Tom Hanks, el vecino del quinto que hace películas

  • Hoy llega a las carteleras el trabajo más personal de Tom Hanks, 'Larry Crowne', una comedia romántica (podría definirse así) en la que interpreta a un hombre de mediana edad sin estudios, recién divorciado, con una hipoteca a cuestas y una carta de despido en la mano. Además, Hanks ejerce como director y guionista. Pleno para un hombre cuyo secreto para el éxito reside en su aspecto de tipo normal.
Tom Hanks
Tom Hanks
Raúl Arias
M. J. Arias / Ilustración: Raúl Arias

Con tres décadas de carrera cinematográfica y 55 años a sus espaldas, Thomas Jeffrey Hanks ha demostrado que es capaz de hacer cosas muy buenas y otras no tanto. Su nombre está asociado a algunas de las grandes películas del cine. Esas que se recuerdan generación tras generación. Pero también ha tenido sonoros pinchazos. Su punto fuerte es su aspecto físico, el de un tipo normal y corriente con el que es fácil identificarse. Esta semana llega Larry Crowne, una apuesta que no ha ido demasiado bien en la taquilla de EEUU, donde se estrenó el pasado 1 de julio.

Larry Crowne -escrita, dirigida y protagonizada por el propio Tom Hanks- trata sobre las segundas oportunidades, sobre la crisis de la mediana edad y la inevitable obligación de reinventarse a uno mismo cuando las circunstancias lo exigen. Un proyecto muy personal del ganador de dos Oscar, que de eso de reinventarse sabe mucho. Poco o nada tienen que ver el Tom Hanks de los ochenta con el de los noventa, por ejemplo.

Debutó en 1980 en una de terror en la que, obviamente, ni siquiera era protagonista. Armand Mastroianni y su Sabe que estás sola le dieron la primera oportunidad. Entonces no era más que un desgarbado chico de 24 años que probaba suerte en eso de actuar. No parece que fuese algo que le llamase desde siempre. En la década de las hombreras y los cardados, Hanks se perfiló como un actor de comedia. De entonces son Un, dos, tres… splash, Despedida de soltero, Socios y sabuesos, Esta casa es una ruina y No matarás al vecino. Lo suyo era sacar la sonrisa al respetable con películas tontorronas, simpáticas y a veces un tanto alocadas.

Sobre todas destaca Big, memorable para la generación de los ochenta y que le valió la primera nominación al Oscar. Un niño que pide ser adulto y lo consigue. Ver a Tom Hanks comportándose como un adolescente fue todo un acierto de casting. Porque si algo tiene este actor salido de una familia rota de California es la capacidad para adaptarse a las circunstancias, ponerse el traje que requiera el personaje de turno y conseguir la complicidad del público. Y a eso le ha ayudado mucho poseer un rostro tan común y tan normal como el suyo. Con un actor así en la pantalla, la identificación es más sencilla. Lo mismo le ocurría a James Stewart. Ni guapo ni feo. Ni más llamativo ni menos. Ahí reside su encanto.


Entre los románticos y los papeles con enjundia

En los noventa las cosas cambiaron. Dejó de ser ese actor de comedia para alternar lo romántico con papeles más serios. El destino decidió que para lo primero su pareja ideal más recurrente fuese Meg Ryan. Con ella protagonizó Joe contra el volcán, Algo para recordar y Tienes un mail. Pero sus dos mayores aciertos y aportaciones a la historia del cine fueron Philadelphia y Forrest Gump. Hasta el momento sus dos grandes actuaciones y sus dos únicas estatuillas. En Philadelphia era un abogado homosexual al que su bufete despide cuando los jefes se enteran de que ha contraído el sida. Y en Forrest Gump… ¿quién no conoce al bueno de Forrest? La historia de un retrasado mental que, cosas de la ficción, participa en los hechos cruciales de la historia de su país y ve la vida como una caja de bombones.

Con dos Oscar bajo el brazo y el público y la crítica en el bolsillo, Hanks se lanzó a la dirección. En 1996 escribió, dirigió y protagonizó The Wonders, una comedia con una banda sonora muy pegadiza y poco más. Entretenía, sin más que añadir. También fue en los noventa cuando tropezó con uno de sus personajes más carismáticos. Él es  Woody en Toy Story. En la versión original es la voz de Hanks la que se escucha. Cerrando la década fue nominado por Salvar al soldado Ryan y ya en 2001 por Náufrago. Podría decirse que estos dos son sus dos últimos papeles de más relumbrón.

Después de aquello ha sido el popular Robert Landgon de El código Da Vinci -papel que repitió en Ángeles y demonios- y se ha llevado algún que otro palo de los Razzies. Los conocidos como 'antioscar' no tienen piedad ni siquiera de una figura como la de Hanks y le han nominado en varias ocasiones. Ladykillers, Polar Express, La terminal y El código Da Vinci. Todas ellas estrenadas entre 2004 y 2006. Una mala época para Tom Hanks en lo que a la actuación se refiere.

Pero aunque en los últimos años no parece tener suerte en ese aspecto, sí se ha hecho un nombre en la producción, faceta que comenzó a desarrollar a finales de los noventa. Para la televisión ha producido tres series de la envergadura de Hermanos de sangre, The Pacific y John Adams. Lo de la dirección parecía olvidado salvo por algún que otro capítulo para la televisión hasta que apareció en escena Larry Crowne. Convencer no ha convencido mucho al otro lado del charco, aunque lo cierto es que la historia, el personaje y la película tienen su encanto.

Se cuenta la anécdota de que un día Hanks paró a repostar y se encontró en la gasolinera con una pareja que había ido a ver su película. Preguntado por su opinión, el matrimonio no dudó en reconocer que se había sentido defraudado y que esperaba más. Ni corto ni perezoso, Hanks decidió devolverles el precio de la entrada. Otra curiosidad sobre Larry Crowne es que en ella aparece uno de sus cuatro hijos como repartidor de pizza. No Colin -que es al que todo el mundo conoce y que le hizo abuelo hace poco- sino Chet, fruto de su segundo matrimonio.

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