Una exposición revive el terror del centro de tortura de los Jemeres Rojos

  • Phnom Penh (Camboya).- La escuela goque los Jemeres Rojos convirtieron en prisión, el conocido centro de torturas S-21, exhibe en sus siniestras paredes la primera muestra pictórica que plasma el terror y la agonía reflejada en las conocidas fotos hechas a la víctimas por sus verdugos.

Una exposición revive el terror del centro de tortura de los Jemeres Rojos
Una exposición revive el terror del centro de tortura de los Jemeres Rojos

Phnom Penh (Camboya).- La escuela goque los Jemeres Rojos convirtieron en prisión, el conocido centro de torturas S-21, exhibe en sus siniestras paredes la primera muestra pictórica que plasma el terror y la agonía reflejada en las conocidas fotos hechas a la víctimas por sus verdugos.

A pocos metros de las celdas en las que los presos sufrieron la pesadilla, una cincuentena de retratos a color versionan otras tantas fotografías de personas martirizadas en Tuol Sleng, la cárcel por la que pasaron unos 14.000 camboyanos.

De inspiración expresionista y cubista, las pinturas del holandés Peter Klashorst (1957) sugieren por medio de trazos vigorosos y formas descompuestas, lo que debieron de pensar y sentir aquellos prisioneros del brutal centro de detención en el que estaba tajantemente prohibido hablar o exteriorizar los sentimientos.

"He intentado devolverles algo de vida a estas personas con los retratos. Hacer una conexión entre lo que ellos estaban pensando y lo que yo estaba pensando", asegura el artista.

La exposición "S-21"- que toma el nombre en clave con el que los Jemeres Rojos (1975-1979) llamaron a su centro de exterminación- alberga desde el pasado 25 de enero esta colección de pinturas que provocan en el visitante un efecto desgarrador.

La muestra, que podrá ser contemplada hasta el próximo 15 de abril, es la primera exposición artística que alberga el S-21, aunque tradicionalmente ha dado cobijo a los cuadros de Vann Nath, quien sobrevivió en Tuol Sleng gracias a su habilidad para pintar los encargos de sus carceleros.

La exposición consta de dos series de lienzos, unos de gran tamaño, con una técnica que se acerca al expresionismo lírico, y otros de pequeño formato, inspirados en Picasso, de quien Kaing Guek Eav, alias "Duch", había oído hablar antes de asumir su puesto de jefe torturador en el régimen de los Jeremes Rojos.

"Un día 'Duch' le habló a Vann Nath sobre Picasso. Probablemente él no sabía quién era, ya que era un pintor sin formación procedente del campo, y este extraño capítulo me llevó a querer ponerme en la situación de Vann Nath", explica Klashorst.

"Duch", antiguo maestro con inclinación por las matemáticas y un obsesionado perfeccionista, fue condenado a 35 años de prisión por un tribunal internacional, el pasado año, por crímenes de guerra y contra la humanidad, asesinato y tortura.

Las 14.000 personas que ingresaron en el S-21, y de las que hay fotos en blanco y negro, muchas de ellas mirando a la cámara, forman parte de los dos millones de camboyanos que murieron de hambre, enfermedades, trabajos forzados y purgas políticas bajo el régimen de los Jemeres Rojos.

Con la mirada a menudo perdida, las pinturas de mayor tamaño están repletas de figuras y líneas turbias, que recuerdan a la simbología utilizada en los mangas japoneses para expresar las sensaciones.

Algunas de las obras más pequeñas muestran figuras poco reconocibles, donde los ojos o labios adquieren un tamaño desproporcionado mientras que, en otras, parece que a espaldas de la víctima hay fantasmas detrás que advierten de su trágico destino.

Aunque la mayor parte de las víctimas no están identificadas en los lienzos, entre las pinturas figura una de Bophana, una de las prisioneras que más tiempo pasó en el centro de reclusión antes de ser asesinada.

"Hice también algunos retratos de 'Duch', aunque al final los deseché; pensé que igual alguien se ensañaría con ellos", asegura Klashorst, quien sin embargo ha incluido en la muestra un pequeño retrato de Pol Pot, el máximo dirigente de los Jemeres Rojos, repudiado por antiguos camaradas antes de morir, en 1998, en una cabaña del noroeste del país.

Las víctimas desconocidas, aquellas de las que no existe un documento gráfico, están representadas a través de dos inmensas calaveras, cuyas cabezas están llenas de las mismas líneas y figuras.

"Es una forma de decir que al final los seres humanos somos todos lo mismo, tan sólo carne y huesos", concluye el artista.

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