El atril nos privó del debate de verdad entre los cuatro candidatos

  • Sánchez parecía no saber donde colocarse, le desfavorece la altura y el vestuario, que hace que todo lo anormal destaque más en el.

    Iglesias, como casi siempre supo controlar el escenario y los nervios de los primeros minutos, se le notan las muchas horas de cámara que lleva detrás de sí.

    Rajoy se vio acorralado por el tema de la corrupción. Sin atril es seguro que ahí hubiésemos podido asistir al derrumbe de Rajoy.

Del Río dice que Rajoy ganó "claramente el debate" y demostró "moderación" y "seriedad"
Del Río dice que Rajoy ganó "claramente el debate" y demostró "moderación" y "seriedad"
EUROPA PRESS

Juan José de Lanuza Torres, Gabinete de Psicología Clínico-Forense EASO, analiza a los cuatro candidatos que aspiran a llegar a la Moncloa.

Desde la primera foto pudo leerse la declaración de intenciones de los cuatro, por un lado Rajoy, separado de sus tres colegas, marcando distancias sabiéndose el objeto del centro de las iras, por el otro, tres candidatos con su sonrisa más fotografiada.

Una vez metidos en faena, en esta ocasión el atril se destacó como el mejor amigo de los cuatro. En diciembre presenciamos un debate donde los cuatro candidatos que entonces acudieron se enfrentaron "desnudos" ante su electorado, gran idea quitar el atril, pero en esta ocasión se les vio más cómodos detrás del mismo, aunque los nervios iniciales fueron muy evidentes en tres de los cuatro candidatos. Rajoy con ese tic tan característico que le hace abrir los ojos de forma casi cómica, un gesto que se repite en el presidente siempre que algo le incomoda o le sorprende, y que vaticina un comportamiento agresivo, como así fueron sus primeras intervenciones en el debate.

Sánchez parecía no saber donde colocarse, le desfavorece la altura y el vestuario, que hace que todo lo anormal destaque más en el, en esos momentos de tensión el candidato socialista no puede ocultar una sonrisa forzada y pierde toda la naturalidad. Rivera, algo más cómodo que en ese primer debate de diciembre, pero repitiendo ese gesto tan suyo de jugar con la chaqueta sin que en esta ocasión llegará a la repetición casi compulsiva de diciembre. Y el más tranquilo, Iglesias, como casi siempre supo controlar el escenario y los nervios de los primeros minutos, se le notan las muchas horas de cámara que lleva detrás de sí.

Los cuatro demostraron anoche ser una perfecta fotocopia de sí mismos. Ninguno pudo romper el corché de político standar, y tampoco lo intentaron. El formato del debate permitió que los cuatro se mostraran muy previsibles en el comportamiento que iba más allá de las palabras. Gestos al uso y actitudes muy controladas.

También el atril nos privó de ese momento de KO del presidente en el momento más álgido del debate, por un instante las cámaras nos mostraron como su pierna derecha temblaba acelerada sin control cuando Rajoy se vio acorralado por el tema de la corrupción. Sin atril es seguro que ahí hubiésemos podido asistir al derrumbe de Rajoy. Fue el único momento de flaqueza del presidente en funciones, por lo demás, fue el que mejor controló la situación, mientras sus compañeros de debate erraron una y otra vez en la doble conversación (comportamiento que denota cuando un comentario hace daño), un Rajoy robótico y ajeno al entorno se ciñó a lo que mejor sabe hacer, repetir su mantra. Fue lo mejor del presidente en funciones, lo peor, esos momentos que, incomprensiblemente, le pillan por sorpresa y, por un instante, le dejan sin palabras, de esos al menos tuvo tres.

Sánchez tan sólo destacó en los breves momentos en los que se olvidó de las cámaras y de su pose de político. Su comportamiento no verbal se dirigía claramente hacia Rajoy, le buscaba la mirada, le desafiaba, casi que de mantener ese comportamiento hubiese podido acorralar a Rajoy, pero volvió a su error más común, los gestos forzados en situaciones incómodas y la interrupción del contrario. Rivera muy sobrio en su comportamiento no verbal, al igual que Iglesias. Estos se destacan por encima de sus otros compañeros por pertenecer a esa generación  de nuevos políticos de plató, y eso se nota en una situación como la de anoche. Ni a Iglesias ni a Rivera les dio tiempo a mostrarnos sus contradicciones entre lo que nos dicen con la palabra y lo que nos expresan con su cuerpo. Mantuvieron el tono y dominaron la escena mejor que Rajoy y Sánchez.

Si tuviésemos que poner una nota, todos demostraron por igual saber hacer de sí mismos, pero que se lo agradezcan al atril, elemento del decorado que nos privó del debate de verdad.

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