Joan Roca: "El somni" no es una frivolidad, es un laboratorio creativo

  • El cocinero Joan Roca, chef del considerado mejor restaurante del mundo, El Celler de Can Roca, fusionó hoy en la cena-espectaculo "El somni", con doce exclusivos comensales, gastronomía y arte, una iniciativa que "no es una frivolidad, sino que es un laboratorio creativo".

Jose Oliva

Barcelona, 6 may.- El cocinero Joan Roca, chef del considerado mejor restaurante del mundo, El Celler de Can Roca, fusionó hoy en la cena-espectaculo "El somni", con doce exclusivos comensales, gastronomía y arte, una iniciativa que "no es una frivolidad, sino que es un laboratorio creativo".

El cocinero gerundense indicó que "además de que el montaje del Arts Santa Mónica da empleo a mucha gente, para el Celler de Can Roca es una forma de abrir el abanico creativo e interactuar con otras artes, que nos aporta nuevas formas de inspiración".

Para Roca, "El somni" (El sueño) representa "disponer de un laboratorio de I+D" y, de hecho, muchos de los platos que hacen para el espectáculo, "después se podrán comer en El Celler".

El artista Miquel Barceló fue el primero de los doce comensales en llegar a esta cena-espectáculo, transmitida por circuito cerrado de televisión para la prensa, y, a continuación, se incorporaron el resto de sus compañeros de mesa:

El chef Ferran Adrià, el filósofo Rafael Argullol, el antropólogo Joël Candau, el médico Bonaventura Clotet, la cineasta india Nandita Das, el ingeniero argelino Abderrahmnane Kheddar, el biólogo inglés Ben Lehner, el escritor gastronómico Harold McGee, la actriz Freida Pinto, la física teórica Lisa Randall y el director de orquesta Josep Pons.

Con media hora de retraso sobre el horario previsto comenzó la inmersión sensorial que duró casi tres horas y que jugó con todos los sentidos de los comensales.

El jefe de sala, Josep Roca, que hizo de conductor entre plato y plato y que con su voz cadenciosa y pausada invitaba a los doce "apóstoles" a entrar en una especie de vigilia del sueño, comenzó con una frase reveladora: "si quieres volar, toca con los pies en el suelo".

Poco después Josep Roca explicó que "El somni" implica diferentes disciplinas: gastronomía y ópera, ciencia sensorial y gastronomía, homenajes a Wagner y también a la "tecnología invisible".

Aunque Josep Roca invitó a sus "clientes" a "aprovechar al máximo los silencios y evitar al máximo las conversaciones", los doce invitados formaron en bastantes ocasiones un murmullo colectivo, más propio de una torre de Babel, en el que el castellano, el catalán, el francés y el inglés se fundían en una banda sonora única.

De indudables reminiscencias medievales, la mesa redonda alrededor de la cual los doce "soñadores" compartieron una cena única, sirvió de pantalla de proyección sobre la cual la comida se fundió con imágenes del mar, del bosque, del firmamento, simbolismos de la física, de la civilización oriental o el fuego forestal.

Más de 60 personas aportaron su talento, entre artistas, poetas, filósofos, artesanos, orfebres, para elaborar los vídeos proyectados, la música y la vajilla, un plato para cada preparación.

Una esfera líquida de leche de tigre y piel de limón rallada, un bombón de Campari y pomelo rojo, un "aire" de higo chumbo del cabo de Creus, una gamba a la brasa con la cabeza y las patas fritas y bombón de cabeza de gamba, una salsa de mole con rosas a la brasa, jugo y pechuga de pichón fueron algunos de los platos que se sirvieron en los seis primeros actos.

En la segunda parte de "El somni", los comensales, más distendidos y habladores, pudieron deleitarse con una manzana de caramelo inflado rellena de espuma y dados de manzana a la brasa con sobrasada de Miquel Barceló, una oca a la royale y gotas de sangre de remolacha, un sorprendente puré de cacao helado de masa madre, lichi deshidratado y fresco, cacao garrapiñado y merengues ácidos sobre "un plato que respira".

La cena concluyó con un recuerdo a la infancia: nube de algodón de azúcar, toques de flores y miel, gominolas y mariposas.

Entre los caldos que regaron la larga cena un Marqués de Riscal único de 1945, para evocar la guerra; un vino que no ha pasado por bota, "fruto de una desgracia, de las pocas viñas que se salvaron en el incendio que asoló el Empordà", señaló Josep Roca; o un vino "de la Luna", de 1881 que "no ha visto nunca el sol".

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