Los yihadistas atacaron a una generación moderna, alegre y cosmopolita

  • Jóvenes activos en su mayoría, trabajaban en publicidad, música o comunicación. Los atentados yihadistas de París golpearon a una juventud moderna, intelectual y fiestera, rápidamente bautizada como "Generación Bataclan".

Los ataques causaron al menos 129 muertos y 350 heridos. Salvo Manuel Colaco Dias, un portugués de 63 años que murió en las afueras del Estadio de Francia, las demás víctimas fallecieron en el noreste de París, una zona popular en vías de aburguesamiento, donde todavía coinciden inmigrantes y hipsters.

La mayoría murió en la sala de espectáculos El Bataclan, donde asistía al concierto de un grupo de rock californiano cuando irrumpieron sus agresores. Las demás víctimas tomaban una copa entre amigos, celebraban cumpleaños o cenaban en los cafés o restaurantes del barrio.

Para el diario de izquierdas Libération, que hablaba este lunes en su portada de "Generación Bataclan", la juventud atacada se distinguía por su "apertura cultural, unas costumbres liberales y cierto cosmopolitismo".

El primer ministro francés, Manuel Valls, retomó esa expresión. "En el fondo (los fallecidos) son una Generación Bataclan", declaró.

La mayoría de las víctimas tenían entre 25 y 45 años, y muchas trabajaban en el mundo de la música, como Thomas Ayad (32 años), productor del sello discográfico Mercury Records, Guillaume Decherf (43 años), colaborador con la revista Les Inrockuptibles, o Grégory Fosse (28 años), programador musical para un canal de televisión.

Otros eran directores de cine (Maxime Bouffard, de 26 años), profesores de artes plásticas (Alban Denuit, de 32 años) o trabajaban en una agencia de publicidad (Fabrice Dubois, de 46 años).

Muchas profesiones intelectuales, no siempre bien pagadas, que quizá les hicieron ganarse la etiqueta de "bobo" (contracción de burgués bohemio), un término nacido a principios de los años 2000 para describir a una categoría de la población que suele votar a partidos de izquierdas y defiende valores humanistas y ecológicos.

Las víctimas también parecían compartir otra característica: su sociabilidad. Thierry Hardouin, un policía de 36 años, era un "bon vivant", un "hombre alegre y profesional", según uno de sus allegados. Un retrato similar al de David Perchiron y Cédric Mauduit, dos amigos que fallecieron juntos en El Bataclan, aseguran antiguos compañeros de clase.

Para la alcaldesa socialista de la capital francesa, Anne Hidalgo, los yihadistas desafiaron "lo que más odian: la vida cosmopolita, generosa, insumisa y ruidosa de París en (...) unos barrios donde conviven todas las generaciones, todas las lenguas y todas las culturas".

Hay una veintena de extranjeros entre los fallecidos, como Halima Ben Khalifa Saadi, una tunecina de 34 años residente en Senegal, que se había unido a su hermana mayor, Hodda, para celebrar un cumpleaños en París.

Kheireddine Sahbi, un violinista argelino de 29 años, volvía a casa tras una velada con amigos cuando le dispararon. "Había sobrevivido a 10 años de terrorismo" en Argel, contaba, resentido, uno de sus primos.

Franceses y extranjeros, muchos dejan tras de sí a cónyuges o niños. Mohamed Amine Ibnoumoubarak, un arquitecto marroquí, murió delante de su mujer, Maya Nemeta, que sufrió una herida grave en una pierna.

El viernes, Elsa Delplace, de 35 años, asistía en El Bataclan al concierto de Eagles of Death Metal con su madre, Patricia San Martín, una chilena de 55 años, y su hijo de cinco años. El niño fue el único superviviente de los tres.

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