Brasil le canta al mundo su diversidad para inaugurar los Juegos de Rio

La matriarca octogenaria de la música brasileña en una fiesta funk de ágiles bailarines, la mayor selva amazónica del planeta en su descarnada lucha contra el asfalto, del brillo de Gisele Bundchen al espíritu guerrero de las favelas: Rio inauguró sus Juegos cantándole al mundo que es diferente, que es mezcla, que es vida.

Brasil, ese gigante sin fin, hijo de la diversidad, de la batalla por la supervivencia, donde a la alegría y al dolor se le pone música se presentó con la voz de Paulinho da Viola. El señor de la samba cantó pegado a su guitarra ante miles de millones de espectadores el himno nacional con la delicadeza y la intimidad de una canción de amor.

Hace meses, sin embargo, que este Brasil convulso no suena apacible, sacudido por la crisis y la incertidumbre. Pero esta noche, se dedicó a contar su historia, la del quinto país más grande del mundo, hogar de 206 millones de habitantes y de la mayor biodiversidad del planeta.

Un grupo de bailarines indígenas realizaron danzas tradicionales y los portugueses arribaron en sus carabelas, mientras que, atrapados en inmensas ruedas rojas, acróbatas recordaron el sufrimiento de los esclavos en los arados, y el peso de los grilletes de la dominación.

Son el corazón negro de Brasil, herido por casi 400 años de esclavitud y que aún lucha por la igualdad en un país que, fuera de la ceremonia, en la vida real, celebra su diversidad, pero no la mete en casa.

De repente, el piso del Maracaná se convirtió en un juego geométrico donde los edificios surgían veloces del suelo, cada vez más altos, cada vez más juntos, como en sus grandes megalópolis al ejemplo de Sao Paulo, la mayor ciudad del Hemisferio Sur.

A esos amasijos de cemento, hogar de la mayoría de los brasileños, llegó a recoger a los 3.000 millones de espectadores de la ceremonia el inventor Santos Dumont, pionero de la aviación, que despegó su histórica 14 Bis desde el estadio para un viaje aéreo por el Rio más tropical, por esa ciudad sensual y llena de curvas como las ondas de Copacabana.

Y si al mítico compositor Tom Jobim no se le comprendía sin Rio, un canto a la 'cidade maravilhosa' no se entiende sin sus acordes.

En la apertura de los Juegos, su romanticismo con sabor al mar carioca se mezcló con el brillo de Gisele Bundchen, la supermodelo más cotizada del mundo, la cara de un Brasil luminoso e internacional, que con sus largas piernas y un destelleante vestido plateado se apoderó del templo del fútbol.

Sus 180 centímetros se mecieron como nunca al desfilar al son de la icónica 'Garota de Ipanema' de Jobim, interpretada por su nieto a un piano que acabó apagando la potente Ludmilla.

"Yo sólo quiero ser feliz/ Andar tranquilamente/ en la favela en que nací y poder enorgullecerme/ y tener consciencia de que el pobre tiene su lugar", cantó la famosa intérprete funk, que armó una fiesta llena de dinámicos bailarines de hip hop, como las que cada fin de semana reúnen a miles de jóvenes de las periferias.

Sólo que a ésta se apuntó también Elza Soares, la gran dama de la música nacional, que a sus 86 años entonó un tributo a las religiones afro-brasileñas, mezclado con los nuevos ritmos.

La celebración, sin embargo, alcanzó su primer zenit cuando el Maracaná se puso a moverse junto a los 1.500 bailarines al son del himno popular "País tropical".

Del éxtasis final se encargó el mismo Rio que cada año le entrega las llaves de la ciudad al Rey Momo, el que olvida sus penas en febrero y las retoma en marzo, el de las baterías de las 12 principales escuelas de samba que con sus cientos de tambores sonando al mismo tiempo espantan la tristeza.

En pleno desfile multicolor, la dupla de oro de la música popular, Caetano Veloso y Gilberto Gil, junto a la ídolo pop Anitta, realizaron un homenaje a la samba de carnaval, con mensaje de autoestima incluido para este Brasil bipolar que se ama tanto como se critica: "Es también un poco de raza/ Que no tiene miedo del humo/ y no se entrega, no".

Como no se entregó el atleta Vanderlei Cordeiro de Lima en el maratón de Atenas-2004, cuando recibió el ataque de un espectador que le hizo perder la primera plaza. Tras el incidente, volvió a la carrera y ganó la medalla de bronce.

Hoy, 12 años después, ha sido el encargado de encender el pebetero de los primeros Juegos en su país, un sueño impensable cuando aquel desequilibrado le sacó de la pista.

Antes de desvelarse el misterio, fue el turno de la mayoría de los casi 11.000 deportistas que competirán en los Juegos, de ellos es ahora la ciudad hasta el 21 de agosto.

Desde la pionera Grecia hasta la anfitriona Brasil, desfilaron los 206 países participantes, incluida la inédita delegación de refugiados bajo la bandera olímpica ante un estadio entregado. Un pequeño guiño al mundo que sigue sangrando, al que hoy no apuntan los focos.

Un pedazo de ellos es hoy olímpico, como este Brasil que lucha de nuevo por recomponerse, aunque hoy está de fiesta.

Tras 120 años de espera, ya están aquí los primeros Juegos de Sudamérica.

rs/ra

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