Erdogan refuerza su deriva autoritaria tras el golpe fallido

  • La represión policial y la purga de jueces son una muestra más de los gestos dictatoriales del gobierno turco. 

    Erdogan tiene en el punto de mira a periodistas críticos e internautas. La ley de seguridad permite registros sin orden del juez. 

Varios manifestantes son detenidos en Turquía.
Varios manifestantes son detenidos en Turquía.

Erdogan encontró este domingo la fotografía perfecta para avalar su cuestionable gobierno. La aclamación de miles de sus seguidores ante la mezquita de Fatih, en Estambul, escenario de los funerales de Estado.

El frustrado golpe de Estado ha sido para el gobierno turco una imprevista bocanada de aire. Un gobierno elegido democráticamente, pero discutido por la deriva autoritaria a la que el presidente se ha abrazado en los últimos años, aún pese a su entrada en la OTAN y a sus negociaciones con Europa.

La respuesta de los ciudadanos, también de la oposición, contra los golpistas, el clamor desde plazas y calles, le legitima. “¡Tayyip es nuestro presidente!”, coreaban sus partidarios el sábado, al amanecer.

Desde entonces, Erdogan ha ordenado una intensa purga de 'enemigos' que, en solo dos días, ha sumado más de 6.000 detenidos y 7.000 policías suspendidos. “Virus”, como ayer calificó el presidente turco, que han “invadido” todas las instituciones. “Y que hay que erradicar”, advirtió.

Diversos analistas internacionales coinciden en que Erdogan sale reforzado de esta intentona, de que ahora es “más fuerte y más popular” de lo que lo era la pasada semana. “El defensor victorioso de la nación contra la conspiración”, recoge este lunes The New York Times, en un análisis del turco Mustafa Akyol.

Sobre los arrestados pesa la amenaza de la condena a muerte. La pena máxima fue abolida en 2004, como exigencia para entrar en la UE. Pero Erdogan no la descarta ahora. “No se pueden ignorar las peticiones del pueblo”, insiste en las últimas horas. Este lunes, una comisión del gobierno estudia la posibilidad con representantes de la oposición.Persecución de medios críticos

El gesto, preocupante, es el pico visible de una deriva autoritaria y sostenida desde que, en agosto de 2014, Erdogan fue elegido presidente por sufragio. Sabido es que su deseo es instaurar un sistema presidencialista, con máximas atribuciones de poderes y sin la obligación de dar cuentas de su mandato.

Erdogan ha bordeado en no pocas ocasiones la línea que marcan los derechos humanos. Contando, en tampoco menos ocasiones, con el silencio cómplice de las instituciones internacionales. Para Europa, Turquía es un aliado de peso en el control de la inmigración, una de sus prioridades.

En el verano de 2013, los turcos también se echaron a la calle. Entonces, en contra del “autoritarismo” del Gobierno en el que Erdogan era primer ministro. Aquel clamor se esfumó pronto con más leyes en contra de las libertades y con una activa persecución a miembros de la judicatura y de la policía, sospechosos de conspirar contra el poder.

Apenas un mes después de su llegada presidencial, Erdogan dio un golpe en la mesa que dejó claro por dónde iría su mandato. Reforzó la legislación que 'asfixia' Internet, y que permite a las autoridades turcas bloquear páginas web, en muchos casos sin que exista orden judicial.

La libertad de expresión está también bajo mínimos. Lo denunció ya hace tiempo el Nobel Orhan Pamuk. Los medios de comunicación que desafíen el poder se enfrentan a órdenes de cierre, sus directores son detenidos. En las escuelas se enseña otomano, una versión de turco antiguo, en un gesto de opresión a cualquier rastro de laicidad. Jueces y fiscales son “purgados” para asegurarse su afinidad.La controvertida Ley de seguridad

La Ley de Seguridad turca permite a la policía retener a ciudadanos durante dos días, sin autorización de la fiscalía. Los agentes pueden abrir fuego contra protestas “donde haya uso de cócteles molotov o armas similares” y se autoriza a llevar a cabo registros y domicilios sin permisos del juez.

La ley, que llevó por título “Paquete legislativo para proteger las libertades”, fue aprobada el año pasado en uno de los debates más broncos que se recuerdan. La sesión acabó con varios diputados con costillas rotas y a gritos de "Policía golpista, Estado policial". El Gobierno la justifica en las necesidades de blindarse contra el terrorismo internacional: se contemplan hasta penas de cinco años de cárcel por cubrirse el rostro en una protesta que pueda ser considerada propaganda terrorista.

Con el ejército bajo su poder, cualquier presunto golpista es llevado ante la justicia. Erdogan no tiene piedad tampoco con los suyos. Hace unos meses, el primer ministro Ahmet Davutoğlu, fue destituido por oponerse a su plan para cambiar la Constitución y darle aún más poder.Ni rastro del enemigo

Detractores del gobierno denuncian la violencia policial extrema contra aquellos que no simpaticen con el presidente. 

Hace apenas mes y medio, Erdogan dio luz verde a su controvertida ley para levantar la inmunidad de casi 150 diputados del Parlamento, sobre todo del partido HDP. La oposición considera que la medida es un “golpe de Estado” y que Erdogan solo pretende criminalizar a los diputados de la izquierda pro-kurda, e investigados en su mayoría por presuntos vínculos con la guerrilla del Partido de los Trabajadores de Kurdistán.

La represión ha sumido al país en un escenario de confrontación abierta con la oposición laica y los movimientos islamistas disidentes del AKP, el Partido de la Justicia y el Desarrollo de Erdogan. Entre ellos, el del clérigo Fetulá Gülen, exiliado desde hace 15 años en Pensilvania, y que el Gobierno turco tiene en 'busca y captura'."La UE no nos puede dar lecciones de democracia"

Las ONG's internacionales han denunciado repetidos abusos en el trato a los refugiados y su deportación a sus países de origen. Amnistía Internacional ha advertido de que los servicios de acogida están desbordados y que los solicitantes de asilo deben esperar años antes de que se tramiten sus peticiones. Esta situación empuja a niños de hasta nueve años a trabajar para ayudar a sus familias.

Con su mano de hierro, Erdogan ha desdeñado la posibilidad de que el país entre en la UE. “No son nadie para darnos lecciones de democracia”, clamó ante sus seguidores, al poco de ser elegido.

De acuerdo a las normas de la Unión, los Estados solicitantes deben adherirse a un sistema de gobernanza democrática y respetar principios básicos, como el Estado de Derecho, la libertad de expresión, los derechos humanos y la protección de las minorías. Todo ello, incumplido por Turquía.

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