Portugal revive el medievo para celebrar sus ancestrales carnavales

  • Sátiros que persiguen muchachas, muñecos de paja apaleados al caer la noche y juicios públicos al estilo medieval son los ancestrales ingredientes del carnaval portugués más tradicional, origen además del de Brasil, hoy referencia mundial.

Sabrina Aid

Lisboa, 1 mar.- Sátiros que persiguen muchachas, muñecos de paja apaleados al caer la noche y juicios públicos al estilo medieval son los ancestrales ingredientes del carnaval portugués más tradicional, origen además del de Brasil, hoy referencia mundial.

En el interior de Portugal todavía se encuentran en estas fechas festejos inspirados en aquellos que se celebraban siglos atrás, aunque en el resto del país la tendencia es inversa debido a la influencia del folclore de los desfiles cariocas, que poco tienen que ver con las raíces lusas.

"Lejos de los carnavales de las grandes urbes se mantienen rituales expurgatorios (en el interior), cuyos orígenes se pierden en los tiempos", explicó en declaraciones a Efe Alexandre Parafita, miembro del Centro de Tradiciones Populares Portuguesas de la Universidad de Lisboa.

Fueron los portugueses precisamente quienes transmitieron a los brasileños la costumbre de celebrar el carnaval allá por el siglo XVII, cuando colonizaron su territorio y llevaron consigo la tradición del "entrudo".

El "entrudo" es un rito heredado de los romanos, quienes para honrar a los dioses Pan y Saturno permitían a los esclavos intercambiar sus papeles con sus "amos".

"Era un tiempo de inversión, placer y exageración, en el que los esclavos pasaban a ser libres en sus palabras y sus acciones, pudiendo criticar públicamente a sus señores", detalló Parafita.

El investigador recordó que en Brasil también se practicaron rituales similares tras la llegada de los portugueses, con los vecinos lanzándose harina, huevos y agua unos a otro por la calle.

"Los esclavos negros se empolvaban a sí mismos con harina de trigo para imitar y provocar a las familias blancas", explicó.

Las zonas rurales lusas siguen fieles a sus rituales medievales, que oscilan entre lo pagano y lo religioso, con figuras satíricas y terroríficas.

Es el caso del municipio de Podence, al nordeste del país, que por su proximidad con la frontera atrae a muchos españoles con sus "caretos", hombre vestidos con trajes de colores y máscaras demoníacas que persiguen y asustan a los transeúntes con el ruido ensordecedor de los cencerros que llevan pegados a la cintura.

"Recorren las esquinas de la aldea, entran y salen por las ventanas de las casas y los cobertizos, trepan por los tejados y arrastran a la calle a las chicas", relató Parafita.

Cerca de allí, en Paradinha Nova, los mozos construyen muñecos de paja, los colocan en diferentes puntos del pueblo y por la noche los cuelgan de los árboles para después destrozarlos a palos.

En otra pequeña aldea norteña, Pinela, los vecinos participan en la caza a un muñeco que simboliza el "entrudo", escondido en una casa sin que su inquilino lo sepa.

Otra tradición similar se celebra en Carrazedo, donde los muchachos colocan un muñeco de paja en la puerta de la casa de alguna de las mujeres solteras del pueblo. Reza la leyenda que aquella que encuentra el muñeco en su puerta no contraerá matrimonio.

Pero esto sólo ocurre en el Portugal más profundo. En el resto del país, los mismos que un día llevaron hasta el continente americano sus tradiciones carnavelescas hoy tienden a celebrarlo inspirándose en los famosos desfiles de Río de Janeiro. Un viaje de ida y vuelta.

"En Portugal, el 'entrudo' se celebra en febrero, una época de frío, mientras que en Brasil por esas mismas fechas hace calor", justifica Parafita, quien atribuye a las elevadas temperaturas la escasa ropa utilizada en la ciudad carioca, convertida ya en seña de identidad.

La región de Mealhada (centro), por ejemplo, presume de ofrecer el carnaval más brasileño de todo Portugal con su apuesta de seis días consecutivos de festejos, en los que no faltarán las escuelas de samba.

En otros puntos de la geografía lusa parecen optar por un punto intermedio y entremezclan ritos tradicionales y actividades "importadas" de países extranjeros.

"Siempre son un motivo de atracción turística y en ellos se satiriza a los poderosos, se rompen las prohibiciones", resumió este experto en tradiciones lusas.

Uno de los más famosos y multitudinarios es el de Torres Vedras, donde el protagonismo recae en los carruajes, los cabezudos que imitan a personajes conocidos de la política y la sociedad portuguesa y a los que se suman hombres travestidos de mujer, conocidos como "matrafonas".

Cinco días de fiesta, cerca de 350.000 visitantes y más de nueve millones de euros son las cifras que marcaron en 2013 esta cita, que ya incluso ha presentado su candidatura para ser considerado Patrimonio Inmaterial de la Unesco.

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