Sara Montiel no era inmortal

  • Alicia G.Arribas.

Alicia G.Arribas.

Madrid, 8 abr.- Sara Montiel cumplió 85 años en marzo. Con su chispa de siempre, ácida, mordaz, provocativa, sus últimas apariciones en los medios, que tanto la encumbraron como la vapulearon, fueron para desmentir su muerte: "Estoy muy bien gracias a Dios", dijo. Y lo creímos. Sara, "Saritísima", parecía inmortal.

Porque María Antonia Abad Fernández, nacida en Campo de Criptana (Ciudad Real) en un momento en el que nadie soñaba siquiera con Hollywood, tan triste, tan gris y tan pobre era España en 1928, siempre supo que sería una estrella.

De origen humilde, huérfana de padre y estudiante interna en un colegio de monjas en Orihuela (Alicante), la joven María Antonia sólo quería cantar y ser actriz.

Siendo apenas una niña, unos productores la escucharon cantar una saeta durante una procesión de Semana Santa y la contrataron por 500 pesetas al mes.

Con ese "dineral" se trasladó con su madre a Madrid y recibió clases de dicción y canto. Allí fue descubierta, con solo 15 años, en un concurso de jóvenes talentos por Vicente Casanova, fundador de la emblemática Cifesa.

Así comenzó una carrera marcada por unos labios sensuales, unos ojos almendrados de color miel y unas preciosas piernas rematadas en una cadera oscilante de minúscula cintura, tan al gusto de la época, que no solo enamoró a los galanes del celuloide sino que mantuvieron a María Antonia en el candelero nada menos que cincuenta años.

Trabajó en más de medio centenar de películas en España, México y Estados Unidos, junto a artistas de la talla de Raf Vallone (su partenaire en "La violetera"), Burt Lancaster, Joan Fontaine, Vincent Price o Charles Bronson; Dolores del Río, María Félix, Agustín Lara o Pedro Infante.

De la época estadounidense son "Veracruz" (1954), a las órdenes de Robert Aldrich; "Dos pasiones y un amor" (1956), de Anthony Mann; y "Yuma" (1957), de Samuel Fuller, entre otros.

En España protagonizó uno de los grandes éxitos del cine español "El último cuplé" (1957), de Juan de Orduña, que la convirtió en un mito erótico.

Su público, un público gris y triste de posguerra española, sintió una bocanada de aire fresco en sus seductoras canciones, susurradas más que cantadas, a la estela de un puro (imagen que siempre la acompañó): "Fumando espero", "Bésame mucho", "La violetera" o "Amado mío".

En la meca del cine americano firmó contratos millonarios para Warner Bross y United Artits, trabajó con directores como Anthony Mann, quien fue su primer marido, cuando la estrella ya había amortizado su nombre en las pantallas españolas.

Desde su debut, en 1944, en "Te quiero para mí", de Ladislao Vajda, junto a Fernando Fernán Gómez, hasta "Veracruz" (1954), la primera americana, Sara Montiel rodó seis largometrajes.

"Bambú" (1945), de José Luis Sáenz de Heredia, con el que repitió en "Mariona Rebull" (1946); "Don Quijote de La Mancha" (1947), de Rafael Gil; "Locura de amor" (1948) y "Pequeñeces" (1949), ambos de Juan de Orduña, y "El capitán Veneno" (1950), de Luis Marquina.

Antes de Hollywood, la racial María Antonia marchó en 1950 a México, donde participó en 13 películas y obtuvo grande éxitos, como "Piel canela" (1953), de Juan J. Ortega.

Después de "El último cuplé", la cinta por la que ya siempre será recordada, se puso a las órdenes de Luis César Amadori en "La violetera" (1958), "Mi último tango" (1960) y "Pecado de amor" (1961); de Tulio Demicheli en "Carmen la de Ronda" (1959) y "La mujer perdida" (1966), y de Alfonso Balcázar ("La bella Lola", 1962).

Con Rafael Gil trabajó en "La reina del Chantecler" (1963) y "Samba" (1964); con Ladislao Vajda en "La dama de Beirut" (1965); con Luis Marquina y Jorge Grau en "Tuset Street" (1968); con Mario Camus, en "Esa mujer" (1969) y con Juan Antonio Bardem, en "Varietés" (1971).

A partir de los setenta se volcó en la música y grabó y actuó en directo ("Bésame mucho", "Sara y...punto", "Saritísima", "Saritízate", "Sara de La Mancha" o "Ven al Paralelo"), en espectáculos muy ovacionados con los que recorrió España y EEUU, donde llegó a actuar en el Hall Lincoln Center de Nueva York.

Su último largometraje, "Asaltar los cielos", de José Luis López Linares, en 1996, dio paso a una nueva dimensión de la artista, ya cumplidos los setenta años.

En 2000 presentó su biografía "Toda una vida" y, dos años más tarde, el volumen "Vivir es un placer", ambos escritos por Pedro Manuel Villora; dos años después se estrenó el documental "Sara, una estrella" sobre su vida personal y artística.

Colaboró con Alaska en el tema central del disco de Fangoria "Absolutamente" (2009), y en 2011 regresó al cine tras casi 40 años de ausencia con la comedia "Abrázame", rodada en su Mancha natal donde se interpreta a sí misma.

Su azarosa vida sentimental incluyó cuatro maridos: Anthony Mann, del que se separó en 1961 y obtuvo la nulidad en 1963; el productor José Vicente Ramírez Olalla, al que se unió en 1964; y, en 1979, con el que ella llamaba el amor de su vida, y tras nueve años de convivencia, el industrial mallorquín Pepe Tous.

Con Tous, fallecido en 1992, con el que adoptó a sus dos hijos, Thais y Zeus.

A los 75 años se volvió a casar, esta vez con un cubano cuarenta años menor que ella, Tony Hernández, con el que terminó "como el rosario de la aurora".

Sus amores "imposibles" fueron mucho más elevados: el premio Nobel de Medicina Severo Ochoa, el poeta León Felipe, el dramaturgo Miguel Mihura, el cineasta Mario Camus, y el director Ernest Hemingway.

Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo (2008); Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes (1958); Actriz del Año (1959) y Disco Oro en 1959, por "La violetera", recibió la Medalla de Oro de la Academia Española de Cine en 1997 y el Águila de Oro de Hollywood (el Oscar hispano) en 1986, entre sus más destacados galardones.

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