Cocinando con el alma

  • Sale hoy en todas las salas cinematográficas Soul Kitchen, la última película del director alemán Fatih Akin. Una película sobre el amor, la amistad, la cocina y el sagrado derecho de cada ser humano a calentar los sentimientos en el lugar que más le gusta.
'Cocinando con el alma', la nueva película del director alemán Fatih Akin
'Cocinando con el alma', la nueva película del director alemán Fatih Akin
lainformacion.com
Alessia Cisternino

Todo empieza con un gazpacho frío. Frío como tiene que ser un gazpacho, frío como todos los gazpachos que la historia recuerde. Frío hasta el día en el que un cliente muy poco enterado de cómo van las cosas en el mundo y sobre todo en los restaurantes de primera exige un gazpacho caliente. A cualquier chef esta pretensión le sacaría de quicio, pero para el colérico y genial Shayn (interpretado por Birol Ünel) esto es un motivo suficiente para dejar el restaurante echando pestes y con su adorado cuchillo como único equipaje.

Así arranca Soul Kitchen, la última película de Fatih Akin, el joven director alemán de origen turco que se ha dado a conocer por películas como 'Contra la pared' (Oso de Oro en Berlín en 2004) o 'Al otro lado' (Premio al Mejor Guión en el Festival de Cannes en 2007). Un cineasta que nada en los festivales del cine de calidad como en la piscina de su casa y que consigue llevarse premios prestigiosos como el del Jurado en el último Festival de Cine de Venecia incluso con una película ligera y divertida como 'Soul Kitchen', que lo único que tiene en común con las precedentes es el desmesurado talento de quien está detrás de la cámara.

Volviendo al gazpacho caliente. Shayn se queda sin trabajo y Zinos (Adam Bousdoukos), que gestiona un restaurante de un barrio periférico de Hamburgo donde se sirven sólo cervezas y comida precongelada – el Soul Kitchen que da el título a la película – lo contrata sin saber que sus clientes habituales y su extravagante nuevo cocinero no están destinados a hacer buenas migas.  El Soul Kitchen se vacía, por supuesto, pero como no hay mal que por bien no venga, al rato se convierte en uno de los restaurantes más de moda de la ciudad.

Todo sería perfecto si la novia de Zinos Nadine (Pheline Roggan) no hubiera decidido mudarse a Shangai por trabajo, si su hermano Illias (Moritz Bleibtreu) adicto al póquer y a las apuestas no trabajara para él (o más bien "hiciera como que trabaja", como le gusta especificar) para poder salir de la cárcel y sobre todo si una hernia discal no le atormentara todo el día. Con esto ya se podría hacer una buena película, pero Fatih Akin apunta a una obra coral abarrotada de personajes muy bien definidos pero muy equilibrados entre sí como la bella camarera Lucia (Anna Bederke) de la que Illias está perdidamente enamorado; el camarero Lutz, que aprovecha el espacio del Soul Kitchen para ensayar con su grupo; el viejo Sócrates que vive en el trastero del local arreglando su barco y sin pagar el alquiler; el muy poco fiable agente inmobiliario Neumann; la dulce fisioterapeuta Anna (Dorka Gryllus) y el temible pero milagroso "aplastahuesos" (que por cierto, existe de verdad).

Cada personaje tiene su historia y al inicio cada uno es un mundo a parte, pero poco a poco esta rara pandilla se convierte en una familia haciendo lo que normalmente hace una familia: comer y pasarlo bien (o mal) bajo el mismo techo. De allí a la construcción – reconstrucción de un hogar el salto es muy breve y aunque la familia vaya perdiendo piezas – alguien se va para no volver nunca o por lo menos durante mucho tiempo – el Soul Kitchen sigue siendo el lugar ideal donde se ponen a calentar los sentimientos. Todo esto "aderezado" con una banda sonora muy acertada que mezcla sin parar el soul, el R&B, los sonidos electrónicos, el rembetiko griego y algunos clásicos de la canción popular llenando de la mejor manera posible las casi dos horas de duración de la película.

Amor, desamor, amistad, sexo, cocina, hogar. Ingredientes perfectos para una comedia y que sin embargo en las manos de Fatih Akin abren el corazón de espectador como si fuera una lata de atún. En esta película se ríe como en las películas de Kusturica pero con una pizca de nostalgia típicamente felliana para lo que ya no puede volver. Agridulce. Aunque muchísimo más dulce que agria y con un inesperado final feliz. Sin duda merece la pena ir a verla.  

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