Para alcanzar esta conclusión, publicada en 'Scientific Reports', los investigadores analizaron a 876 mujeres adultas y ancianas a las que solicitaron que consumieran ácidos grasos Omega-3, presentes en el aceite de pescado, analizando posteriormente los niveles en sangre de estos ácidos.
De esta forma, los expertos observaron que aquellas que consumían más Omega-3 tenían una microbiota más diversa en el intestino, lo que se asociaba a un menor riesgo de diabetes, obesidad y enfermedades intestinales como la de Crohn.
"Nuestro estudio es el más grande hasta la fecha para examinar la relación entre los ácidos grasos omega-3 y la composición del microbiota intestinal. Esta cohorte de mujeres voluntarias se había utilizado previamente para investigar la contribución genética humana a la microbioma intestinal en relación con el aumento de peso y la enfermedad. Examinamos su ingesta de ácidos grasos omega-3 usando cuestionarios de frecuencia alimentaria y encontramos que estos datos, junto con sus niveles séricos de omega-3, estaban fuertemente asociados con la diversidad y el número de especies de bacterias sanas en el intestino", ha comentado la investigadora Ana Valdés.
Además, los científicos observaron que los altos niveles de Omega-3 en sangre estaban correlacionados con altos niveles de un compuesto llamado N-carbamilglutamato (NCG), el cual se ha demostrado en animales que reduce el estrés oxidativo en el intestino.
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