Juan Pedro Aparicio dice que "lo más grave del franquismo no fue la guerra sino la paz"

  • Madrid.- El escritor Juan Pedro Aparicio tardó años en encontrar el tono para su novela "La forma de la noche", una obra sobre la Guerra Civil que se reedita ahora y en la que el autor indaga en las raíces que cimentaron "los cuarenta años de paz" del franquismo, "dominados por la tiranía de los vencedores".

Madrid.- El escritor Juan Pedro Aparicio tardó años en encontrar el tono para su novela "La forma de la noche", una obra sobre la Guerra Civil que se reedita ahora y en la que el autor indaga en las raíces que cimentaron "los cuarenta años de paz" del franquismo, "dominados por la tiranía de los vencedores".

"La mayor responsabilidad del franquismo, lo más grave, no fue la guerra sino la paz", afirma Juan Pedro Aparicio en una entrevista con Efe, en la que habla de esta novela que en 1995 quedó finalista del Premio Nacional de Literatura y que acaba de reeditar Rey Lear, revisada por el autor.

La obra está considerada una de las mejores sobre la Guerra Civil y aunque Aparicio se limita a decir que le parece "una buena novela" reconoce que "La forma de la noche" es importante en su trayectoria, porque en ella surge Lot, ese "territorio metafórico que está al sur de Asturias" y que evoca al "personaje bíblico al que le está vedado mirar atrás".

"En el Lot donde me crié, tampoco se podía mirar atrás. El pasado ya se nos daba interpretado. Había que aceptarlo como se nos decía o atenerse a muy desagradables consecuencias", escribe Aparicio (León, 1941) en la introducción de esta novela que Alfaguara publicó en 1994.

En "La forma de la noche" no hay, indica, "malos ni buenos por la mera adscripción a un bando. La vida de cada uno es cada uno quien debe sostenerla". Él tiene sus preferencias, "naturalmente", pero cree que hubo gente "muy siniestra" en ambos bandos.

"La adscripción no salva a nadie de su responsabilidad individual. Asesinos y aprovechados los hay en cualquier grupo humano y más en tiempos de guerra", le dice a Efe el autor de "Lo que es del César", "El año del francés" y "Retratos de ambigú", galardonada con el Premio Nadal.

Novelar sobre la Guerra Civil siempre es difícil, si se quiere ser objetivo, y Juan Pedro Aparicio tardó años en decidirse a hacerlo. De niño había oído hablar a sus padres de la revolución (de 1934) y de la guerra en Asturias "con tanto horror como desengaño", y algo de ese horror resurgía cada vez que intentaba escribir esta novela.

En su ayuda vino una metáfora: la de los tigres que se escapan del circo Franconi de Gijón el mismo día en que empieza la guerra y desatan el miedo entre la población.

"La ferocidad de los tigres se convierte en cada bando en la definición de su contrario y eso no deja de ser un recurso utilizado en cualquier guerra. Lo que pasa es que la nuestra duró demasiado, se prolongó los famosos veinticinco años de paz y todavía algo más".

"Suena hoy algo heterodoxo, pero a mi juicio la mayor responsabilidad del franquismo, lo más grave, no fue la guerra sino la paz", asegura Aparicio, ex director del Instituto Cervantes de Londres.

Y es que le preocupan más "los males de la paz" que los de la guerra, debido a "la ausencia de generosidad" de los vencedores, a "su incapacidad para integrar al otro, al enemigo, al que se había condenado a la muerte física o a la muerte civil".

Y le preocupa también que los vencedores dejaran "la formación de los niños en manos de la Iglesia, una Iglesia belicosa, de trinchera".

"En alguna medida la educación de la gente de mi edad tenía una inspiración ridículamente medievalizante, se nos proponía un modelo de España que era un matrimonio entre el invento del autogiro del Señor de la Cierva, reivindicado por un incipiente nacionalismo científico, y las llagas milagrosas de Sor Patrocinio", afirma Aparicio con sentido del humor.

Este escritor, que en otoño publicará "Asuntos de amor", una antología de relatos y microrrelatos, se muestra prudente cuando se le pregunta si convendría o no investigar a fondo los crímenes cometidos durante la dictadura franquista, y acude para responder al papel que desempeñó la Transición.

"La Transición -apunta- es una obra de madurez, no un fruto del miedo. El propio Manuel Azaña en su famoso discurso, enfrentado a la derrota, habló de paz, piedad y perdón. Él no lo pudo poner en práctica. Franco, que pudo, no quiso, pero sí las generaciones posteriores".

"La transición es un fruto tan extraño como prodigioso en un país como el nuestro. Por eso algunos no pueden convivir con ella, sienten el típico horror a la excelencia de algunos españoles", concluye Aparicio.

Ana Mendoza

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