Un año en el que Brasil comenzó a creer que la corrupción tiene castigo

  • La impunidad y la corrupción, dos males para muchos endémicos en Brasil, fueron golpeados como nunca antes este año, con un sonado juicio que condenó a prisión a 25 políticos y empresarios por corruptelas ocurridas durante el primer mandato de Luiz Inácio Lula da Silva.

Eduardo Davis

Brasilia, 17 dic.- La impunidad y la corrupción, dos males para muchos endémicos en Brasil, fueron golpeados como nunca antes este año, con un sonado juicio que condenó a prisión a 25 políticos y empresarios por corruptelas ocurridas durante el primer mandato de Luiz Inácio Lula da Silva.

Fueron más de 50 audiencias en el Tribunal Supremo para que los jueces concluyeran que el Partido de los Trabajadores (PT) se valió, entre 2002 y 2005, de una red de corrupción con la que financió sus campañas y sobornó a dirigentes de cuatro partidos para "comprar" la mayoría parlamentaria que Lula no había alcanzado en las urnas.

"Fue el más atrevido y escandaloso esquema de corrupción y desvío de dinero público descubierto en Brasil", según afirmó el procurador general de la República, Roberto Gurgel, en un informe que remitió al Supremo con 44.265 páginas repletas de "pruebas documentales" y más de 600 testimonios.

De los 36 acusados en el llamado "juicio del siglo", 25 fueron hallados culpables y condenados a penas que, en total, llegan a unos 280 años de cárcel por escándalos que tanto Lula como el PT, partido que el exmandatario fundó en 1980 bajo la bandera de la honestidad, aún no aceptan y niegan.

Entre los condenados, los más prominentes son el exministro de la Presidencia José Dirceu, el expresidente del PT José Genoino y el antiguo tesorero de esa formación Delubio Soares, todos del entorno más íntimo del expresidente Lula.

Dirceu, quien sostiene que ha sido "víctima" de un "tribunal de excepción" y de un "juicio político", fue durante décadas el más fiel escudero de Lula y ha recibido una sentencia de diez años y diez meses de prisión como "jefe" y "mentor" de las corruptelas.

"Era plenipotenciario y, en la práctica, operaba como un primer ministro" del Gobierno, dijo sobre Dirceu el entonces presidente del Supremo, Carlos Ayres Britto.

La pena más dura le fue aplicada al publicista Marcos Valerio Fernandes, quien puso dos de sus empresas al servicio de la red tejida por el PT y fue condenado a 40 años de cárcel.

En los tramos finales del juicio, y ya sentenciado, Fernandes se presentó ante el Ministerio Público para negociar una reducción de pena a cambio de una nueva declaración, en la que aseguró que Lula, quien no fue incluido entre los acusados, "sabía" de todo, lo "avaló" e incluso obtuvo "beneficios personales".

Su intento fue en vano, pero sirvió para proyectar la sombra del escándalo sobre Lula, quien desde que comenzó el proceso, el pasado 2 de agosto, se ha negado a declarar sobre el asunto.

Los analistas políticos son unánimes en el sentido de que este juicio ha sido un duro golpe a la impunidad y revierte la idea, generalizada en Brasil, de que la corrupción jamás se castiga.

"Las instituciones funcionaron y dijeron que se puede acabar con la impunidad" y que "los poderosos no siempre son inmunes", dijo a Efe el analista Wanderley Reis, de la Universidad Federal de Minas Gerais, para quien este proceso deja como "advertencia que no todo vale en la política".

Sin embargo, Reis y otros analistas también sostienen que este juicio no ha afectado la imagen del PT, que primero con Lula y ahora con la presidenta Dilma Rousseff, ha impulsado políticas sociales que favorecieron a millones de excluidos y crearon una nueva "clase media" en el país.

De hecho, y pese a la trascendencia de un proceso que mantuvo en vilo a la política nacional, la mayoría de la sociedad brasileña no pareció prestarle mucha atención.

Aunque todas las sesiones fueron públicas, en cada una de ellas siempre hubo más periodistas que curiosos, que en su mayoría eran estudiantes de Derecho.

Cada sesión fue transmitida en directo por televisión, pero sólo por canales de cable y los niveles de audiencia fueron mínimos, pese a que el caso dominó espacios en todos los medios de prensa durante casi medio año.

Ese ínfimo interés de los brasileños explica, según coinciden muchos analistas, que el PT haya sido el partido que más creció en las últimas elecciones municipales, celebradas en octubre pasado, en medio del proceso.

Asimismo, explica la popularidad que conserva Lula, quien pese a haber sido salpicado casi a diario por el "juicio del siglo" y por nuevos escándalos, si fuera candidato en las presidenciales del 2014 sólo sería derrotado, según encuestas, por la propia Rousseff.

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