Una oreja de un Miura para Jiménez Fortes antes del "Pobre de mí"

  • El joven diestro malagueño Saúl Jiménez Fortés cortó a un toro de Miura la última oreja de los Sanfermines de 2013, sólo unas horas antes de que los pamploneses entonen el "Pobre de mí", tradicional cántico con que despiden las fiestas hasta el próximo año.

Paco Aguado

Pamplona (España), 14 jul.- El joven diestro malagueño Saúl Jiménez Fortés cortó a un toro de Miura la última oreja de los Sanfermines de 2013, sólo unas horas antes de que los pamploneses entonen el "Pobre de mí", tradicional cántico con que despiden las fiestas hasta el próximo año.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Miura, de mucho volumen y caja, con más de seiscientos kilos de media, aunque de desigual remate de carnes y musculatura. Corrida, sin excepción, vacía de raza y de fuerzas, con un comportamiento muy deslucido.

Rafaelillo: estocada (vuelta al ruedo tras leve petición); pinchazo y estocada (silencio).

Javier Castaño: pinchazo y estocada trasera atravesada (silencio); tres pinchazos y dos descabellos (silencio).

Jiménez Fortes: estocada (oreja); estocada caída y cuatro descabellos (silencio).

Javier Castaño fue atendido en la enfermería de un corte en la mejilla izquierda producido por su propia espada, rebotada tras un pinchazo.

Entre las cuadrillas, destacó con el capote Joselito Rus y en banderillas saludaron David Adalid y Fernando Sánchez, aunque los mejores pares los clavó José Antonio Carretero al tercero.

La Monumental de Pamplona casi se llenó en el décimo y último festejo de los Sanfermines.

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"MIURAS" GRANDES Y VACÍOS

Grandes, voluminosos, con mucha alzada y de largos y amplios esqueletos, aunque no siempre bien rematados de carnes. Así fueron físicamente los seis toros de la ganadería de Miura lidiados en la última corrida de los Sanfermines.

Pero dentro de tan grandes continentes hubo muy poco contenido. Toda la impresionante corrida del legendario hierro sevillano estuvo absolutamente vacía de casta y de fuerzas, sin poder responder con una mínima entrega a los engaños que les presentaron los tres espadas del cartel.

Jiménez Fortes, el más joven de la terna, mataba hoy en Pamplona su primera corrida de esta ganadería, en una arriesgada apuesta de la que salió triunfador, aunque no con la rotundidad que mereció su entrega durante toda la tarde.

La demostró ya desde que se fue a recibir a portagayola al primero de su lote. Salió Fortes limpiamente de la suerte pero cayó al suelo al continuar capoteando, momento en el que el de Miura hizo por él en el suelo para campanearlo violentamente.

Se levantó conmocionado, pero no herido, el torero de Málaga y volvió a la cara del toro para darle otra larga cambiada de rodillas y, desde ese mismo momento, hacer todo un derroche de entrega y voluntad.

Fue ese toro, al menos por su nobleza y un mínimo de recorrido en las embestidas, el más "potable" de la corrida, y con él hizo Fortes la única faena estimable de las seis, especialmente en una serie de largos derechazos más allá de donde quería el de Miura.

Como remate, volvió Fortes a echarse de rodillas en un final de faena algo embarullado pero valeroso y en el que volvió a evidenciar sus deseos de triunfo, para después dejar el colofón de un volapié en lo alto de perfecta y limpia ejecución.

Cortó así el joven malagueño una de las orejas de más peso de la feria, trofeo que luego le fue imposible conseguir de un sexto también descastado y descoordinado de movimientos.

Rafaelillo y Javier Castaño, veteranos de otras batallas "miureñas" más duras, se repartieron cuatro toros de muy escasas y cortas embestidas, que o se defendieron o se aplomaron por la nulidad de su raza o de sus fuerzas. Incluso el cuarto desarrolló un creciente sentido en la muleta del murciano.

Ambos espadas intentaron en vano encontrar un mínimo resquicio de lucimiento, sin una sola respuesta positiva. Rafaelillo, al menos, tuvo la recompensa de dar una vuelta al ruedo tras estoquear al primero de su lote, pero Castaño se encontró con la desgracia de cortarse en el rostro con el filo de su propia espada, que salió rebotada en uno de los pinchazos para matar al quinto.

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