Bucarest celebra un nuevo aniversario incapaz de conservar su patrimonio

  • Bucarest celebra este fin de semana el 552 aniversario de su fundación sin haber atajado la espiral de abandono y destrucción que desde hace lustros azota a su patrimonio histórico.

Marcel Gascón

Bucarest, 18 sep.- Bucarest celebra este fin de semana el 552 aniversario de su fundación sin haber atajado la espiral de abandono y destrucción que desde hace lustros azota a su patrimonio histórico.

Cuando cientos de bucarestinos y visitantes participen este fin de semana en los fastos aniversarios, escucharán innumerables referencias a su pasado de esplendor precomunista.

Sus huellas son aún hoy bien visibles, pero el esplendor se volvió decadencia desde la llegada del comunismo al poder en 1948, y sólo ha continuado desde que la caída del régimen medio siglo después diera paso a un capitalismo anémico que muchos consideran más destructor para la ciudad.

Cualquier breve paseo por el centro de la capital rumana enseña al caminante decenas de edificios soberbios de gran valor histórico y difícil clasificación arquitectónica.

La mayoría son de los siglos XVIII y XIX y de la época de entreguerras, originales palacetes y villas a medio camino entre la influencia francesa y la turca, o productos variados de los distintos estilos específicamente rumanos.

La mayoría, también, presentan fachadas sucias y desconchadas, figuras mitológicas o de mujeres fracturadas y patios destartalados tras las verjas oxidadas.

Pese a que su ingente y valioso patrimonio le permitiría competir en atractivo con muchas capitales europeas, Bucarest constituye en el continente una triste excepción de desidia y descuido de sus bienes culturales.

"En una ciudad normal, el inversor que quiere construir tiene dos opciones: venir al centro, comprar o alquilar una casa vieja y restaurarla, o irse a la periferia y construir alto", explica a Efe Dan Nicusor, presidente de la ONG "Salvad Bucarest".

"En Bucarest, la autoridad local le ha permitido al inversor venir al centro y construir alto, consiguiendo así el prestigio de la zona con la máxima rentabilidad del tipo de construcción", cuenta.

"De esta forma el inversor no tiene ningún motivo para venir al centro y restaurar el patrimonio histórico", aclara Nicusor, que recuerda los muchos casos en los que se derriban casas antiguas para construir edificios altos.

Aunque existen mecanismos legales para evitar la destrucción de patrimonio, la demolición de joyas arquitectónicas e históricas avanza con fluidez pese a los esfuerzos de la sociedad civil.

La ONG "Salvad Bucarest" ha ganado quince procesos por autorizaciones de construcción ilegales.

De los diversos casos, enumera intentos de derribos ilegales con nocturnidad, declaraciones de utilidad pública y modificaciones de planes zonales ilegales, y una constante falta de transparencia que facilita muchos atropellos.

En los años 80, el dictador Nicolae Ceausescu construyó, alrededor del que aún es hoy el segundo mayor edificio administrativo del mundo por detrás del Pentágono, la ciudad comunista que debía albergar a funcionarios y dirigentes del partido comunista.

Para hacerlo destruyó barrios enteros de casas bajas e iglesias de gran valor, cuya desaparición es considerada una tragedia irreparable por los expertos.

Otros muchos barrios de villas con patio, únicos en Europa, quedaron en pie a la caída del comunismo, pero siguen sin ser adecentados y se deterioran progresivamente ante la impotencia de los propietarios y la indiferencia de las autoridades, cuando no son derruidos en el marco de algún ambicioso proyecto inmobiliario.

Y, en medio del caos, Bucarest pierde su identidad y echa a perder para siempre su enorme potencial cultural y turístico.

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