Gonzalo Caballero vuelve a encandilar en Madrid con otra oreja de ley

  • El novillero Gonzalo Caballero, que regresaba hoy a Las Ventas tras el grave percance del pasado 13 de julio, volvió a dejar muestras de su notable concepto y prometedor futuro, y cortó otra oreja de ley, lo que le permitió alzarse triunfador del ciclo de novilladas estivales en la plaza de Madrid.

Javier López

Madrid, 27 jul.- El novillero Gonzalo Caballero, que regresaba hoy a Las Ventas tras el grave percance del pasado 13 de julio, volvió a dejar muestras de su notable concepto y prometedor futuro, y cortó otra oreja de ley, lo que le permitió alzarse triunfador del ciclo de novilladas estivales en la plaza de Madrid.

FICHA DEL FESTEJO.- Novillos de La Guadamilla, de muy desiguales hechuras dentro de su seriedad, y de juego también variado. Los mejores, segundo y cuarto. Blando y sin clase, el primero; parado el tercero; descastado, el quinto; y a menos, el sexto.

Juan Miguel Benito: estocada traserilla y dos descabellos (silencio tras aviso); y dos pinchazos y estocada (palmas).

Gonzalo Caballero: estocada atravesada (oreja); y estocada y descabello (ovación).

Miguel Ángel León: dos pinchazos, otro hondo y descabello (silencio); y pinchazo,y estocada trasera y tendida (silencio).

En la enfermería fue atendido Juan Miguel Benito de "traumatismo en abductor derecho, pendiente de estudio radiológico. Pronóstico reservado".

La plaza tuvo más de un cuarto de entrada en tarde calurosa.

-----------------------------

UN CABALLERO CAMINO DE FIGURA

Hay seres humanos nacidos con ese don celestial que les permiten lograr lo que se propongan. En el toreo sólo unos cuantos pueden presumir de llevarlo dentro, pues muchos son los que quieren y muy pocos los que pueden. Y de esos pocos que hay en la actualidad hay un novillero, de Madrid, que si sigue así llegará seguro a la cima de esta dura profesión. Ese es Gonzalo Caballero.

El joven espada de Torrejón Ardoz demostró primeramente que el grave percance que sufrió en esta misma plaza hace un par de semanas ya es agua pasada, precisamente al desquitarse de aquellas gaoneras, en las que fue dramáticamente prendido, interpretando esta misma suerte en su turno de quites en el primer novillo. Cosas del amor propio, la raza y el orgullo torero.

Ya en su primero, segundo de la tarde, dejó unos cuantos lances estimables a la verónica en el recibo. El novillo, también de escasa fortaleza, sin embargo, colocó mejor la cara y tuvo más ritmo en las embestidas, lo que aprovechó Caballero para recrearse en una labor compacta en la que naturalidad y regusto se aunaron a partes iguales.

Los doblones por abajo con los prologó faena, con un cambio de mano a cámara lenta, tuvieron notable sabor, mas lo mejor llegó con lo fundamental. Muy encajada la figura, muy templado y relajado, Caballero interpretó el toreo sobre ambas manos con hondura, mano baja y, lo que es mejor, con sentimiento. Adornos muy a modo, estocada a la primera y oreja de ley.

El quinto, en cambio, fue un novillo sin casta, que se frenaba en el segundo muletazo, negándose ya a pasar en el tercero. Caballero estuvo por encima de las circunstancias, aunque la labor, en cambio, no tomó vuelo. La ovación final fue premio al infortunio de haberse quedado una tarde más a las puertas de la gloria.

Partió plaza un novillo basto y feo de hechuras, que evidenció pocas fuerzas ya de salida y que, pese a moverse en los primeros compases de faena, apenas se prestó fruto también de poca clase y tendencia a pararse a medida que transcurría su lidia.

Juan Miguel Benito no pudo reeditar su triunfo pasado pese a mostrarse voluntarioso en un trasteo un tanto anodino en el que, además del poco juego del utrero, falló también en su colocación.

El cuarto tuvo temple en sus descolgadas acometidas, aunque le faltó final. Aquí el que no estuvo bien fue Benito, que no se acopló en una labor en el que solamente se le puede anotar una tanda más o menos ligada sobre la diestra.

Miguel Ángel León sorteó en primer lugar un novillo que se paró pronto, y con el que, a pesar de dejar alguna pincelada, no resolvió nada del otro mundo, llegándole a censurar desde el tendido las prisas del principio y la posición excesivamente encorvada de su cuerpo a la hora de tratar de arrancar los muletazos.

En el último anduvo mejor el sevillano, aunque le faltó creérselo más para que la faena "rompiera", pero su empeño en las cercanías y en las tandas demasiado cortas en cuanto a número de muletazos, propició que aquello se fuera diluyendo.

Mostrar comentarios