D.Brüggemann enseña lo peor del catolicismo radical en "Camino de la cruz"

Alicia G.Arribas.

Madrid, 9 dic.- El director Dietrich Brüggemann, ganador de un Oso de Plata al mejor guion en el Festival de Cine de Berlín por "Camino de la cruz", asegura, en una entrevista con Efe, que muchos compatriotas suyos de 50 años ven este relato desgarrador sobre el radicalismo católico como un documental sobre su propia infancia.

"Desde que ocurrió el 11-S, la religión está por todas partes, si bien es más frecuente oír hablar del islam. Pero en todas partes, también en América, hay cristianos radicales", comenta este muniqués de 38 años quien reconoce, para comenzar, que él y su hermana Anna, coguionista de la cinta, pertenecieron a la fundamentalista Hermandad de San Pío X, de la que habla la película.

"Camino de la cruz" es un sobrio drama estructurado en catorce planos secuencia, de los que once son tomas fijas que remedan los pasos que llevaron a Jesucristo a la cruz: desde su condena a muerte, que Brüggemann (Munich, Alemania, 1976) simboliza en el adoctrinamiento de la pequeña María (Lea van Acken) los días previos a su confirmación, hasta la propia muerte.

En medio, el día a día de una adolescente convencida de que, si entrega su vida en sacrificio a la santidad, conseguirá que su hermano de cuatro años sane de una extraña enfermedad, alentado el proceso por la presión de la madre (Franziska Weisz) y de su confesor (Florian Stetter).

"A esa edad, cuando has recibido ese tipo de educación, tu yo no existe, desaparece el libre albedrío (...) El debate es cómo se toma la decisión, si hay opción a tomar una decisión", considera el director, quien reconoce que la película cuenta "una experiencia personal, una historia larga pero basada en un montón de años de mi propia infancia".

"Para muchos alemanes que ya tienen cincuenta años, esta película ha sido como un documental sobre su infancia", desvela el cineasta, profundo en sus consideraciones y divertido cuando se le pregunta si mantiene su fe en Dios: "Ya sólo creo en el diablo", dice entre risas.

Y apunta que este pasado tan sesgado por la religión probablemente explica el carácter dominante de los alemanes y su papel preponderante en Europa.

"Alemania, y más Angela Merkel -dice Brüggemann-, es como la madre de esta niña -castradora, autoritaria, dominante, nada cariñosa-, mientras el resto de países europeos son como el padre, que se queda sentado mirando cómo hace y deshace esta mujer".

Entiende que en la mayor parte de las familias católicas radicales "es el padre el que actúa", pero conscientemente ha cambiado los papeles "para subrayar lo evidente: sabemos que el catolicismo es patriarcal, pero a (la virgen) María se la venera como a un dios".

Al director, que ya rodó con el mismo esquema de planos fijos otra película suya, inédita en España, "Neun Szenen" (2006), no le gusta hablar de "sacrificio", porque dice que se trata de "una palabra demasiado grande", aunque sí considera que "ésta no es una época para sacrificios".

"Vivimos en unos momentos en los que nos dicen que debemos ser individuos auténticos, y al mismo tiempo nos quitan las cosas por las que merece la pena vivir. Yo no tengo la solución -argumenta-, pero veo cómo las grandes compañías, los gobiernos, nos van quitando cosas pequeñas, como el tabaco, pero con lo realmente importante, como regular el sector financiero, a ver qué hacen...", resume.

Este artista, que además es músico, siempre busca "lo verdadero" en sus trabajos y juega en la película con el concepto de los ritmos demoníacos. "Me pareció divertido", aduce.

"Siempre hay esa idea de que la música puede ser algo peligroso; decir que es satánica es reconocer su poder, y eso sí me parece interesante. La energía sexual del rock es evidente; para ellos eso es satánico, y para mí, una manera de celebrar las contradicciones".

La película llegará a las salas españolas el 12 de diciembre.

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