Luis Ramón Marín, un fotoperiodista en la España de principios del siglo XX

  • Plasmó la sensualidad de Josephine Baker, el gracejo de Alfonso XIII bailando un pasodoble en una venta, la construcción de la Gran Vía, las primeras carreras motociclistas y las primeras aviadoras, firmaba sus fotos "Marín" y ahora una exposición lo reivindica como pionero del fotoperiodismo español.

Alfredo Valenzuela

Sevilla, 8 mar.- Plasmó la sensualidad de Josephine Baker, el gracejo de Alfonso XIII bailando un pasodoble en una venta, la construcción de la Gran Vía, las primeras carreras motociclistas y las primeras aviadoras, firmaba sus fotos "Marín" y ahora una exposición lo reivindica como pionero del fotoperiodismo español.

Casi setenta fotografías tomadas por Luis Ramón Marín (Madrid, 1884-1944) reflejan que el periodismo gráfico y el arte pueden ser una misma cosa en la exposición que, hasta el 15 de mayo, puede verse en el Museo de la Autonomía de Andalucía, en Coria del Río (Sevilla) bajo el epígrafe "Marín. Fotografías. 1908-1940".

Además de hacer fotos para postales y colaborar con revistas, Marín llegó a publicar más de mil fotografías al año en un solo periódico, "Informaciones", conformando un legado de 18.296 imágenes que, aunque olvidado casi por completo tras la Guerra Civil, fue atesorado por su viuda y, posteriormente, por su hija, Lucía Ramón Plá, y depositado ahora casi todo en la Fundación Pablo Iglesias.

Se trata de un archivo muy diverso que permite recomponer la sociedad española de principios del s4iglo XX.

Así, si a Josephine Baker la retrató en su camerino en 1930 con menos ropa de la que en España pudo soñarse hasta entonces que se podía salir a un escenario, también escarbó en la psicología de sus modelos, como en el retrato que en 1917 le hizo a Raquel Meller, con una mirada que pudo ser el último vestigio del romanticismo.

Pero también retrató para la prensa gráfica de los años más turbulentos del siglo pasado los avances técnicos, como el Graf Zeppelin sobrevolando en 1930 la sevillana dehesa de Tablada, un prado cubierto de margaritas sobre el que caracolean los caballos de la Guardia Civil poniendo orden entre el gentío asombrado que aguarda al gigante de los cielos.

Al boxeador Primo Carnera, antes de subir al ring en Barcelona para medirse con Paulino Uzkudum, lo captó leyendo un libro y, para seguir profundizando en la personalidad de los artistas, hizo una serie de retratos en la que pedía a sus modelos --entre ellos Celia Gámez y Daniel Vázquez Díaz-- que posaran mostrando las palmas de las manos delante de sus caras.

El retrato de Ramón Gómez de la Serna dando una conferencia aupado al trapecio del Circo Americano, tomada en Madrid en 1923, también es de Marín, al igual que el retrato colectivo del homenaje a Valle-Inclán, con Unamuno al lado, en el madrileño Hotel Palace en 1922.

A la archiduquesa Margarita de Austria la fotografió mientras pintaba con su caballete en las calles de Santillana del Mar (Santander) en 1929, al coronel Millán Astray en 1926, junto a su médico, después de perder el ojo, con un venda blanca bajo el parche negro, y en la panorámica que hizo del entierro de Pablo Iglesias, en 1925, se puede escuchar el silencio y sentir la conmoción de la muchedumbre.

Al autogiro de De la Cierva lo fotografió desde el aire mientras sobrevolaba Madrid en 1932, y con un primer plano de Conchita Uries, Miss Alicante, tomado ese mismo año, demostró que los cánones de belleza no son trasladables de una época a otra.

Marín reservaba el humor para sí mismo, y se autorretrataba sacando músculo desnudo de cintura para arriba, o dejándose caer desde lo alto de la carpa de un circo.

Y sabía plasmar la trascendencia del momento, como al retratar a Frances Maciá a su llegada a Madrid para entregar el Estatuto de Autonomía, que el prócer catalán llevaba bajo el brazo.

Marín también fotografió la Guerra Civil, en Toledo, en Teruel y en el Madrid sitiado, donde una de sus imágenes más impactantes no es un bombardeo sino un grupo de personas arrodilladas en medio de una calle recogiendo de entre los adoquines los granos de trigo que un camión ha dejado caer al pasar.

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