La muerte y las torpezas del amor protagonizan los nuevos cuentos de Neuman

  • Ana Mendoza.

Ana Mendoza.

Madrid, 13 oct.- Fascinado desde siempre por "las infinitas posibilidades" de la narrativa breve, Andrés Neuman vuelve al cuento con "Hacerse el muerto", un libro en el que el dolor por la muerte de su madre impregna algunos relatos, y en el que también reflexiona sobre el amor y sus torpezas y el lado oscuro de la familia.

En estos cuentos el escritor argentino salta con destreza de lo conmovedor al absurdo, del dolor al humor más agudo porque, como dijo hoy en una entrevista con Efe, "es un libro anímicamente de montaña rusa, y esos altibajos reflejan bien cómo vivimos y cómo sentimos: somos capaces de pasar de la euforia a la depresión en cuestión de minutos".

Neuman (Buenos Aires, 1977) debutó en el cuento a los veinte años con un libro "publicado por una remota editorial de Granada, que quebró a los pocos meses de aquello. Se vendieron 180 ejemplares, incluidos todos los que había comprado mi madre, que eran muchos", dice con humor este poeta, ensayista y novelista.

Residente en Granada desde los catorce años -"amo a Argentina y a España y me siento raro en los dos lugares"-, Neuman persigue en sus relatos "el estilo como búsqueda, sin certezas", porque "la incertidumbre es el punto de partida de la verdadera literatura", sostiene el escritor.

La muerte y sus derivaciones está muy presente en este libro. Galardonado con el Premio Alfaguara y el de la Crítica por su novela "El viajero del siglo", Neuman perdió a su madre cuando esta tenía 53 años y estaba "en la plenitud de su vida y de sus facultades artísticas".

"Era violinista y fue terrible por la enfermedad que tuvo. Padeció un cáncer fulminante, que hizo que una persona que había hecho magia con las manos toda su vida, apenas pudiera caminar o coger una taza", rememora Neuman, que ha tardado "cuatro años" en poder dedicar unas breves y conmovedoras páginas a esa pérdida.

"No fue solo la pérdida sino el modo tan cruel en que la enfermedad se ceba con las personas, la experiencia de debilidad, de vulnerabilidad, para ella y para todos nosotros", comenta Neuman, que también incluye en sus relatos "una reflexión metafórica sobre los hospitales, que son las catedrales de los descreídos".

"Para mí fue muy impactante pasarme un año en el hospital y observar de todo lo que es capaz alguien cuando está en un hospital", señala el escritor, quien recomienda vivamente el libro "Historia de la muerte en Occidente", del francés Philippe Ariès.

En esa obra el autor describe "cómo la muerte va saliendo de nuestras casas a lo largo de los siglos, debido al progreso de la medicina y de la ciencia, pero también por un desplazamiento moral que procura expulsarla de la propia casa y enviarla a ese lugar aséptico que es el hospital".

Para Neuman, "la narrativa breve es la música de cámara de la literatura", y ya que su madre era música, "bien está la metáfora". El escritor visualiza "las partes de un libro de cuentos como los movimientos de una obra de cámara, que crean paralelismos emocionales y contrastes anímicos".

Y es que "Hacerse el muerto" está lleno de contrastes, de estructuras y lenguajes narrativos diferentes. Y de tipos de humor.

Hay cuentos que hablan sobre "la imposibilidad de la épica en el amor", como el de "Las cosas que no hacemos", "un homenaje a la maravilla de no hacer nada con otra persona, de querer salir y no hacerlo, de pensar un plan y no cumplirlo. Es una enumeración de todo lo que aplazamos en la vida, y mientras ocurre todo eso, la vida va pasando", comenta.

En el libro, cuyo título refleja la afición de alguien a "hacerse el muerto porque luego le da mucho gusto comprobar que sigue vivo", hay también "dos o tres cuentos guarros, incluyendo un homenaje un tanto crápula a sor Juana Inés de la Cruz, convertida en monja del siglo XX y que cuelga los hábitos para entregarse compulsivamente al sexo con una sola condición: que sus amantes no se enamoren de ella porque no se puede 'ir al infierno por amor'".

El escritor termina el libro con dos "dodecálogos de un cuentista", en los que hay reflexiones tan interesantes como las siguientes: "Mucho más urgente que noquear a un lector es despertarlo". "Al cuento lo persigue su estructura. Por eso, cada cierto tiempo, conviene dinamitarla".

"No son reglas para escribir cuentos; son pequeñas conclusiones en marcha", advierte Neuman. EFE.

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