El senegalés Alassane Diago muestra en Tarifa "Las lágrimas de la emigración"

  • Tarifa (Cádiz).- Alassane Diago nació hace 25 años en una aldea a 800 kilómetros de Dakar, la capital de Senegal, en la que había días en que no había nada que comer. Ahora ha empezado su carrera en el cine con "Las lágrimas de la emigración", un documental que protagoniza su propia madre.

El senegalés Alassane Diago muestra en Tarifa "Las lágrimas de la emigración"
El senegalés Alassane Diago muestra en Tarifa "Las lágrimas de la emigración"

Tarifa (Cádiz).- Alassane Diago nació hace 25 años en una aldea a 800 kilómetros de Dakar, la capital de Senegal, en la que había días en que no había nada que comer. Ahora ha empezado su carrera en el cine con "Las lágrimas de la emigración", un documental que protagoniza su propia madre.

"Cuando estoy allí cada persona, cada paisaje me parece que es cine. El mundo de hoy se mueve a base de imágenes y yo quiero que mi pueblo también esté representado", explica, en una entrevista con EFE, este joven cineasta que participa en el certamen de documentales "Al otro lado del Estrecho" del Festival de Cine Africano de Tarifa con su primer filme.

En él Alassane Diago ha utilizado la cámara "para romper un tabú" en África, el que hace que un hijo no pueda preguntarle a su madre por ciertas cosas, y entre ellas por qué lleva 24 años esperando el regreso de su padre.

Cuando él tenía un año y en una época de sequía y hambre, su padre emigró para buscar recursos económicos. Desde entonces ni una carta, ni una llamada, ni una moneda ha llegado a la casa, donde su madre, pese al tiempo transcurrido, sigue esperando el regreso de su marido.

"Mi madre es el ejemplo de muchos casos", explica Diago, que en el mismo filme hace hablar a su propia hermana, que desde hace cuatro años, y con una hija de cinco, está en la misma situación.

Él mismo tampoco se explica qué ha podido pasar con su padre, que, según todos los adivinos que la familia ha consultado, está vivo en Gabón.

Para hacer el documental volvió a su pueblo desde Dakar, donde ahora reside, primero con una cámara de vídeo pequeña con la que pasó horas charlando con su madre.

"Esas imágenes eran de prueba, pero al final son el 75 por ciento de las que aparecen en el documental, porque cuando volví para rodar de verdad, con un equipo más profesional, mi madre ya no se sentía capaz de repetir la experiencia", cuenta.

Desde niño se ha dedicado a escribir sobre todo lo que ocurría en el pueblo, pero desde que ha descubierto el cine, con un curso de unos meses, cree que el séptimo arte "es la mejor expresión de la realidad" y un buen modo para "cambiar el orden de las cosas, concienciar y romper tabúes".

"La gente todavía no conoce la utilidad del cine", explica mientras cuenta cómo cuando regresó a su pueblo con la cámara "la gente decía que iba a vender sus imágenes a los blancos, porque han visto publicadas en revistas fotos suyas tomadas sin permiso por los turistas".

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