Se echa de menos a Plácido Domingo en el "Tamerlano" londinense

  • Londres.- A Plácido Domingo se le echa ciertamente de menos en la producción de la ópera trágica de Händel "Tamerlano" que acaba de llegar a la Royal Opera House londinense.

Se echa de menos a Plácido Domingo en el "Tamerlano" londinense
Se echa de menos a Plácido Domingo en el "Tamerlano" londinense

Londres.- A Plácido Domingo se le echa ciertamente de menos en la producción de la ópera trágica de Händel "Tamerlano" que acaba de llegar a la Royal Opera House londinense.

El gran tenor español debía hacer un singular doblete en la actual temporada interpretando primero esa ópera barroca y hacer más adelante, como barítono, el "Simón Boccanegra".

Pero el más grande de los tenores vivos, y acaso el más excepcional de la historia por la extraordinaria variedad de su repertorio, ha tenido que someterse en Nueva York a una operación quirúrgica, calificada de "preventiva".

Ahora sólo cabe esperar que pueda cumplir al menos su segundo compromiso a finales de junio con Covent Garden con la ópera de Giuseppe Verdi.

Por lo pronto, aquellos de entre sus admiradores que optaron por no vender la entrada han tenido que conformarse con el estadounidense Kurt Streit, un tenor dotado en cualquier caso de una voz potente y flexible, muy adecuada al papel del sultán otomano Bayazeto.

Pero a pesar de su talento, Streit no es Domingo - ¿quién podría igualarle hoy?-, y una ópera como "Tamerlano", con una duración de más de cuatro horas por sus larguísimos recitativos sólo habría podido salvarla una voz fuera de serie y el indudable carisma del tenor español.

Sobre todo cuando se tiene delante una puesta en escena tan estática como la del británico Graham Vick, que a veces le hace a uno imaginarse que está frente a una ópera concertante con vestidos de época.

"Tamerlano" ofrece arias bellísimas para el lucimiento de los intérpretes, y en ese sentido hay que destacar a Streit, que borda por ejemplo el aria "Ciel e terra".

Muy bella también la voz de la contralto italiana Sara Mingardo, que debutaba en el papel del príncipe Andronico, papel que cantó ya en el Teatro Real de Madrid.

La mezzosoprano croata Renata Pokupic, a la que también pudo escucharse en la capital española, convence como Irene, la princesa de Trebisonda, prometida de Tamerlán, quien, en uno de esos enredos típicos de la ópera barroca, pretende casarse, sin embargo, con Asteria, la hija de Bayazeto, contra la voluntad de padre e hija.

La soprano alemana Christien Schäfer no está del todo centrada en su papel de esa princesa (Asteria), pero quien sobre todo defrauda es la mezzosoprano holandesa Christianne Stotijn en su debut como Tamerlán, el gran conquistador turco-mongol del siglo XIV.

Stotijn no tiene ni el carisma ni, lo que es más grave, la voz que exige el rol creado en su día por Händel para alguno de los excelentes contratenores de su época.

Su voz es demasiado delgada para el rol y ni siquiera convence como actriz en un papel que Vick ha querido que fuese más histriónico que otra cosa.

Desde el foso y al frente de la Orchestra of the Age of Enlightenment, un especialista en la música barroca como es Ivon Bolton no consigue evitar, pese a todos sus esfuerzos, que uno mire de cuando en cuando el reloj para ver cuánto falta aún de función.

No ayuda tampoco demasiado el decorado muy estilizado de Richard Hudson, con un pie enorme sobre una esfera gigantesca, y los movimientos repetitivos de una coreografía que peca desde el principio hasta el final de excesivamente artificial.

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