Cruz&Ortiz devuelven al Rijksmuseum un esplendor perdido durante años

  • Mila Trenas.

Mila Trenas.

Amsterdam, 4 abr.- Intentar limitar el paso de las bicicletas por el corredor central del Rijksmuseum de Amsterdam "es como querer cambiar el recorrido de una cofradía de Sevilla en Semana Santa".

Así describe Antonio Ortiz el conflicto que él y su socio Antonio Cruz se encontraron cuando comenzaron a llevar a cabo la remodelación y modernización del museo más importante de Holanda, según el proyecto que ganó el concurso convocado en 2001 y que ha devuelto al museo el esplendor perdido con el paso de los años.

A punto de la inauguración del nuevo Rijksmuseum, el próximo día 13, el arquitecto sevillano ha recordado durante un encuentro con periodistas españoles en Amsterdam el bloqueo que sufrió el proyecto durante dos años a causa de las protestas de la Federación Ciclista de la ciudad, en contra del diseño original que limitaba el paso de las bicicletas a través del corredor central del edificio.

Cuando los arquitectos españoles se enfrentaron al proyecto de remodelación tuvieron que tener en cuenta lo doble función del edificio. Por una parte, se trata de un museo nacional, y por otra es una puerta de comunicación con el sur de la ciudad.

"Es un edificio tardoromántico que en un sentido es simétrico, pero en el otro no. La fachada que da hacia el sur -la que se ha convertido en la principal- es mucho menos importante que la otra", recuerda Antonio Ortiz.

En su opinión, el Rijksmuseum, que atesora grandes obras maestras de artistas como Rembrandt, Vermeer o Frans Hals, es el sueño de un arquitecto, el de Pierre Cuypers, responsable del diseño del edificio que abrió sus puertas en 1885.

El pasaje que sirve de comunicación y cuya modificación levantó tanta controversia, interrumpía el edificio en la planta baja y en la primera, "por lo que la obra de Cuypers ha cumplido mejor su función como pasaje que como museo".

Para Ortiz, este hecho siempre ha sido difícil de entender. "El pasaje secuestraba el punto central. La única planta que quedaba coherente era la primera. Era un edificio muy confuso, con dos puertas distintas, dos guardarropas, e incapaz de recibir el número de visitantes que se mueven actualmente en estas instituciones".

Laberíntico y oscuro, el museo que se encontraron los arquitectos españoles estaba "dramáticamente alterado, irreconocible" respecto al original de Cuypers, que cuando se construyó no gustó nada en Amsterdam.

La mentalidad calvinista hizo que las paredes se blanquearan y que de las mismas fueran desapareciendo todo tipo de ornamentación. A este hecho se suma el que la arquitectura del siglo XIX "fuera rechazada y algo a desdeñar durante el siglo XX. Creo que en la actualidad hay más respeto por la arquitectura de ese periodo".

El Rijksmuseum había perdido totalmente unos orígenes que Cruz y Ortiz han vuelto a recuperar en una labor en la que ha sido muy importante el hecho de que todo estuviera perfectamente documentado. "La fidelidad de los planos antiguos ha sido una sorpresa para nosotros. Todo se corresponde con lo que está detallado en los mismos".

Quedan atrás años de conflictos y de dificultades, como las surgidas al excavar para bajar varios metros bajo el nivel del mar y conseguir más espacio y altura. Ingenieros, buzos, barcos y técnicas avanzadas lo han hecho posible.

"Se ha conseguido elevar el museo a un nivel de exigencia como no creo que haya muchos en el mundo. Se ha optimizado todo", afirma orgulloso el arquitecto.

Y respecto a la solución a la que se llegó con los ciclistas, Antonio Ortiz también está satisfecho. "Nos hubiera gustado más la inicial, pero estoy feliz con el resultado", que respeta la autonomía del paso de las bicicleta, que conviven con el público del museo, cuyo acceso principal se ha situado en la gran galería.

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