El escritor chileno Rivera Letelier dice que el Cristo de su novela "es humano y con sentido del humor"

  • Madrid.- El escritor chileno Hernán Rivera Letelier cree que las novelas deben "chorrear vida", y por eso ha inyectado grandes dosis de humanidad a su nuevo libro, "El arte de la resurrección", cuyo protagonista, el Cristo de Elqui, es como al autor le hubiera gustado que fuera el personaje evangélico.

El escritor chileno Rivera Letelier dice que el Cristo de su novela "es humano y con sentido del humor"
El escritor chileno Rivera Letelier dice que el Cristo de su novela "es humano y con sentido del humor"

Madrid.- El escritor chileno Hernán Rivera Letelier cree que las novelas deben "chorrear vida", y por eso ha inyectado grandes dosis de humanidad a su nuevo libro, "El arte de la resurrección", cuyo protagonista, el Cristo de Elqui, es como al autor le hubiera gustado que fuera el personaje evangélico.

"He creado un Cristo humano y con sentido del humor, que es lo que le falta al de los Evangelios", decía hoy en una entrevista con Efe Rivera Letelier (Talca, 1950), horas después de haber llegado de Chile para recoger, mañana, el Premio Alfaguara que le dieron por esta novela en la que mezcla la crónica histórica y social con el humor, el surrealismo y la tragedia.

La dotación del premio, 175.000 dólares (141.778 euros), es ya motivo de alegría, pero a Rivera Letelier lo que más le "ilusiona" es la difusión internacional que garantiza este galardón. "En el fondo, lo que uno busca es que lo lean", asegura.

Ambientada en el desierto chileno de Atacama, el mismo donde Rivera Letelier vivió durante 45 años, treinta de ellos "explotado como obrero", la novela recrea las andanzas de Domingo Zárate Vera, un iluminado que se creía la reencarnación de Cristo y que en los años cuarenta recorrió el valle de Elqui dando sermones y anunciando el fin del mundo.

Este personaje, al que el poeta Nicanor Parra le dedicó dos libros, le es familiar a Rivera desde que tenía ocho años. Un día llegó a su casa "completamente descachalandrado" (desaliñado) y le dijeron que parecía "el Cristo de Elqui", cuya cara, "cuarteada por el sol y el viento salitrero, era como un fragmento de la reseca geografía de la pampa", escribe el autor.

El personaje de Domingo Zárate perseguía a Rivera Letelier desde hacía años. Cuando escribió "La reina Isabel cantaba rancheras", "una novela de putas", de repente apareció el Cristo "en una escena muy corta", y en "Los trenes van al purgatorio" reapareció en casi tres capítulos.

"De nuevo irrumpió en 'Mi nombre es Malarrosa', y ya me di cuenta de que el Cristito estaba pidiendo novela", afirmó hoy Rivera, cuyo rostro refleja la dureza del clima del desierto y es, como a él le gusta decir, el de "un boxeador en decadencia".

Investigó sobre el personaje y, cuando se puso manos a la obra, comprobó que le era "muy fácil y muy rico escribir esta novela" porque el lenguaje estaba en sus genes.

"El lenguaje brotaba, esa mezcla de lo popular con lo culto, de lo religioso con lo profano", señalaba el autor de "Santa María de las flores negras", hijo de un predicador que poseía el mismo don que el Cristo de Elqui: dejaba encandilados a todos con sus sermones.

"¿Quién podía contar esta historia mejor que yo?", se preguntaba hoy Hernán Rivera, tras recordar que el Cristo de Elqui "anduvo por el desierto de Atacama y trabajó en la misma salitrera" que el escritor chileno.

El Cristo de Elqui de Rivera Letelier es muy peculiar. Era un iluminado al que en el manicomio le diagnosticaron "delirio crónico místico" y tenía muy clara su misión evangélica. Pero también sus necesidades carnales: el voto de castidad lo consideraba "una aberración".

Por eso, "buscaba una mujer que, además de su observancia y fe cristiana, fornicara de todo corazón y sin remilgos", escribe el autor de "El arte de la resurrección".

Y esa mujer es Magalena Mercado (en el registro inscribieron el nombre sin "d"), una "prostituta santa" que siente veneración por la Virgen del Carmen y que a sus numerosos clientes los llama "feligreses". Y un personaje lleno de humanidad, como el del Cristo de Elqui.

Y es que las prostitutas de las novelas de Rivera Letelier "son siempre muy humanas". El escritor asegura que, "en verdad, son personas fuera de serie. Son más humanas que cualquier dama de este mundo".

En el desierto de Atacama "estas mujeres eran el oasis de los mineros, el único posible", afirma el autor de "Fatamorgana de amor con banda de música", que ha "oído hablar de prostitutas que atendieron a cien hombres en una jornada. Eran unas putas heroicas".

Rivera Letelier también cree que obligar a los sacerdotes a hacer voto de castidad "es una aberración" y asegura que "lo que está pasando ahora", con los casos de pederastia que han salido a la luz pública, "es fruto de esa abstinencia sexual".

Hernán Rivera afronta con ilusión la promoción de su nueva novela, que lo llevará por veinte países. "Desde hace quince años soy el hombre más afortunado del mundo", asegura del escritor, convencido como está de que, "en esto del arte, el uno por ciento es inspiración, el 49 por ciento es transpiración y el resto, suerte".

Ana Mendoza

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