"Chaika", una historia de amor desolado en las heladas estepas siberianas

  • El director madrileño Miguel Ángel Jiménez ha vuelto a Georgia para rodar su segundo largometraje, "Chaika", una bella historia de amor entre un marino y una joven prostituta que se ven obligados a volver a sus hogares en Siberia y Kazajistán, donde "cualquier pequeño gesto humano tiene su importancia".

Madrid, 21 may.- El director madrileño Miguel Ángel Jiménez ha vuelto a Georgia para rodar su segundo largometraje, "Chaika", una bella historia de amor entre un marino y una joven prostituta que se ven obligados a volver a sus hogares en Siberia y Kazajistán, donde "cualquier pequeño gesto humano tiene su importancia".

El director, que hoy presentó su película en Madrid, explicaba en una entrevista con Efe que, a pesar de las evidentes diferencias, las "increíbles" llanuras heladas de Georgia son sorprendentemente coincidentes con los "Campos de Castilla" sorianos que describe Antonio Machado.

"Nos enamoramos desde el principio de ese vasto lugar porque parece que allí cualquier pequeño gesto humano de supervivencia cobraba su importancia", apunta Jiménez.

Un lugar donde "cada problema tiene las dimensiones de diez problemas en cualquier otro del mundo", se puede leer a modo de explicación en el diario de rodaje "Forasteros en la estepa" (Kino Books), con textos de Javier Fernández Catalán y fotos de Gorka Gómez Andreu.

Jiménez (Madrid, 1979), cuyo primer cortometraje, "Las huellas" (2003) fue producido por Aki Kaurismaki, tomó su primer contacto con Georgia con su primer largo, "Ori" (2009), donde contaba la vida de dos jóvenes georgianos tras la guerra que enfrentó a su país con Rusia.

"Después de la experiencia de 'Ori', Georgia nos cautivó sobremanera. Realmente, no somos expertos en este tipo de países y de Kazajistán no sabíamos nada; solo habíamos visto unas fotos de Jonas Bendiksen, que trabaja para la agencia Magnus, donde había unos satélites y unos niños jugando encima de ellos", explica.

"Nos sobraba un poco de dinero y nos fuimos Luis Moya, el guionista, y yo a buscar esos lugares. Y los encontramos, y también una granja totalmente aislada a la que se tardaba días en llegar a caballo".

Ahí nació "Chaika". La palabra hace referencia al apodo de la primera mujer cosmonauta, la rusa Valentina Tereshkova, "gaviota", imagen de superación para las mujeres soviéticas y que la madre de la protagonista de la cinta, joven prostituta Ahysa, dejó en su horizonte para animarla a "volar tan lejos" como ella.

La película hilvana tres regresos al hogar: el de Ahysa (Salome Demuria) a las polvorientas estepas de Baikonur; el del marino Asylbek (Giorgi Gabunia) a las recónditas montañas heladas de Seit y el del hijo de ella, Tursyn (Bolatbek Raimkulov), que acude al lecho de muerte de su abuelo para intentar reconstruir lo que ha sido su familia.

"Chaika", dice el director, "es la aventura de unir esos recuerdos que la vida ha dejado dispersos en los páramos más recónditos de la tierra, casi en el fin del mundo".

Rodada en ocasiones a más de cuarenta grados bajo cero, con continuos cortes de luz, a veces sin agua, la película recoge "cosas que hemos visto nosotros, o que nos han contado. Todos los elementos de la película tienen una explicación en lo real", afirma Jiménez.

"Chaika" es, además, una profunda historia de amor, de inconformismo y de supervivencia, bajo una tierna mirada sobre la soledad representada en cada cigarrillo que, una y otra vez, los protagonistas encienden; en cada mirada al infinito a los paisajes nevados o en las áridas mesetas rotas sólo por una vía de tren.

Coproducida entre España, Georgia y Rusia, "Chaika" llega el viernes a las salas españolas.

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