OPINION

Testículos de cobaya y perro prensados, el Viagra del siglo XIX

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"Cuando se quiere ser médico, es necesario querer ser cobaya"

Peter Sloterdijk

En uno de los capítulos de su fundamental tratado "Testo yonqui", Beatriz Preciado habla del "principio autocobaya", una etiqueta del filósofo Peter Sloterdijk para referirse a la experimentación en el propio cuerpo del científico de los remedios que investiga. Preciado no predica en carne ajena: su libro incluye una detallada crónica sobre su conversión en una hembra alfa mediante la aplicación de parches de testosterona en su piel, subvirtiendo la asignación de etiquetas de género que denuncia en el "testo".

Preciado sigue los pasos de Charles-Edouard Brown-Séquard, fundador de la organoterapia, que arruinó su carrera médica tras hacer pública su experimentación con extractos de animales. En palabras de Preciado:

(...) Pero lo más interesante de Brown es su deseo de autoexperimentación, el modo en el que, fascinado por el suplemento que promete el extracto, utiliza su propio cuerpo como campo de ensayo clínico. "En 1889 Brown arruina su carrera al anunciar a sus colegas de la Societé de Biologie de París que se había inyectado a sí mismo extractos de testículos de cobaya y perro prensados"*. Los resultados fueron espectaculares: había experimentado un renovado vigor y un incremento de la claridad mental. Igualmente, aquellas pacientes femeninas a las que había administrado jugo de ovarios de cobaya filtrado habían experimentado mejoría física y mental.

Sin embargo, la organoterapia no llegó a cuajar como terapia alternativa y hoy es una rama marginal de la homeopatía. Según recuerda la investigadora Nelly Oudshoorn**, "al cabo de una década, sin embargo, los nuevos tratamientos quedaron desacreditados. Brown-Séquard admitió que los efectos de las inyecciones testiculares eran de corta duración y, probablemente, resultado del poder de sugestión".

Pero el desliz de Brown-Séquard no desacredita el principio autocobaya, del que Preciado se declara ferviente seguidora:

"Porque me he convencido de que la feminidad y la masculinidad son construcciones cultrales, ficciones somáticas, puedo y en algún sentido debo experimentar con estas construcciones. En un mundo donde los laboratorios farmacéuticos y las instituciones médico-legales estatales regulan el uso y el consumo de las moléculas activas de la progesterona, el estrógeno y la testosterona, parece anacrónico hablar de prácticas de representación política sin pasar por experimentos perfomativos y biotecnológicos de la subjetividad sexual y de género".

Finalmente, la autora decide añadir a su ingesta de testosterona una faloplastia: la construcción de un pene a partir de la piel y el músculo del antebrazo y una vena de la pierna.

* Chandak Sengoopta, "The most secret quintessencie of life, sex, glads and hormones". ** Nelly Oudshoorn, "Hormones Technique et Corps". Artículo sobre los efectos de la inyección de extractos testiculares, escrito por Brown-Sequard para The Lancet en 1889 [.pdf]Las citas y bibliografía están extraídas de "Testo yonqui", un libro que Vd. debería tener en su mesa camilla.

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