Ambiente palaciego veneciano para diez óleos inéditos de Giandomenico Tiepolo

  • Concha Carrón.

Concha Carrón.

Madrid, 31 ene.- Diez óleos "rigurosamente inéditos" del pintor veneciano Giandomenico Tiepolo (1727-1804) se expondrán durante un mes en la Fundación Juan March, de Madrid, en una sala que recrea el ambiente "palaciego" de la Venecia del siglo XVIII.

Procedentes de una colección particular "nunca antes expuesta", la Juan March ha reunido diez pinturas concebidas como una serie, fechadas en torno a 1768, y realizadas por el pintor veneciano durante su estancia en España con motivo del encargo de Carlos III a su padre, Giambattista Tiepolo, de decorar varios techos del Salón del Trono del Palacio Real de Madrid.

El comisario de la exposición, Andrés Úbeda de los Cobos, ha señalado hoy a Efe que la muestra, que permanecerá en la Fundación Juan March hasta el próximo 4 de marzo, es una "pequeña joya" que "difícilmente" se volverá a ver de nuevo, y ha indicado que los cuadros fueron adquiridos por sus actuales propietarios después de la Guerra Civil.

Los óleos están concebidos como una serie, al presentar una unidad estilística, idéntico tamaño y una similitud de "atrezzo" de sus protagonistas, dos hombres maduros y barbudos de aspecto oriental y ocho mujeres que representan "el canon de belleza de la época", según Úbeda, jefe de Conservación de Pintura italiana y francesa del Museo del Prado.

No obstante, los óleos no entran, en su opinión, en la categoría de retratos, al no representar a "personas concretas" y sí a tipos genéricos con rasgos y atributos característicos de un determinado grupo social o intelectual.

Mientras que los dos retratos masculinos pretenden dar una visión de sus protagonistas como hombres sabios de una antigüedad ideal, las mujeres, muy jóvenes, aparecen desenfadadas y representando una inocente belleza. Se trata de dos géneros de "fecunda tradición en Venecia", según el comisario.

Las características principales de los diez óleos son, asegura, su "alta calidad pictórica" y su concepción como un conjunto, así como un total desconocimiento sobre sus primeros propietarios y el sector social al que estaban dirigidos, aunque Andrés Ubeda recuerda que en el Madrid del siglo XVIII había gente "sensible" para adquirir estas obras y también una importante colonia veneciana.

No obstante, sí se conoce que los cuadros proceden de la provincia de Cádiz, una importante ciudad comercial de la época con numerosas colecciones.

Para el comisario de la muestra, los dos hombres de la colección fueron concebidos por Giandomenico Tiepolo al estilo pictórico del patriarca de la saga, Giambattista, mientras que las ocho mujeres, con rasgos asociados a la femineidad, como flores, tocados o frutas, "se alejan de los modelos de su padre para crear su propio estilo".

"Un artista fascinante", así define el comisario a Giandomenico Tiepolo, por su "buen dominio de la técnica" y su "pincelada de calidad", con la que, dice, logra "una enorme variedad de registros a partir de modelos muy próximos".

Los retratos de fantasía constituyen, según Úbeda, uno de los capítulos menos estudiados de la producción de la familia Tiepolo, ante la dificultad para atribuir los ejemplares conocidos a cada uno de los miembros de la saga y a los muchos imitadores con los que contaban en la época.

De los diez óleos, el único que según los expertos podría representar a alguien concreto es el de una de las mujeres, a quien se ha relacionado con Anna María Tiepolo, hermana del autor de la serie e hija de Giambattista.

La Fundación Juan March, que normalmente dedica sus proyectos expositivos a artistas contemporáneos, ha realizado para esta muestra del siglo XVIII una espectacular puesta en escena, al recrear los ambientes palaciegos de la época con unas vigas antiguas junto al techo y forrar toda la sala de la que cuelgan los diez óleos con una elegante tela adamascada en rojo intenso.

Los cuadros proceden de la estancia en Madrid de Giandomenico, junto con su hermano Lorenzo y su padre Giambattista, a dónde llegaron en 1762 para pintar al fresco la bóveda del Palacio Real por orden de Carlos III.

Aunque su intención inicial era retornar a Venecia al concluir este trabajo, la sucesión de encargos hizo que permanecieran en la capital hasta la muerte del patriarca (1770), el más reconocido de la saga por su pintura colorista y decorativa, aunque el tiempo haría que los hermanos triunfasen también por méritos propios.

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