La Ciencia abandonada

  • La falta de inversión ha dejado algunos centros de investigación en una situación paradójica. Instalaciones desiertas, laboratorios sin investigadores y megainfraestructuras, como el Instituto de Medicina Molecular "Príncipe de Asturias", que costaron millones de euros pero permanecen cerradas y vacías. Son las consecuencias de la falta de dinero, pero también de la ausencia de una planificación seria en materia científica.

Edificio del Instituto de Medicina Molecular Príncipe de Asturias (Foto: Miguel Fernández)
Edificio del Instituto de Medicina Molecular Príncipe de Asturias (Foto: Miguel Fernández)
Miguel Fernández

La fachada blanca del Instituto de Medicina Molecular Príncipe de Asturias (IMMPA) y sus enormes cristaleras brillan en mitad del campus de Alcalá de Henares como la silueta de un trasatlántico. Ocupa 50.000 metros cuadrados de superficie y alberga más de 30 laboratorios, congeladores, incubadoras de CO2 y un animalario completo, pero en su interior no hay ni un solo investigador, el edificio está completamente vacío.

La obra para construir el IMMPA fue presupuestada en 50 millones de euros y lleva meses terminada, pero no hay presupuesto para poner el centro en marcha. Proyectado para ser uno de los centros punteros en biomedicina, la fachada del instituto se ha convertido en una especie de metáfora de la situación de la Ciencia en España: una inmensa infraestructura sin dinero para hacerla funcionar.

* Actualización 11-11-12:El IMMPA será el Instituto de Investigaciones Médicas

Unos metros más allá, justo detrás de este coloso abandonado y sobre el mismo terreno, el paseante accidental tropieza con los cimientos de una construcción que ha quedado a medias. Entre sus pilotes, como las ruinas de un viejo palacio cretense, corren decenas de conejos y codornices que han hecho de este rincón su paraíso particular. Son los restos de la que iba a ser la sede del Instituto Cajal, adjudicado a la empresa Acciona y cuyas obras fueron interrumpidas en noviembre de 2010 por la falta de fondos y las nuevas políticas de contención del gasto. El terreno que iba a ser el principal núcleo de investigación del sistema nervioso, para enfermedades como el Parkinson y el Alzheimer, es ahora pasto de las liebres.

El otro gran símbolo de los recortes en Ciencia es el Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia (CIMPF), otro buque insignia construido en tiempos de bonanza y que a finales de 2011 despidió a la mitad de los investigadores. Recientemente, y como consecuencia del ERE, el centro ha estado quince días cerrado y apagado para ahorrar en gastos de luz, y volverá a cerrar en agosto. Una parte del edificio de 32.000 metros cuadrados está vacía y decenas de salas blancas permanecen sin utilizar. "Somos 170 personas y caben 600", admite la directora del centro, Rosa Valenzuela, a lainformacion.com. "Es verdad que el centro no está en producción al 100%".

La fotografía que hay en la web del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE) pertenece al edificio que ocuparon los investigadores hasta el año pasado en Albal (Valencia). La crisis obligó a cerrar esta infraestructura de 2.000 metros cuadrados y a trasladar a los investigadores al Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), en Moncada. La nave está vacía y en su interior quedan las mesas de laboratorio y más de 30 campanas de extracción de gases que nadie se ha podido llevar y permanecen olvidadas.

El banco de cerebros del Instituto de Neurociencias de Castilla y León es otra de las víctimas de la falta de inversión. En un sótano de este instituto, en Salamanca, se guardan los restos de los ocho cerebros recibidos hasta el momento de su cierre, hace unos meses, como consecuencia de la falta de fondos. "El banco se creó el mes de abril del año pasado", nos cuenta su director, Miguel Ángel Merchán. "Un convenio con la Universidad de Salamanca permitió adquirir el equipamiento por 115.000 euros. Se compraron los arcones congeladores, el nitrógeno líquido, el sistema de tallado y un software que costó casi 20.000 euros". Pero el contrato de los dos técnicos especialistas se terminó y nadie les renovó. "Tuvimos ocho donaciones y muchos futuros donantes, 28 en un período de cuatro meses", explica Merchán, "pero sin técnicos lo tuvimos que cancelar y si ahora hay una donación se ocupa Madrid, aunque la distancia es un problema".

En una y otra institución la situación se repite. La falta de presupuesto ha congelado decenas de líneas de investigación y la utilidad de algunas inversiones queda cuestionada por la falta de continuidad. Algunos investigadores creen que se ha obrado con poca previsión y siguiendo criterios a corto plazo. "Lo que han hecho en algunos centros de investigación es vergonzoso", asegura Amaya Moro-Martín, portavoz de la plataforma Investigación Digna. "Se han gastado el dinero en edificios. El centro Príncipe Felipe, o el IMPPA, están sobredimensionados, es un lujo que no corresponde al presupuesto que luego se maneja".

El caso del Instituto de Medicina Molecular que ahora permanece vacío en Alcalá ha despertado críticas desde el principio, por su ubicación e idoneidad, y fuentes del Gobierno admiten que puede terminar dándose al edificio un uso diferente al planificado. "Está claro que después de gastar un dineral, tendríamos que aprovechar la infraestructura de alguna manera", asegura el investigador Óscar Marín, premio Jaime I a la investigación básica. "La reflexión que hay que hacer es, si al igual que el aeropuerto de Castellón, ésta ha sido la más feliz de las ideas; hacer un megacentro en el campus de Alcalá de Henares que ni siquiera está entre los primeros del ránking nacional…"

Para muchos esto son solo ejemplos de la falta de constancia de nuestro sistema. Poner en marcha el CIPF y después dejarlo caer echando a la mitad de sus investigadores no tiene sentido. Tampoco lo tiene invertir en un complejo como el del campus de Alcalá y frenarlo. "Hay que hacer las cosas con cabeza", asegura el investigador Carlos Simón, que dimitió como director científico del Príncipe Felipe tras los recortes. "Hay que invertir en la investigación en sí, no en cosas que se puedan poner como escaparate y que luego el escaparate se rompa. La inversión debe ser constante, a lo largo de las décadas e independientemente del gobierno que sea". En otros países, como EEUU, las inversiones no se ven sometidas a los altibajos de la economía y se da la estabilidad que necesita la investigación científica. En España se ha invertido históricamente poco, pero cuando ha habido dinero no se ha pensado en el futuro.

"En la universidad hay miles de ejemplos", insiste Marín, "la política expansiva del ladrillo también se puso en práctica para construir universidades". "Hemos sufrido con los centros de investigación de las mismas malas costumbres que el resto de la sociedad y la burbuja del ladrillo", sostiene Moro-Martín, "la costumbre de gastarte por encima de tus posibilidades". La falta de previsión ha conducido a una situación en la que tenemos grandes infraestructuras pero no hay dinero para pagar las investigaciones y centros como el CSIC están pidiendo a sus trabajadores que ahorren en papel o agua caliente. Invertir sin un horizonte estable produce escenarios tan paradójicos como el que vivimos, con una flota de trasatlánticos vacíos y laboratorios que cogen telarañas, mientras la tripulación de investigadores se marchan con su conocimiento fuera de España porque no hay dinero para apostar por ellos.

Ver también: La Ciencia española se hace vieja / El recorte no solo mata ratones

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Antonio Martínez Ron
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