Cae un torpedo en la línea de flotación de la cultura española

  • Esa máquina de guerra es el "concepto CT" o Cultura de la Transición, una herramienta expandida en un libro que permite apreciar que la cultura española de los últimos 35 años no ha supuesto ningún conflicto, no ha planteado ningún problema, se ha mantenido en unos límites cómodos y tolerables para facilitar una transición democrática suave que, como la política, parece no acabar nunca.

El músico Nacho Cano celebrando la victoria de España en el Mundial de fútbol
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Elena Cabrera

Os vamos a hablar de un libro que es una herramienta. Es, pongamos, una lámpara de luz ultravioleta que encendida dentro de un oscuro bar lleno de gente moderna hace brillar todos esos blancos antes invisibles, como la caspa sobre los hombros de la chaqueta, unas dentaduras atroces y esas inquietantes motas de polvo cerca de la nariz. Esta nueva linterna, este libro, nos revela de golpe que la cultura en la que vivimos desde 1975 está pautada, es previsible, es inocua.

Se llama CT o la Cultura de la Transición (Debolsillo / Random House Mondadori, 2012) y su subtítulo indica que es una Crítica a 35 años de cultura española. En las próximas líneas usaremos el acrónimo CT para referirnos a un concepto de creación colectiva —aunque acuñado por el periodista Guillem Martínez— que permite explicar una novela, una canción, un artículo periodístico, un discurso político o una ley y observar —bajo la luz ultravioleta— la sistemática desarticulación del carácter problemático de la cultura. Salirse del tiesto está penado por la CT: si te sales, ya no eres Cultura.

Con el objetivo de conseguir una Transición suave, sin ira, la cultura conflictiva fue desactivada, dejando la hegemonía cultural en manos de La Movida, las chicas Almodóvar, los cantautores, los conciertos-mítin del PCE, los nuevos flamencos, Amenábar, Soldados del amor y el indie español de los noventa con letras en inglés.



"El concepto CT, esa construcción colectiva, es, si se me permite —avanza Guillem Martínez— la meditación sobre la cultura española más profunda en décadas. Esta mañana a primera hora es un discurso incontestable. Es lo que siempre ha sido. Algo sexy, apasionante, atractivo, abierto. Una castaña. Hace apenas un año, las personas que utilizaban el concepto eran lo que la CT calificaba como marginales, cerrados, resentidos, picha-tristes, aburridos. El hecho de que ahora la CT sea lo viejuno, lo reaccionario, lo soso, indica cierta, aunque precaria, normalización cultural".

19 autores individuales y uno colectivo rascan la cultura cada uno en su campo: la crítica literaria, la música, la política, el 15M, la Sgae, la economía, el cine o el humor son algunos de ellos. "Este libro consiste en diversas personas llevando lejos, y en su disciplina y en sus coordenadas ideológicas, el concepto CT. Es un intento, me parece que exitoso, de luchar por un lector que, al menos formalmente, no existía antes del 15M. Como casi todo. Antes del 15M, la soledad era extrema. Había datos (Merçè Molist, Amador Fernández-Savater), que indicaban que se estaba fraguando algo bestia, una nueva cultura, un cambio de paradigma, un enfrentamiento cultural. Yo no los ví. Como profeta, soy una XXXXX pinchada en un palo", dice Martínez. Las equis son del autor, que contesta por escrito.

Como profeta, lo que él diga. Pero como cirujano no tiene precio. Guillem lleva señalando la CT desde mucho tiempo atrás: "Me empecé a interesar por el tema hacia 2000, con un librito que se llamaba Franquismo Pop. En 2004, con un librito que se llamaba Pásalo. A través de un blog en el que, desde 2005 a 2007 intenté describir la CT a tiempo real. Y con el prólogo a La Canción del Verano, en el que explicaba lo que sabía de la CT. En todo ese trayecto, me cayeron los chuzos de punta, lo que indica que sí, en efecto, todo era muy negro y hacía mucho frío antes del 15M".

Borrón en la CT

"No se pueden hacer preguntas sobre las formas de organizar la vida en común por fuera de lo posible autorizado" escribe Amador Fernández-Savater sobre la CT, antes de que llegara el 15 de mayo de 2011. "El 15M es la mayor brecha que hemos visto aparecer nunca en el muro de la CT" añade.

