Decepcionan los "ibanes", con mejor presencia que juego en San Isidro

  • La ganadería madrileña de Baltasar Ibán, una de las predilectas de la afición de Las Ventas, presentó hoy una corrida de toros de excelente e impecable presentación pero con un juego decepcionante que deslució el vigésimo festejo de la feria de San Isidro.

Paco Aguado

Madrid, 28 may.- La ganadería madrileña de Baltasar Ibán, una de las predilectas de la afición de Las Ventas, presentó hoy una corrida de toros de excelente e impecable presentación pero con un juego decepcionante que deslució el vigésimo festejo de la feria de San Isidro.

FICHA DEL FESTEJO: Seis toros de Baltasar Ibán, muy armados y de excelente e impecable presentación, por su finura y seriedad. En su conjunto dieron un juego desrazado y muy a menos.

Fernando Robleño: dos pinchazos y estocada (silencio); media estocada caída y cuatro descabellos (silencio tras aviso).

Luis Bolívar: media estocada tendida y cuatro descabellos (silencio tras aviso); media estocada desprendida y descabello (silencio).

Rubén Pinar: media estocada y descabello (silencio); estocada desprendida (silencio).

El banderillero Alberto Martínez fue atendido en la enfermería de la plaza de una "probable rotura fibrilar gemelar interna en la pierna izquierda, de pronóstico leve", según el parte médico.

Entre las cuadrillas, hubo buenos pares de banderillas de Ángel Otero, que saludó, y Gustavo García. Y destacó la brega de Ramón Moya con el cuarto. Los picadores Luis Miguel Leiro y Alfondo Doblado se lucieron en el tercio de varas.

Vigésimo festejo de feria. La plaza se cubrió en las tres cuartas parte de su aforo, con viento y lluvia durante la lidia del segundo y tercer toros.

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BELLO CONTINENTE, POCO CONTENIDO.

En todo lo que va de San Isidro no ha salido, y probablemente ya no salga, una corrida mejor presentada que la que envió para hoy en Madrid la ganadería de Baltasar Ibán.

Fueron seis toros de fina lámina, musculados, sin un gramo de grasa, de armónicas hechuras y muy en el tipo de su estirpe, que además presentaron unas muy serias y desarrolladas arboladuras.

Decían los cronistas antiguos que una buena presentación era lo mínimo que se le podía exigir a una ganadería cuando embarcaba sus ejemplares para ocasiones tan importantes. Así que, cumplido con creces, ese primer e importante requisito, los "ibanes" de hoy en Madrid dejaron mucho que desear en ese otro nivel de exigencia que es el de su juego.

Es cierto que casi todos fueron aplaudidos de salida y que además varios se arrancaron al caballo de largo y con alegría en la suerte de varas, para alborozo de los muchos partidarios que esta divisa se ha ganado con sus resultados en Las Ventas.

En cambio, una vez sentían el acero de la puya bladeaban bajo el peto sin empujar con celo o se dolían cabeceando el estribo. Y cuando tocaron a matar, prácticamente todos se fueron yendo a menos, apagándose.

La única excepción a la regla fue el primer toro de la corrida, que descolgó el cuello para embestir a ras de arena desde el primer lance de capote de Fernando Robleño.

Fue, de lejos, el único toro verdaderamente bravo de la corrida, aunque con el lastre de no andar sobrado de fuerzas de los cuartos traseros, lo que mermaba en parte su recorrido tras los engaños.

Pedía el toro un mando templado que pocas veces encontró en la muleta de Robleño, al que faltó apostar más para aprovechar mejor la clase que el toro tuvo, aunque no regaló, sobre todo por el pitón izquierdo.

También se señaló, de otro modo, sobre sus hermanos un segundo toro que, al menos, aportó la emoción de su arisco temperamento, exigiendo un esfuerzo que finalmente hizo, sin resultados mayores, el colombiano Luis Bolívar entre la lluvia y el viento

De ahí en adelante, la tarde fue una sucesión de desengaños a medida que los de "ibán" iban dejando en nada sus bríos iniciales.

El tercero, también bajo la llovizna, se afligió a mitad del solvente trasteo de Rubén Pinar; el cuarto, con dos tremendas "velas"", se desfondó tras el muy fuerte castigo sufrido en varas; el quinto apenas tuvo fuerzas para repetir una embestida; y el sexto, el más hondo de todos, no guardaba un ápice de raza dentro de su imponente trapío.

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