Tu película no tiene nada que ver con mi novela

  •  Escritores indigandos como Juan Marsé y Javier Marís pelean contra las adaptaciones de sus obras
Juan Marsé: "Me gusta ser un escritor anómalo"
Juan Marsé: "Me gusta ser un escritor anómalo"
Julio Vallejo / Aviondepapel.tv

“El interés de los escritores por el cine se inició prácticamente con los principios de la cinematografía, en la década de 1890. Es la historia de una admiración que se convierte gradualmente en desencanto”. Así describe Harry M. Geduld la evolución de las relaciones entre literatos y séptimo arte en el prólogo del libro Escritores frente al cine. A tenor de las críticas del novelista Juan Marsé al filme El cónsul de Sodoma, ese desencanto que los domadores de la palabra sienten por las imágenes en movimiento prosigue en el siglo XXI.

El caso Marsé

Juan Marsé, pese a las abundantes referencias fílmicas de algunos de sus libros, parece tener una particular batalla con el cine español. El escritor expresó recientemente su rechazo hacia la película El cónsul de Sodoma, biopic del poeta Jaime Gil de Biedma, donde el novelista aparece encarnado por el actor Álex Brendemühl. A juicio del literato catalán, la cinta de Sigfrid Monleón es “una película desvergonzada, de título infamante y producida por gente sin escrúpulos”.

No obstante, esta animadversión del escritor catalán con la industria cinematográfica patria ya tiene precedentes. Sin ir más lejos, durante su comparecencia en el Ministerio de Cultura con motivo de la concesión del Premio Cervantes, Marsé declaraba lo siguiente ante la ministra y cineasta Ángeles González-Sinde: “El cine español necesita un buen bisturí. La piratería no es el mayor problema que tiene. El gran problema del cine español es la falta de talento”.

Javier Marías vs. Elías Querejeta

Curiosamente, y al igual que Marsé, ha sido otro escritor cinéfilo como Javier Marías el que ha plantado cara a los desmanes del séptimo arte. En su caso, las iras se centraron en El último viaje de Robert Rylands, una cinta que sus responsables vendieron como una versión cinematográfica de Todas las almas, obra de Marías.

El escritor, que mantuvo una agria polémica con Elías y Gracia Querejeta, productor y realizadora del largometraje, argumentaba que la película tergiversaba en cierta medida la trama de su novela. El asunto terminó en el Tribunal Supremo.

La sentencia, favorable a Marías, obligaba a Elías Querejeta a indemnizar al novelista con 36.000 euros y exigía al productor que eliminara del filme cualquier referencia a Todas las almas y a su autor. De esta manera, Marías recuperaba además los derechos para una futura adaptación cinematográfica de su libro.

Antonio Gala y 'La pasión turca'

Menos cinéfilo que Marías y Marsé, Antonio Gala también se mostró poco contento con la adaptación que Vicente Aranda realizó de su novela La pasión turca. Gala acusó a los responsables del filme de convertir una historia de pasión en un simple “encoñamiento”.

Experiencias más o menos traumáticas

No obstante, los escritores no sólo han visto el cine desde la barrera de las versiones para la gran pantalla de sus textos. Muchos de ellos han trabajado como guionistas o directores. William Faulkner, Truman Capote, Gabriel García Márquez, Bertolt Brecht, Jean Cocteau, Nick Hornby o Michel Houellebecq, entre muchos otros, son algunos de los talentos que han puesto sus mentes al servicio de la industria del séptimo arte.

No todas sus experiencias han sido necesariamente negativas, aunque en muchas ocasiones el mundo tremendamente personal del escritor y el carácter colectivo y comercial de la mayoría del universo cinematográfico han chocado irremediablemente.

El caso quizá más sangrante es el de Scott Fitzgerald. El escritor norteamericano pasó gran parte de los años 30 en la Meca del Cine. El autor de El gran Gatsby tropezó con una industria que sólo le dejó firmar dos de los guiones en los que participó. El resto de sus colaboraciones en películas, casi siempre no acreditadas, son el ejemplo de la incomprensión que sufrió un novelista a la deriva como Fitzgerald.

Pese a todo, el narrador supo sacar provecho literario de sus experiencias, unas vivencias que le sirvieron para escribir Historias de Pat Hobby y El último magnate, dos peculiares ficciones que hablan de forma nada soterrada del Hollywood de la época dorada.

Una experiencia también traumática fue la que pasó Raymond Chandler durante la confección del guión de Perdición, el clásico de Billy Wilder. El creador del detective Philip Marlowe vio cómo el director austriaco le corregía y rehacía sus aportaciones de esta versión fílmica de Pacto de sangre, la novela de James M. Cain.

Chandler no podía aguantar lo evidente: era un excelente novelista, pero no sabía escribir para el cine. El propio artista tuvo que terminar reconociéndolo: “El trabajo con Billy Wilder en Perdición fue una experiencia asesina y probablemente ha acortado mi vida, pero aprendí tanto de cómo se escribe un guión, tanto como soy capaz de aprender”.

Para terminar nuestro pequeño repaso por las belicosas relaciones entre escritores y cine, nada mejor que unas palabras de James M. Cain, uno de los clásicos de la novela negra.

Preguntado por su opinión sobre la versión para la gran pantalla que Tay Garnett realizó de El cartero siempre llama dos veces, una de sus obras más famosas, Cain comentó: “Creo que la película no es más abominable de lo que son la mayoría de las películas”. Una opinión que, pese a estar formulada en los años 40, seguro que comparten muchos escritores actuales con alergia al cine.

Mostrar comentarios