Castellón.- La astucia, el compromiso y la vocación de diálogo del que fuera Arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española Vicente Enrique y Tarancón (1907-1994) quedan plasmados en "Miscelánea de un cardenal", un libro que muestra el lado más íntimo de uno de los protagonistas de la Transición Española.
Fuentes del Ayuntamiento de Burriana, ciudad natal del cardenal, han manifestado que esta iniciativa editorial surge tras constatar que "no todas las instituciones dieron la importancia que merecía" el centenario del nacimiento de Tarancón, de modo que se decidió combatir la "amargura" con un recopilatorio de recuerdos sobre su figura aportados por veinticinco personalidades de los ámbitos religioso, político, periodístico y cultural.
La edición recoge testimonios de políticos como Manuel Fraga, Rodolfo Martín Villa, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, Josep Antoni Duran i Lleida y José Bono, quienes reflexionan sobre el papel que jugó el cardenal en la Transición y en algunos casos, como el del presidente fundador del PP, remarcan su oposición "con muy buen criterio" a la creación de un partido católico.
El actual presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, narra que en 1993, durante una charla con él, Tarancón definió a Juan Pablo II como una persona "con un carácter un tanto irregular" que, además, le causó un "disgusto extraordinario" cuando le hizo "responsable de haber contribuido a la aprobación de una Constitución en España que era laica y atea".
El secretario general de Convergència i Unió, Josep Antoni Duran i Lleida, se refiere a su sentido de Estado al señalar que "echa en falta otro cardenal Tarancón que sepa encauzar las relaciones entre la Iglesia y los distintos gobiernos de turno".
El monje de Monserrat Josep Miquel Bausset i Verdú recuerda que, en la época en que fue obispo de Solsona, el cardenal "no dudó ni un instante en proteger a Infantil, la primera revista íntegramente en catalán" ni en dirigirse a los fieles en esa lengua en la iglesia de Cervera (Lleida) al enterarse de que el párroco "había sido amonestado por la autoridad gubernativa por predicar" en catalán.
El monje repasa también las tertulias nocturnas que compartió con el cardenal, "siempre con el cigarrillo en la mano", cuando éste dirigió los ejercicios espirituales en el monasterio en la Pascua de 1987.
En la miscelánea figuran anécdotas como las de Manuel Bellver, sacerdote salesiano que se hizo cargo del legado del cardenal, quien, tras su muerte, descubrió en la casa de campo "Villa Anita" 389 escritos, la mayoría tecleados durante su jubilación, aunque "lo primero" que encontró al abrir un cajón de su escritorio fueron unas "gafas redonditas -de aquellos sus primeros tiempos de Obispo- y una cajetilla de tabaco".
Bellver remarca la habilidad de Tarancón para buscar un "camino de unidad", incluso en el momento de pronunciar una misa en valenciano en su Burriana natal cuando se enteró de que "valencianistas" y "catalanistas" iban a "escucharle para ver qué tipo de valenciano hablaría".
El cardenal, evoca el salesiano, decidió buscar alternativas para no pronunciar palabras conflictivas -"copa" en lugar de "calze", por ejemplo-, con lo que dejó a "todos contentos".
Con este libro, periodistas como Jordi García Candau reprochan la poca repercusión que tuvo el centenario de su nacimiento cuando "la Iglesia española, que tan buena memoria tiene acreditada, ha pasado de puntillas sobre una figura histórica que parece recordar a regañadientes y con la boca pequeña".
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