¿Almanaques versus Meteosat? Una coexistencia pacífica

  • Aunque ya no hace falta jugarse el bigote para convencer al televidente de un pronóstico meteorológico gracias al Meteosat, los populares almanaques con predicciones no científicas y otras informaciones útiles aún perduran y conviven con las nuevas tecnologías en pleno siglo XXI, el de la globalización.

Roberto Jiménez

Valladolid, 1 feb.- Aunque ya no hace falta jugarse el bigote para convencer al televidente de un pronóstico meteorológico gracias al Meteosat, los populares almanaques con predicciones no científicas y otras informaciones útiles aún perduran y conviven con las nuevas tecnologías en pleno siglo XXI, el de la globalización.

Hasta cinco siglos de vida arrastran en España y Portugal, "desde la publicación en el siglo XV de títulos debidos al judío Zacuto y al bachiller Hoces", en un principio con augures sobre el tiempo, luego con añadidos de naturaleza, salud, agricultura e incluso navegación, y más tarde con noticias civiles y religiosas, glosas de festividades, vidas de santos y avisos de capa variopinta.

Desde el "Lunario y pronóstico perpetuo" (1594), de Jerónimo Cortés, hasta el popular "Calendario Zaragozano" que aún se edita en papel y comenzó a publicar en 1840 el astrólogo Mariano Castillo, estos repertorios no sólo han sobrevivido, sino que además han encontrado en las nuevas tecnologías un aliado para su difusión.

Es el caso del "Almanaque Popular de Castilla y León" que acaba de poner en marcha el etnógrafo Joaquín Díaz a través de internet (www.funjdiaz.net/almanaque), un compendio de tradiciones, ritos, creencias, costumbres, biografías y fiestas populares de esta comunidad autónoma, asociadas al calendario y con el relato de vidas piadosas como 'santo y seña'.

Incluye dibujos y grabados históricos alusivos, así como archivos sonoros y enlaces de carácter documental para ampliar la información referida, todo ello extraído de los fondos sonoros, hemerográficos y bibliográficos acumulados por Díaz desde hace medio siglo y depositados en la fundación que dirige en Urueña (Valladolid).

"A partir del siglo XIX, en pleno apogeo del Romanticismo y con la ayuda inestimable de los viajes pintorescos que proliferaban en la época, los almanaques se enriquecieron con informaciones y datos sobre monumentos, personajes y ciudades o pueblos, como si de una guía se tratara", ha explicado el etnógrafo a la Agencia Efe.

Se convirtieron así en cauce único para la amplia gama de tratados, breviarios u opúsculos que, sobre astrología, ciencia, agricultura o adivinación, hicieron fortuna en determinadas épocas debido, principalmente, al trabajo de estudiosos sumidos hoy en el más completo anonimato o desconocimiento.

Es el caso, ha recordado Joaquín Díaz, de Rodrigo Zamorano (1542-1623), originario de Medina de Rioseco (Valladolid), cosmógrafo, piloto mayor de la Casa de Contratación de Sevilla y "uno de los hombres más sabios de su época en la corte de Felipe II", a quien se deben no sólo almanaques o anuarios, sino también libros de navegación, matemática y astronomía.

Pero también Victoriano Zaragozano, muy conocido en la España del siglo XVI, "a quien Mariano Castillo dedicó en su honor el calendario que comenzó a publicar a partir de 1840: por eso le llamó zaragozano, por su apellido y no por haber nacido ambos en sendos pueblos de la provincia de Zaragoza", ha precisado.

El Calendario Zaragozano, más lindero a la cabañuela que al rigor científico, aún se puede comprar cada año en quioscos y librerías después de una provecta trayectoria que cuenta casi 175 años.

Su autor, el astrólogo Mariano Castillo (1821-1875), presintió su muerte minutos antes de una granizada que también vaticinó.

El vocablo 'almanaque', apunta Díaz, procede del árabe 'al manâh' (lugar donde descansaban los camellos en una travesía) y ése a su vez del latín 'manachus', círculo de los meses del año.

"Al parecer -ha precisado- 'manâh' se refiere al signo del Zodíaco o lugar donde el sol descansaba doce veces a lo largo del año", y los almanaques fueron en un principio un regalo que los astrólogos hacían a sus príncipes o reyes en Año Nuevo.

Esta costumbre, la de ofrendar con el cambio de año, ha pervivido hasta no hace tanto tiempo como regalo de empresas con miras comerciales, y se ha refugiado en pequeños empeños como el calendario del Sagrado Corazón de Jesús -el popular 'taco' de hojas que se arranca cada jornada-, y en las efemérides de los medios informativos.

Mostrar comentarios