La artista turca Selma Gürbüz rinde homenaje a Velázquez con sus Meninas

  • Londres.- La artista turca Selma Gürbüz es una admiradora de las Meninas, de Velázquez, que han inspirado algunas de las obras que expone ahora en una galería y una casa museo de la capital británica.

Londres.- La artista turca Selma Gürbüz es una admiradora de las Meninas, de Velázquez, que han inspirado algunas de las obras que expone ahora en una galería y una casa museo de la capital británica.

Tres de sus esculturas de distinto tamaño y en hierro fundido representan a la infanta Margarita, la figura central del cuadro de Velázquez, pero no tienen el volumen de las más conocidas del artista español Manolo Valdés (ex Equipo Crónica), sino que son casi planas.

La silueta del rostro, los ojos, la nariz o los labios de la infanta aparecen punteados mientras que el amplio vestido está totalmente perforado de agujeros circulares como un queso Emmental.

Gürbüz, nacida en 1960 en Estambul, ciudad en la que todavía reside, confiesa a EFE que no ha visitado aún Madrid, aunque sí Barcelona, donde expuso en 2003, y sólo conoce la obra maestra de Velázquez a través de reproducciones.

El mismo motivo velazqueño aparece, aunque a tamaño muy reducido, en alguno de los cuadros expuestos en la Leighton House londinense, la casa museo que perteneció al artista victoriano de ese nombre, bajo el titulo de "Shadows of my self" (Sombras de mí misma).

En otros, la artista turca homenajea a Manet, a Cranach o a Gauguin, reproduciendo algunos de sus motivos más icónicos como El Flautista, del primero.

Gürbüz estudió escultura en el Exeter College londinense y luego pintura en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Manama, lo que explica que beba de las tradiciones artísticas de ambos mundos: el occidental y el islámico.

Su paleta es limitada- negros, ocres, sienas, algún amarillo-, y sus motivos son la figura humana, pero también todo tipo de animales y de plantas, distribuidos por toda la superficie del cuadro, pintado al óleo o al guache.

Sus figuras humanas parecen raíces o ramas de árboles aunque otras veces están compuestas por círculos, flores, espinas, erizos marinos, pero también por ojos, labios u otros motivos que se repiten.

En sus primeras obras, las figuras aparecen sobre fondos neutrales o monocromos, pero últimamente parecen flotar entre bosques o campos, y su paleta se ha vuelto algo más amplia.

Algunos de sus cuadros son como paisajes de fábula habitados por humanos o animales -delfines, leones, gatos, ciervos, liebres, abejas, caracoles, aves, entre otros- y uno no puede menos de pensar en las pinturas rupestres de Altamira o Lascaux.

Sin embargo, la influencia más clara, como insinúa el crítico alemán Lutz Becker en un ensayo incluido en el catálogo, es el arte de las siluetas recortadas de papel, popular pasatiempo que se originó en Gran Bretaña en el siglo XVIII y que adoptaron muy pronto las burguesías del continente europeo.

Aunque también está la del teatro de las sombras, de tanta tradición en Asia, nacido en China y que los viajeros del siglo XVII trajeron a Europa a través de la India, Persia y Turquía, desde donde pasaría a Grecia e Italia para finalmente atravesar los Alpes y llegar al norte de Europa.

Como señala la galerista y especialista en arte oriental Rose Issa, las poéticas y misteriosas creaciones de la artista turca "son una meditación sobre el tema del hombre y la mujer, la naturaleza, los animales salvajes y el conjunto de las criaturas".

"Transmiten -señala la experta- una energía visual basada tanto en una mitología personal como en los temas universales de la vida y el arte".

Joaquín Rábago

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