo nuevo.

Hace una década, en pleno estallido de la tormenta financiera, el entonces presidente francés, Nicolás Sarkozy, propuso "refundar el capitalismo sobre bases éticas, las del esfuerzo y el trabajo, las de la responsabilidad, porque hemos pasado a dos dedos de la catástrofe". Casi una década después, los responsables del desaguisado siguen reclamando reformas fundamentales del capitalismo como respuesta a la desigualdad.

Pero sin mucho criterio. Hasta el famoso economista Kenneth Rogoff, polemista, autor controvertido y buen conocedor de las cañerías internacionales por las que fluye el gran capital tiene dudas sobre las capacidades reales de la materia reunida en la Montaña Mágica. Lo dijo esta semana en el gran escaparate del poder y del dinero: “Las instituciones financieras ni siquiera tienen un plan A en caso de que tengamos otra crisis”. Eppur si muove. A pesar de Davos.

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