Saura y su versión "popular e irrespetuosa" de "El gran teatro del mundo"

  • Había dirigido ópera y danza, pero el cineasta Carlos Saura se convierte en debutante a sus 81 años en el género del teatro de palabra. Lo hace nada menos que con "El gran teatro del mundo", de Calderón de la Barca, pero con una versión "popular, libre e irrespetuosa" que estrena el 4 de abril en Madrid.

Mateo Sancho Cardiel

Madrid, 22 mar.- Había dirigido ópera y danza, pero el cineasta Carlos Saura se convierte en debutante a sus 81 años en el género del teatro de palabra. Lo hace nada menos que con "El gran teatro del mundo", de Calderón de la Barca, pero con una versión "popular, libre e irrespetuosa" que estrena el 4 de abril en Madrid.

"Es una obra magnífica pero muy difícil de entender. Cuando la vi por primera vez me enteré de muy poco. Era muy hermosa pero muy larga", ha explicado sin pelos en la lengua el director de "Ana y los lobos" o "Elisa, vida mía", filme en el que, precisamente, ya puso a unas niñas del orfanato de Segovia a interpretar un fragmento de esta obra.

Hoy ha invitado a la prensa "al ensayo de un ensayo" en el Matadero de Madrid, donde estará hasta el 5 de mayo, y Saura no ha podido evitar gritar "¡acción!" para dar comienzo a la función. "Les he preguntado cómo se dice en teatro que empiece y me han dicho que no había ninguna manera", ha bromeado.

Sus señas como cineasta están presentes. Toman forma las siluetas que en pantalla dibujaba con ayuda de Vittorio Storaro y que son ahora obra de Paco Belda y Sergio Parra.

Y sobre todo, están ahí la influencia entre distintas artes y la obsesión por la puesta en marcha de la obra de arte en sí, que pasean por la última parte de su filmografía, desde "Flamenco" a "Io, Don Giovanni" pasando por "Tango" o "Goya en Burdeos".

En consecuencia, su debut hace metateatro de una obra que ya reflexionaba sobre el mundo como escenario y levanta una función sobre "cómo se pueden trenzar los mimbres para llegar a hacer una obra" e imaginándose cómo el propio Calderón intentaba levantar ese "gran teatro" que "es una de las cosas más de ver que hay en este mundo".

Realidad y representación, genio y libertad, hermosura y discreción, riqueza y pobreza. Conceptos atemporales a los que, en cambio, Saura se atreve a cantarles, en la voz de Mercedes Sosa, que "Todo cambia", o incluso ponerlos a bailar el "Dragostea din tei" de los rumanos O-Zone.

"Por eso digo que es libre y poco respetuosa. Primero porque es verdad. Luego, para avisar al espectador y a los expertos de lo que van a ver", aclara el ganador de un Goya por "¡Ay, Carmela!", en la que el teatro, precisamente, tenía un papel principal.

"Siempre me ha interesado el teatro dentro del cine. Cuando bajo al escenario y veo a los actores interpretar me dan ganas de tener una cámara de cine", ha confesado.

Con José Luis García Pérez como Calderón al mando de un grupo de actores -Adriana Ugarte, Fele Martínez, Emilio Buale o Ruth Gabriel, entre otros-, el escenario se convierte, entonces, "en un plano general único de una hora y veinte minutos".

Sus personajes se rebelan contra la propia obra, contra ese papel cerrado que Dios les dictamina en la vida y el "autor soberano" en las tablas, y son "más humanos que los propios humanos", como dice Calderón, al representar las cualidades del hombre más que al hombre en sí.

En ese desdoblamiento del actor, la "diferencia entre la persona normal y el personaje que tiene que interpretar" es donde Saura ha encontrado "una de las cosas más bonitas de la obra y es una idea hipermoderna con la que Calderón se adelantó a Pirandello o Bertolt Brecht", ha dicho el artista oscense.

Y al final del ensayo, él mismo se desdobla y, como si fuera el mismísimo Calderón, se muestra a la vez un genio satisfecho y artista inseguro: "Muy bien, pero podría haber salido mejor", dice a todo el equipo.

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