Marcos Giralt dice que para ahondar en la relación con su padre no podía esconder nada

  • Madrid.- "Para desvelar el conflicto con mi padre en toda su hondura era necesario no enmascarar nada", afirma el autor de "Tiempo de vida" (Anagrama), Marcos Giralt Torrente, y en el que cuenta la relación que mantuvo con su progenitor, el pintor Juan Giralt.

Marcos Giralt dice que para ahondar en la relación con su padre no podía esconder nada
Marcos Giralt dice que para ahondar en la relación con su padre no podía esconder nada

Madrid.- "Para desvelar el conflicto con mi padre en toda su hondura era necesario no enmascarar nada", afirma el autor de "Tiempo de vida" (Anagrama), Marcos Giralt Torrente, y en el que cuenta la relación que mantuvo con su progenitor, el pintor Juan Giralt.

En una entrevista con Efe, Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968) afirma que los sentimientos que le empujaron a escribir el libro fueron "la sensación de no poder" despegarse "del trauma de la pérdida y, también, la que tenía como escritor de que en esa pérdida, y en todo lo que le había antecedido, había una historia que contar".

"Una historia nada maniquea, la de mi padre y la mía, que parecía predestinada a acabar de una forma pero que acabó de una manera muy distinta. Una historia tan compleja como es la vida, hecha de desencuentros y de dolor, pero también de amor y luz", explica el autor.

El libro surgió pocos meses después de la muerte de su padre, y para escribirlo, dice: "Tuve que desprenderme del estilo literario que, con alguna diferencia de matiz, habían caracterizado mis dos novelas anteriores" (con una de ellas, "Paris", ganó el Premio Herralde de Novela en 1999).

Y agrega: "Tuve un momento, en los comienzos, de muchas dudas. Sabía que el libro sólo funcionaría literariamente renunciando al pudor".

"Ahora bien, me atemorizaban los daños colaterales. Tenía claro que sólo debía contar aquello que ayudara a iluminar nuestra historia, pero es mucho más fácil de decir que de hacer", explica el nieto del escritor Gonzalo Torrente Ballester.

Por eso "hablo de mi intimidad sin tapujos, cuento algún episodio del que no me enorgullezco, pero en la vida de todos hay pecados parecidos. De hecho, creo que esa es la razón también de que sea un libro que toque tanto una fibra emocional", añade.

"Al margen de que sea una historia más o menos universal, creo que el lector se identifica con esas debilidades del narrador. Y que se muestren, dota al libro de una veracidad, de una autenticidad, que en literatura es muy difícil lograr", insiste.

Por eso define su libro como "una ficción sin invención. El material proviene de mi vida y trato de reflejar mi visión sin manipularlo ni inventar, pero utilizo herramientas que son de escritor de ficción, como la tensión narrativa o limitarme a lo esencial que hace que la historia progrese".

En cuanto a la relación con su padre, que se fue distanciando de él tras separarse de su madre, el escritor afirma que lo resolvieron "en lo fundamental unos pocos años antes de su enfermedad".

"Nuestra entrega mutua en ese tiempo penoso, demostró que no lo habíamos resuelto en falso y cerró cualquier cuenta pendiente. Para él no fue fácil, tuvo que tomar decisiones a priori incómodas, y para mí tampoco", reconoce.

"Lo que echaba de menos en mi largo conflicto con mi padre era no tener una cotidianeidad con él, haberme visto expulsado de ella", explica.

Para Marcos Giralt, "es normal que entre padres e hijos haya conflictos, incluso es necesario, ya que es la única manera de que el hijo se emancipe realmente, de que sea una persona verdaderamente autónoma y no una réplica de sus padres".

Sin embargo, un hijo no pide venir al mundo y, en ese sentido, "los padres tienen una carga de responsabilidad con el bienestar de su hijo a la que no pueden renunciar. Es su deber velar por él. No pueden desertar".

"Hay unos largos años en los que el único que puede entender a su hijo es el padre. Después, el hijo deberá también saber entender. Lo primero de todo, que sus padres fueron hijos como él y tuvieron sus carencias, ya que la perfección en el género humano no existe. Por bien que te propongas hacer las cosas siempre hay algo en lo que fallas. Nada tiene una sola lectura", concluye Marcos Giralt.

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