El escritor argentino Marcos Mayer desvela secretos de "Artistas criminales"

  • El célebre pintor italiano Caravaggio cambiaba con rapidez el pincel por la espada, el dramaturgo francés Jean Genet presumía de sus dotes como ladrón y no todos los horrores que cuenta el Marqués de Sade eran ficción, asegura el argentino Marcos Mayer en su libro "Artistas criminales".

Mar Centenera

Buenos Aires, 7 feb.- El célebre pintor italiano Caravaggio cambiaba con rapidez el pincel por la espada, el dramaturgo francés Jean Genet presumía de sus dotes como ladrón y no todos los horrores que cuenta el Marqués de Sade eran ficción, asegura el argentino Marcos Mayer en su libro "Artistas criminales".

Mayer (Buenos Aires, 1952) rastreó la biografía de una veintena de genios sin ley para desvelar sus truculentos secretos y exponer la relación entre su obra y los delitos que perpetraron, como el homicidio que la británica Anne Perry cometió años antes de convertirse en una famosa novelista de suspense.

"Si hay un vínculo entre el arte y el crimen está relacionado con la identidad", explica este escritor y periodista en una entrevista con Efe.

"La persona que comete un crimen cruza una frontera de la cual no puede volver. Ya no eres ese que eras hasta ese momento, el crimen te redefine. Cuando un artista construye una obra, también da un paso del que no puede volver", continúa Mayer.

Para el autor, hay personas que intentan rebelarse contra su identidad y, sobre todo contra la que les adjudican, "a través del arte, otras a través del crimen, y algunos sujetos especiales, como los que aparecen en el libro, con ambas cosas".

La mayoría de asesinatos narrados en "Artistas criminales" (El Ateneo) no son pasionales, sino premeditados a conciencia por sus autores, que a veces los rememoran en sus diarios o los trasladan a sus obras.

"Me pregunto dónde debería morder primero. Me decido por una de sus nalgas... No presenta olor alguno. Se derrite en mi boca cual bocado de pescado crudo", escribió en su diario el novelista antropófago Issei Sagawa tras matar y devorar en París a una compañera de estudios holandesa.

Un análisis psicológico declaró a Sagawa demente e imposibilitado para ser juzgado, por lo que fue deportado a Japón y recluido en un hospital psiquiátrico, del que salió 15 meses después y alcanzó gran fama en su país natal como "padrino del canibalismo".

"El mal es bastante más fascinante e intrigante que el bien, tiene más matices", reflexiona Mayer, quien señala que "en Estados Unidos los 'serial killers' (asesinos en serie) se convierten en héroes" y se siente fascinado "por la barbarie de su cultura".

Su interés por estos artistas criminales se remonta a una década atrás, cuando vio en ellos la posibilidad de conjugar su trayectoria de periodista cultural con el enfoque policial de la revista "Pistas", pero el cierre súbito de la publicación dejó el proyecto interrumpido hasta que surgió la posibilidad de convertirlo en libro.

Mayer admite que algunos crímenes le perturbaron mucho, en especial el del filósofo racionalista Louis Althusser, que estranguló a su mujer, Helene Rytmann, sin que ella opusiera ninguna resistencia, y después intentó explicarse quién era él para haber cometido ese homicidio en el libro "El porvenir es largo".

Aún así, subraya que intentó acercarse a todos los criminales "con cierta empatía, lo que no significa -argumenta- estar de acuerdo ni celebrarlo".

"Traté de no hacer un libro moral, pero sí traté de entender qué pasaba", remarca Mayer, quien reconoce que "para librarse de prejuicios" le fue útil su experiencia de tres años en el periódico que escriben los reos de la cárcel de Devoto, en Buenos Aires.

"Caravaggio mató a dos personas. Eso está vinculado a su pintura, pero no le quita un centímetro a lo que me parece una obra maravillosa", afirma con convicción sobre el que considera el "personaje más complejo del libro".

Aún así, Mayer confiesa que dejó fuera a algunas personas "porque no conseguía ponerse en el lugar del victimario, sino de la víctima" o porque eran autores de "delitos sórdidos, como los pederastas".

Los criminales que eligió no dudaron en usar su reconocimiento artístico para reducir sus condenas o burlar la cárcel, por ejemplo, el novelista estadounidense Norman Mailer, quien no pisó la prisión pese a haber asestado una cuchillada a un centímetro y medio en el corazón de su esposa que casi le quita la vida.

La larga exploración de Mayer le ha permitido "arrojar un poco de luz en la comprensión de la naturaleza del crimen", pero reconoce que el crimen es en sí mismo "inexplicable", al igual que las grandes obras de arte, "que nunca se acaban de entender".

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