"Los medios son muy sectarios y hacen criba de los artistas con carga política" cita el periodista musical Víctor Lenore al músico David Rodríguez (Beef) en el capítulo que aporta el primero al libro. "No creo que haya grandes conspiraciones" explica al preguntarle por la relación entre la prensa musical y la CT. "Los puestos de periodista cultural siempre los han ocupado gente de clase media o media alta. Además suelen ser hombres, bastante esnobs, muy poco interesados en los mecanismos sociales. Desde un presunto refinamiento cultural, se ve como algo barato y de mal tono hacer un artículo sobre Camela, el rock radikal vasco, la cumbia, el techno de Detroit, la salsa, el gangsta hip hop o el reggaetón. Justamente los géneros que han salido de las clases desposeídas. Se trata de estilos demasiado horizontales, orientados al hedonismo, la relación social y la pista de baile. Se hacen críticas de los conciertos que cuestan de 40 a 100 euros la entrada, pero nunca se cubrieron las raves ilegales".

En su artículo también alude a la "domesticación" del flamenco para su consumo. En los medios "no se informa del flamenco tradicional porque su origen rural y popular nos queda muy lejos" nos dice. "Solo empieza a entrar en los medios con el invento del nuevo flamenco. Hemos heredado los tics bastante rancios, desde el culto a lo anglófilo hasta el rechazo a mezclar arte con política (como si fuera posible mantenerlos separados). La relación más directa con la CT es entender la cultura como una fiesta donde no caben los antagonismos. Para mí es una celebración donde sí deberían caber posturas problemáticas, especialmente en tiempos tan hostiles y opresivos como los que vivimos". Pero añade, antes de que los que defienden que los "discos con responsabilidad social es la muerte de la música pop" se exalten que "dicho esto, no creo que la música popular tenga ninguna importancia política, más allá de acompañar o visibilizar ciertos conflictos (la música es más o menos política dependiendo del empeño del sistema en esconder su homogeneidad y autoritarismo, del tipo que sea). El control de contenidos en los medios es en gran parte inconsciente. La mayoría se limitan a responder a prejuicios culturales e intereses de la industria. Antes era la discográfica, ahora la del directo, la moda o la cerveza. Si nadie ha examinado estos criterios es porque en la cultura española hay muy poca propensión al debate, más allá de tres o cuatro rencillas personales".

Carne pa la picadora

"¿Dónde habían estado las novelas cuando se hizo la reconversión industrial, cuando Cicatriz, Eskorbuto, Kortatu, RIP..., La Polla Records?" escribe la novelista Belén Gopegui en su capítulo.

"Nacho Cano grabará un disco benéfico para ayudar a las víctimas de su carrera en solitario" inventa este titular para 1995 el periodista Carlos Prieto en el suyo.

"Hoy puedes encontrar veinte entrevistas a La Habitación Roja por cada una a Óscar Mulero y eso es uno de los disparates más grandes de la prensa musical en España" contesta Lenore a nuestra entrevista. "No hay color entre la relevancia artística y el impacto social de uno y otro. La ruta del bakalao se cubrió en la sección de sucesos en vez de en cultura. El reggaetón se rechazó por sucio, vulgar y negro, que son exactamente los mismos argumentos que usaban cantantes melódicos como Frank Sinatra para despreciar el rock and roll. Es un paralelismo bastante revelador. No hemos aprendido nada. Se rechaza la música negra de baile como música baja, cuando en realidad cumple una función tradicional de la música popular: servir de calentamiento para el sexo. Además de ser mucho más sofisticada sonoramente (lo que pasa es que no nos han enseñado a apreciar los matices de la música de bajo). En la prensa se habla mucho de la música como experiencia místico-narcisista y poco de la música como experiencia vital. Fíjate que en las entrevistas es clásica la pregunta de qué discos te llevarías a una isla desierta, pero nadie se interesa por qué cinco canciones pondrías en una fiesta con amigos. El prisma individualista queda muy claro. Les importa muy poco las condiciones sociales de creación, cuando la música es uno de los medios más sociales que existen. Otro problema de los críticos españoles es la solemnidad. Hablamos de un colectivo poco propenso a bailar, que piensa que los estilos musicales más dramáticos son los más intensos. Pues no, una canción sobre todo es alegría. No hace falta haber leído a Bourdieu para darse cuenta de que la mayoría de críticos conciben las música como factor de distinción, más que de conexión con el entorno".

