Aparicio, que se retira inesperadamente, ensombrece el esfuerzo de Perera

  • Juan Miguel Núñez.

Juan Miguel Núñez.

Madrid, 29 may.- El ocaso de la carrera de Julio Aparicio, que decidió cortarse la coleta en señal de retirada después de una mala tarde, hoy en Las Ventas, ensombreció el notable esfuerzo de Miguel Ángel Perera, que rozó un triunfo importante estropeado con la espada.

FICHA DEL FESTEJO.- Cinco toros de "Las Ramblas" y uno, el cuarto, lidiado como sobrero de hermanos Fraile Mazas, nobles pero bajos de raza y de escaso fuelle, en definitiva con muy poca "transmisión". Sólo segundo y sexto se movieron con más alegría y aportaron cierta vivacidad a las faenas.

Julio Aparicio: bajonazo (silencio); y dos pinchazos y tres descabellos (bronca).

David Fandila "El Fandi": estocada desprendida (silencio); y pinchazo, estocada tendida y descabello (silencio).

Miguel Ángel Perera: estocada desprendida (silencio); y pinchazo y estocada (aviso y gran ovación tras petición de oreja).

En cuadrillas, ángel Otero saludó en el primero tras dos pares de riesgo y torería.

La plaza rozó el llenó, con una ligera "calva" en el alto de "sol", en tarde primaveral.

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NI FÍSICA NI PSÍQUICAMENTE

Aparicio ha echado una mala feria de San Isidro en su vuelta a Las Ventas después de la terrible cornada que sufrió hace dos años en esta misma plaza. Precisamente una feria en la que se le esperaba con interés, por el deleite que supone su toreo cuando está inspirado y con arrestos, y con cariño por el trago que pasó entonces.

Aquella imagen del pitón de un toro de Juan Pedro Domecq entrándole por el cuello y asomando por la boca, el 21 de mayo de 2010, está ya en los anales de la historia de esta plaza y del toreo. Fue un milagro que no le afectara órganos vitales.

Aparicio se recuperó aparentemente y pudo volver a los ruedos dos meses después, pero ya no fue igual. Desde entonces su carrera entró en declive al no mostrarse anímicamente recuperado. Sus actuaciones venían siendo muy desdibujadas, hasta el pasado día 15, festividad de San Isidro, en una corrida de "El Ventorrillo", en la que se mostró definitivamente desbordado.

A la vista de los acontecimientos la determinación que ha tomado hoy podía estar muy meditada. No se encontraba Aparicio con fuerza física ni psíquica para estar delante de los toros.

En su primer toro se ha visto claramente, haciendo un esfuerzo sobrehumano para salir a lancear. Aunque ese pasaje lo resolvió con cierta brillantez, a partir de ahí ya no pudo. En la muleta no pasó de las apariencias. No fue malo el toro, sin embargo, el hombre no terminó de ponerse.

Y en el cuarto, la hecatombe total. Aparicio no estuvo ni dos minutos con la muleta después de brindar a la infanta Elena. Una dedicatoria mitad broma, mitad excentricidad, por los resultados de la faena.

Una pena, tan querido como torero en Madrid. En el recuerdo, su triunfo el día que confirmó la alternativa, el 18 de mayo del 94, cuando salió a hombros al cortarle las dos orejas a un toro de Alcurrucén. Todo lo contrario la imagen patética de hoy.

El hombre ha puesto punto final a su carrera pidiéndole a los compañeros que alternaban con él, "El Fandi" y Perera, que le cortaran la coleta antes de abandonar el ruedo. El público más cercano ha aplaudido, pero enseguida que echó a andar llovieron las almohadillas, gritos e improperios del resto de la plaza. No ha podido ser más amargo su adiós.

Ésa fue la imagen de una tarde que en la que "El Fandi" ha querido mucho, pero sin decir apenas nada. Fue bueno su primero, al que lanceó con buen estilo, y banderilleó fácil y vistoso, pero sin llegar a poner "alma" en un trasteo de muchos pases muy acelerados. En el quinto, que colaboró menos, anduvo más aperreado con "los palos" y sin saber por dónde empezar con la muleta.

Lo bueno de la tarde llevó la firma de Perera, que después de pasar casi inadvertido en su primero por la excesiva dulzura del toro, que no decía nada, cuajó una notable actuación en el sexto.

Faena de arrestos, de mucho amor propio, en la que sobresalió el toreo por la derecha, templado, con ajuste y ligazón. También hubo "fiesta" por naturales. Y un emotivo final, muy metido entre las astas del toro, haciéndole ir y venir en "ochos" a base de pases invertidos irresistiblemente ligados a otros por delante, mientras aguantaba más quieto y derecho que un poste.

Valor a raudales por tanta quietud, ajuste y aguante. Y extraordinaria resolución artística por el mando y la arrogancia. Una pena que no matara a la primera, ya que este triunfo que se esfumó era el argumento que necesitaba para reivindicar la temporada que algunas empresas le quieren ningunear por haber abanderado el movimiento de los derechos de imagen de los toreros. Otro revés en la tarde.

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