"A Serious Man", el irregular regreso de los Coen a su mejor delirio

  • Redacción Internacional.- Pertenecientes a esa estirpe de cineastas que entregan a su público una dosis anual de ingenio, los hermanos Coen añaden a su trayectoria "A Serious Man", síntesis irregular del estilo de su obra que, pese a su dispersión, queda atada por la impecable interpretación de Michael Stuhlbarg.

"A Serious Man", el irregular regreso de los Coen a su mejor delirio
"A Serious Man", el irregular regreso de los Coen a su mejor delirio

Redacción Internacional.- Pertenecientes a esa estirpe de cineastas que entregan a su público una dosis anual de ingenio, los hermanos Coen añaden a su trayectoria "A Serious Man", síntesis irregular del estilo de su obra que, pese a su dispersión, queda atada por la impecable interpretación de Michael Stuhlbarg.

Ganaron el Óscar por moderar su estilo en pos de la sequedad de Corman McCarthy en "No Country for Old Men" y luego desengrasaron con "Burn After Reading". Pero se empezaba a echar de menos el libre albedrío que protagonizó obras magnas de estos hermanos, ora en la gravedad de "Barton Fink", ora en el despiporre de "Big Lebowski".

"A Serious Man", en ese sentido, es una gran noticia. Su impagable cóctel de recuerdos de una infancia judía ortodoxa, su maravilloso uso del azar -esta vez, decididamente en contra del protagonista- y su cada vez mayor virtuosismo con la cámara hacen de la película una experiencia reconfortante.

En cambio, el desenlace de su anterior obra parecía anticipar lo que ésta supone. "¿Qué hemos aprendido?", preguntaba un personaje. "Nada", le contestaban. Y "A Serious Man" es, precisamente, una obra que, entre sus grandes ideas inconexas, no deja de dibujar una todavía mayor banalidad.

La película, después de un prólogo tan fantástico como exento del resto de la trama, recorre la mala racha que atraviesa un hombre medio al que, en el año 1967, su mujer abandona, sus alumnos torean y sus jefes ponen en duda. Pese a sus esfuerzos, no transmite la sensación de "tipo serio".

En un papel por el que opta al Globo de Oro al mejor actor de comedia, Michael Stuhlbarg desgrana con brillantez las complejidades del patetismo, el rumbo acelerado del perdedor bienintencionado, de la víctima pasiva de un entorno poco dado a las contemplaciones.

Y así, buscando soluciones en la Torá -sólo dos directores judíos podían mofarse de manera tan descarnada de esta religión- comienza el periplo hacia el absurdo, que pasa por una vecina depredadora sexual, un hijo que coquetea con la marihuana o rabinos a cual más estrambótico. Personajes cien por cien Coen.

"A Serious Man" -que se estrena este fin de semana en España- es, de hecho, una película bastante poco seria. Pero su humor es más imaginativo que inteligente. Y en ella se percibe con más fuerza la sensación de que sus directores han disfrutado haciéndola, que la diversión real como espectador.

Es, por un lado, una de las obras menos rutinarias de los otrora independientes hermanos de Minnesota. Por otro, por la buena forma que se advierte en el músculo de su creatividad, "A Serious Man" abre boca como preludio imperfecto para una próxima obra maestra.

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