Los ojos vendados

La Sgae es, según David García Aristegui en este libro, un "Ministerio de Cultura en la sombra" debido a la enorme cantidad de dinero que mueve y genera. "El dinero de los derechos de autor ayudó a desactivar la cultura" explica Arístegui. "Históricamente se ha recaudado en función de intereses corporativos e institucionales convergentes, es decir, de manera totalmente interesada. La Sgae consiguió que se implantara el modelo que los anglosajones caracterizan comowinner-take-all (el ganador se lleva todo, como en las casinos). Y los números cantan: solo el 4 por ciento de los socios de la Sgae cobra más del salario mínimo interprofesional en concepto de derechos de autor. Y Teddy Bautista lo tenía claro cuando afirmaba que 'la SGAE no es un sindicato, sino una entidad administrativa de representación proporcional en la que los votos son como acciones'. En el capítulo revindico, en contraposición a Teddy Bautista y su nefasto modelo Bankia de gestión colectiva de derechos, a la figura del olvidado sindicalista y autor Ángel María de Lera. Lera estaba más interesado en conseguir derechos sociales para las y los autores que en la propiedad intelectual per se".

Arístegui está inmerso en la creación de Cultura Libre, una organización para la gestión colectiva y la defensa de la cultura bajo licencias libres. "Cultura Libre —aclara— quiere recoger esa olvidada herencia y visión social de los derechos de autor, que es la de implementar un modelo que por un lado posibilite unos ingresos dignos y estables a todas las personas que crean, no solo a las de éxito (un modelo redistributivo que las entidades de gestión ni se plantean), y que por otro permita un acceso universal a la cultura: erradicar el canon a bibliotecas públicas o permitir el intercambio de contenidos en redes P2P".



Cuando Antón Reixa fue elegido presidente de la Sgae el pasado 8 de mayo declaró: "mi intención es que la presidencia abandone los personalismos" y añadió que "el patrimonio de la entidad lo constituye no solo el repertorio de obras que gestiona, sino también el conocimiento de los trabajadores". ¿Cómo ves el cambio de la Junta Directiva de la Sgae y sus intenciones de transparencia y cambios en la casa?, ¿has detectado algún comportamiento no CT en la Sgae de Antón Reixa?, le preguntamos a Arístegui quien, además de activista, es socio (heredero) de la Sociedad de Autores: "espero equivocarme, de verdad, pero creo firmemente que Reixa no va a cambiar nada sustancial, nada. Pienso que solo le obsesiona mejorar la imagen de la entidad, pero para mantener exactamente el mismo modelo, con cara un poco más amable. Sus alusiones al copyleft y Creative Commons durante la campaña electoral han resultado ser puro humo, y es otro que quiere mantener esa guerra demencial y perdida de antemano con el intercambio de archivos. Que en un país con la banda ancha más cara y de peor calidad de Europa el señor Reixa se descuelgue, recién elegido, con declaraciones hablando de que la banda ancha no es necesaria y 'solo sirve para descargar megas y megas pesadisimos' dice mucho de la supuesta ruptura que iba a hacer con el pasado de la entidad. Ha salido elegido presidente porque las editoriales musicales le han votado en bloque. Las editoriales musicales son tortugas tecnológicas, son las que menos entienden el actual contexto tecnológico y social en lo que a productos culturales se refiere".

"Yo vivía ahí" dijo Guillermo Zapata, en la presentación del libro en Madrid "La Transición era todo ese periodo que se caracterizaba por estar exento de violencia. [En los 90] Nadie decía 'papá, cuéntame otra vez ese cuento tan bonito en el que murieron no sé cuántos obreros en Vitoria en el 77' o 'papá cuéntame otra vez ese cuento tan bonito de cómo mataron a Puig Antich'... todo tenía como una distancia irónica", en referencia a Ismael Serrano y su hermano Daniel. Y concluye "todos los medios que han funcionado sobre la base del consenso tienen muchas dificultades para entender lo que está pasando. Decir que 'lo que está pasando' es acabar con la Cultura de la Transición es ridículo, 'lo que está pasando', en todo caso, nos está dando herramientas para entenderla. Lo otro, pues ya veremos".

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