Ser punki está prohibido por ley en Indonesia

  • Perseguidos, afeitados e internados en campamentos de entrenamiento y de rehabilitación islámica, los punkis se han convertido en el enemigo número uno de Aceh (Indonesia).
Punki. Archivo GettyImages
Punki. Archivo GettyImages
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Patrick Winn, Banda Aceh (Indonesia) | GlobalPost

Salen por la noche, de pelo negro azabache y con acné, deambulando por la ciudad en chanclas y con camisetas negras. Sus constituciones reflejan una dieta de fideos instantáneos. Llevan tatuados sus brazos con tatuajes garabateados.

Son jóvenes, musulmanes y punks. Y desde que comenzaron las revueltas, se han convertido cada vez más en una obsesión.

En Aceh, Indonesia, una provincia tropical gobernada por la ley coránica (la sharia), el punk rock se ha convertido en un crimen no oficial. A los ulemas de Aceh, un consejo de eruditos musulmanes, les gustaría hacerlo oficial: Han sugerido una qanun, o una santa ley, que prohíba el "estilo de vida punk rock".

Mientras tanto, la policía ha detenido, afeitado y tratado de reformar a rockeros punk en los campamentos de entrenamiento en la selva.

"Están fuera de sintonía con el Islam", afirma Illiza Sa'aduddin Djamal, la teniente de alcalde de Banda Aceh, la capital provincial. Como se acercan elecciones locales, se ha convertido en el rostro de la guerra que han emprendido las autoridades contra el punk rock, y ensalza en sus discursos de campaña la supervisión de las redadas policiales.

"Los grandes agujeros en las orejas parecen esperpénticos", dice Illiza. "No queremos que se extienda a la próxima generación".

En este punto, ¿cómo una pandilla de muchachos desgarbados se han convertido en el enemigo público N º 1 en Aceh, el rincón más devoto de las principales naciones de mayoría musulmana del mundo?

Scooby, un punk de 21 años de edad que acaba de regresar de un campo de entrenamiento, tiene sus teorías. Por ahora, ante el desafío él y sus compañeros con piercings están optando por la discreción. Sólo se reunieron con nuestra publicación alrededor de la medianoche, a puerta cerrada y tomando café negro y fumando Marlboros. 

Para empezar, a los punks les gustaría aclarar algo: comparten la fe de sus perseguidores. "Todos somos musulmanes. También vamos a la mezquita", dice Scooby, cuyo verdadero nombre es Ade Meisancly. "Cuando oramos, nos quitamos los piercings y nos ponemos ropas de oración. Cuando volvemos a salir, nos volvemos a poner los piercings".

También denuncian que la última incursión anti-punk, una operación llevada a cabo en diciembre que llevó a 60 asistentes a un concierto a un campamento aterrador de rehabilitación islámica, fue abusiva.

"Cuando nos arrestaron, me dieron una paliza", dice Jarot Susanto, de 23 años, cuyos  antebrazos están tatuados con borrosas calaveras. "No podíamos luchar. Nos dejamos llevar. Sólo quería que pararan".

Parecía sentirse igualmente afectado por la pérdida de su peinado triple mohawk (cresta), que le llevó meses conseguir. A todos los detenidos se les afeitó para dejarles calvos y a las mujeres punk se les cortó el pelo al estilo melena militar. "Es una angustia permanente", dice Jarot.

Las fotos de los punks acorralados y afeitados se extendió por todo internet y les convirtió en los héroes del día de la comunidad punk mundial. Pero a los ojos de las figuras destacadas de las autoridades de Aceh, la rehabilitación de 10 días llevada a cabo por la policía estaba destinada a transformar a estos chicos descarriados en hombres piadosos.

Los ancianos de Aceh describen al punk rock como una enfermedad social que debe ser purgada. La necesidad de limpiar a los punks es literal. En el campo de entrenamiento, fueron bañados por la fuerza en lo que las autoridades llaman un "lago sagrado".

El secretario de la Asociación de Ulemas de Aceh, Faisal Ali, dice que su higiene laxa desafía los preceptos coránicos sobre lavar y respetar el propio cuerpo.

"Ésta es nuestra comunidad. Y en esta comunidad, no se te permite actuar de esa manera", dice Faisal. Fue uno de los primeros estudiosos musulmanes de Aceh en sugerir la proscripción del "estilo de vida punk" por motivos religiosos.

"¿Tatuajes? ¿Piercings? ¿Pelo teñido? Eso es extraño para Aceh. No estamos preparados para ello", dice. Sin embargo, asegura que la rehabilitación forzada de los punks forzados es por su propio bien. "No es un abuso de los derechos humanos. Es una orientación".

La disfunción de los punks, aclara Illiza, se explica en parte por los hogares rotos y la orfandad provocadas por el tsunami del Océano Índico de 2004.

El desastre mató a más de 160.000 en Aceh. Ella describe a un punk rockero, cuyo abuelo fue un ulema de la misma clase distinguida de los eruditos musulmanes que ahora están sugiriendo las leyes contra los punk. El muchacho, a quien no identifica, perdió a sus padres en las olas y más tarde se extravió.

"Perdió el amor de sus padres", dice Illiza. "Tal vez por eso se convirtió en un punk".

Ella cree que a los punks, a pesar de sus reivindicaciones de lo contrario, les falta la mano guía de una figura parental. "Cuando llevamos a los punks a la rehabilitación, estaban contentos", afirma. "Se divirtieron. No quería separarse de sus formadores. Fue fascinante".

Por el contrario, lo que los punks describen es cautividad. Tienen miedo de pasar otro tiempo en rehabilitación. Su rifi-rafe de jugar al gato y al ratón con la policía sólo ha endurecido su lealtad al punk y fomentado el odio hacia el principio de autoridad.

A diferencia de muchos adolescentes del mundo desarrollado que se sienten atraídos por el punk rock, los niños cuyo concepto blando del género se concentra en grupos musicales de arena-metal como Slipknot, los valores de los punks de Aceh son más refinados.

 

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