Mujeres del Medievo, eje para mantener los monasterios, su refugio espiritual

  • La función que desempeñaron las mujeres de la aristocracia para la fundación y mantenimiento de los monasterios en el Medievo, que encontraron dentro de los muros monásticos refugio espiritual para los últimos días de su vida, fue fundamental, aunque menos conocida que el papel de los nobles de aquella época.

Almudena Álvarez

Aguilar de Campoo (Palencia), 7 ago.- La función que desempeñaron las mujeres de la aristocracia para la fundación y mantenimiento de los monasterios en el Medievo, que encontraron dentro de los muros monásticos refugio espiritual para los últimos días de su vida, fue fundamental, aunque menos conocida que el papel de los nobles de aquella época.

Porque si en casi todos los casos "detrás de la fundación de un monasterio hay una familia de la nobleza", como explica a Efe el director del Centro de Estudios del Románico de la Fundación Santa María la Real, Pedro Luis Huerta, no son menos numerosos los cenobios fundados y gobernados por mujeres.

Analizar las comunidades monásticas de los siglos XI y XII y sus relaciones con la nobleza es precisamente el objetivo del Seminario de Historia del Monacato, organizado por la Fundación Santa María la Real en Aguilar de Campoo (Palencia).

Ejemplos de que la nobleza ha estado en los cimientos de la mayoría de los cenobios, favoreciendo el asentamiento de las ordenes religiosas en determinados lugares hay muchos: los Gómez Díaz en el monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes (Palencia), el padre del conde Fernán González en el de San Pedro de Arlanza, en Burgos, o Sancho Ansúrez en el del Monasterio de Retuerta, en Valladolid.

Menos conocida es la impronta que dejaron las mujeres viudas de la aristocracia en los cenobios que fundaron y mantuvieron con su patrimonio y que, a diferencia de los creados por los matrimonios de nobles, son siempre monasterios femeninos.

Es el caso de la condesa Estefanía de Ramírez que, después de enviudar, fundó el Real Monasterio de Santa María de Benavides en Boadilla de Rioseco (Palencia), y después el Monasterio de Santa María de Carrizo, en Carrizo de la Ribera (León) para su hija María Ponce de Minerva; el de la condesa doña Mencía que fundó San Andrés de Arroyo, en la provincia de Palencia, para "integrarse dentro"; o el de Teresa Pérez, viuda de García Pérez, señor de Rueda y Cea, fundadora de Santa María de Gradefes, en León.

"Ellas, nobles, viudas, fundan monasterios, utilizan su patrimonio, y generan una vida monástica ligada al linaje pero controlada por ellas, y en muchos casos pasan los últimos años de su vida entre sus muros donde se les atendía y luego se les enterraba", explica a Efe la experta en Historia Medieval de la Universidad de León, Gregoria Cavero .

Ella ha sido la encargada de pronunciar hoy una conferencia sobre el monasterio medieval como refugio de mujeres de la aristocracia, porque, aunque "el papel de algunas mujeres es conocido, el de la gran mayoría se desconoce".

Ellas fundan los monasterios para ellas o para sus hijas, no porque estén desasistidas o se queden solas, sino como una proyección de su linaje y del poder que ejercen política, social y religiosamente, hasta el punto de que son ellas las que definen muchas de las líneas del devenir de estos cenobios, afirma.

Porque si algo eran estas mujeres es poderosas política, social y religiosamente y, a diferencia de los hombres, ellas deciden terminar sus días en los monasterios, usarlos "como refugio en la última etapa de su vida, para preparar su último viaje, y morir allí", explica la experta.

Aunque los hombres no pasaban los últimos años de su vida en el monasterio ni morían entre los muros monacales, la mayoría eligieron también estos cenobios como su última morada, el lugar donde debían descansar sus huesos.

"Al principio los enterramientos se hacen en las inmediaciones de las iglesias, luego al lado de sus muros, después en las entradas, luego en los claustros y al final acaban invadiendo las naves de las iglesias", según explica a Efe Marta Serrano Coll, de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona.

"Es evidente que los nobles van ganando terreno porque sus donaciones son cada vez más generosas y a los eclesiásticos no les queda más remedio que ir aceptando sus cuerpos en el interior de las iglesias", apunta Serrano.

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